sábado, 30 de marzo de 2013

HERBERT VON KARAJAN


Karajan ha sido durante más de medio siglo una “opción de calidad” para los compradores de música clásica, entre otras cosas por sus ciclos de Beethoven; pero sus interpretaciones están pasadas de moda, como propone Terry Williams

  HERBERT VON KARAJAN fue el director más famoso del ultimo medio siglo. Quien no quiera verse envuelto en una prospección de cientos de críticas para elegir la mejor interpretación siempre tiene en Karajan una apuesta segura. El resultado es, por lo menos, un producto muy cuidado. La elección sólo puede provocar incomodidad cuando es criticada por uno de esos amigos que creen saber más que nosotros. He de admitir que hasta hace bien poco yo mismo era uno de esos amigos: “¿La primera de Brahms por Karajan? Bueno… demasiado espectacular. ¿Por qué no pruebas a fulano?” O bien “La Pastoral de Karajan? ¿Lo dices en serio?”
   La culpa de mi cambio de actitud la tiene, en parte, la biografía de Karajan de Richard Osborne. Hay aspectos de una interpretación “típica” de Karajan que todavía me resultan difíciles de digerir, pero mi actitud anterior, he de confesarlo, obedecía a simples prejuicios. Ahora he aprendido a escuchar con un poco más de humildad. Hace más de una década que Karajan sufrió el ataque al coraz'on que sumió en el pánico a Deutsche Grammophon y la Filarmónica de Berlín, y que terminó con una de las asociaciones discográficas comerciales más fructíferas de la historia. La relación de Karajan con las otras dos partes fue enconada hasta el fin, pero su muerte abrió un enorme vacío que nada ha conseguido llenar desde entonces.
   Karajan era un hombre elegante, incluso en su ancianidad. Las portadas de discos de los años 50 hasta la de su novena de Mahler muestran a una personalidad consciente de sus habilidades y de su aspecto. Sus peinados -tuvo tres muy significativos -eran dignos de admiración, hasta el punto de que merece la pena plantearse si existe alguna relación entre éstos y la evolución de su estilo interpretativo. En los años cincuenta Karajan era la estrella más flamante y rutilante de Columbia Records, “acicalado de la cabeza a los pies”, luciendo un elegante rapado, ¿no tiene su ciclo de Beethoven con la Philharmonia la misma elegancia sobria? Ninguna de sus versiones de Berlín capta esa frescura.
   Su peinado número dos suscita alguna duda : es el ostentoso tupé plateado de la etapa media de Karajan en Berlín. ¿Llegan a distraer los aspectos superficiales? Si es así, hay excepciones notables. La expresión y la belleza de sonido se unen para crear algo milagroso en sus grabaciones de mediados de los sesenta de la cuarta y sexta de Sibelius, una Tapiola escalofriante, la excitante quinta de Prokofiev, La mer más atormentada del repertorio, el Prelude a l´apres-midi d´un faune más elegante, y un selecto puñado de interpretaciones inigualables. Pero hay días en los que no conseguimos acomodarnos el pelo; uno de los peores corresponde a la serie “Grandes grabaciones del siglo” de EMI, la grabación de 1969 del triple concierto de Beethoven con Oistrakh, Rostropovich y Richter, un triunfo político para Karajan y EMI, pero una pieza aletargada y mal grabada de la que Richter trató de desvincularse. En esta época el sonido de la OFB es demasiado maduro, inflado en Bach, Mozart y Haydn, pero absolutamente adecuado para Puccini.
   En los últimos años toda esa electricidad que podia generar se convirtió en un aspecto de anciano sabio tocado con un peinado alborotado que sugería cierta despreocupación. Este período final es de reafirmación y de grabación, pero también, en sus peores momentos, de mera rutina en los estudios de grabación. En los años ochenta Karajan descubre las virtudes de la grabación digital, y la belleza de sonido desaparece para siempre. El álbum de las sinfonías de Beethoven carece de toda belleza, y curiosamente es una colección muy utilizada como “regalo de bienvenida” a muchos suscriptores de enciclopedias; ¿es acaso la constatación de un fracaso comercial?
   Gran parte de sus mejores obras están grabadas en directo. El fabuloso concierto de Año Nuevo de 1987 y las tres últimas sinfonías de Bruckner con la Filarmónica de Viena se cuentan entre sus mejores trabajos en disco. El sonido es más sobrio, incluso más tosco, pero nos acerca más al corazon de la música. Mirando hacia atrás, ¿no hubiera sido maravilloso que Karajan hubiese hecho algunas grabaciones con la Orquesta de Cleveland o la Sinfónica de Londres? El matrimonio de Karajan con la OFB duró demasiado, el otro con la la Philharmonia demasiado poco. Gana el rapado de Karajan por una cabeza.

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