viernes, 25 de agosto de 2017

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA

                                                                                                          USQUIL
DE: ORACIONES SIGLO XX

“DINERO EN LLAMAS”

   Señor: Los hombres sentimos una insaciable curiosidad por las vidas ajenas. De ahí los chismorreos interminables delas reuniones de sociedad, el fácil sensacionalismo de la prensa, el éxito de los consultorios de todo tipo, la moda editorial de los diarios y autobiografías, la vena inagotable de las entrevistas.

   Señor, hoy vengo a leerte la definición que da de sí mismo el dinero, publicada en cierta revista de actualidad. Dice así: ”Compro, vendo las conciencias, los silencios. Compro, vendo el poder, las mujeres, la gloria, el placer. Pago la guerra y el crimen. Hago y deshago ídolos, ministros, relaciones, fama, tronos, dominios, poderes. Como el mar, soy inodoro. Me comen. No doy la felicidad, contribuyo a ella. Puedo todo. Abro todo. Doy todo. Soy la sangre del pobre. El dinero.

   Señor, me ha impresionado esta confesión sincera de ese “poderoso caballero que es D. Dinero”. Porque, sin llegar a defender la omnipresencia del factor económico en el juego dialéctico de la historia que proclama el marxismo, no tengo más remedio que confesar su labor de quinta columna a lo largo y ancho de la geografía mundial.

   Señor, enséñanos la ambivalencia del dinero, para que no caigamos nunca en el abismo inmundo de su vertiente mala, para que estemos siempre en el lado luminoso de su flanco bueno. Ayúdanos a usar del dinero, sin abusar de él, a servirnos de su poder, sin servirlo ni adorarlo jamás.

 Rafael de Andrés.



DOM. XXI DEL TIEMPO ORDINARIO


La fe de Pedro y las promesas de Jesús

“Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:
_¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?

Ellos contestaron:
_Unos dicen que Juan Bautista, otros Elías, y otros, Jeremías o uno de los profetas.

Él les preguntó:
_Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
_Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Jesús le respondió:
_¡Dichoso tú, simón, hijo de Jonás!, porque eso no te ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará…” Mateo 16, 13-20.




La profesión de fe del apóstol, es el resultado de la convivencia que se ha tenido con el Maestro, no es el resultado de una coincidencia o una intuición del momento, sino que sus palabras dan testimonio del actuar de Dios en la historia. 

No es un ídolo más del imaginario religioso de la época, sino que es el Señor de la vida, que a través del seguimiento de su enviado, dignifica al hombre y todo su quehacer a favor de la humanidad. 

La fe madura de Simón, es el preámbulo, para que Jesús le asigne una nueva responsabilidad, ser Pedro, piedra, de la nueva alianza que Dios establece con la humanidad.

Como todos sabemos, la autoridad en la Iglesia se entiende como servicio. Jesucristo vino a servir para cumplir la voluntad del Padre. El que quiera ser el primero de todos que sea vuestro servidor. El Padre vino en la persona de Jesús para enseñarnos en qué consiste el amor, porque Dios, por encima de todo, es Amor. Un amor que se derrama en nuestros corazones con el Espíritu que se nos ha dado. Dios nos da lo que necesitamos antes de que nosotros se lo pidamos. Por eso en el Padre Nuestro le pedimos que se haga su voluntad y no la nuestra, porque nosotros no siempre sabemos lo que necesitamos y Él siempre quiere lo mejor para nosotros.

La Palabra de Dios que hoy se proclama quiere provocar nuestra confesión de fe y nuestra confianza en Dios. Los cristianos, seguidores de Jesús, debemos experimentar en primera persona que Jesús es Señor de la historia y de nuestras vidas. Él es el que da sentido a nuestra existencia.

Esta confesión de fe solamente la podemos hacer desde la conversión personal movidos por el Espíritu de Dios. Esta es la fuerza que viene de lo alto. Tras esta conversión personal y esta confesión de fe, sólo nos queda abandonarnos en las manos de Dios, confiando en su misericordia que es eterna. Dios se fija en el humilde. Así pues, reconozcamos con humildad nuestra pequeñez y confiemos en Dios.

Miguel Olaortua Laspra, Vicario Apostólico de Iquitos.


DE MI ÁLBUM





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