viernes, 8 de marzo de 2013

"LAS LECCIONES DE LA HISTORIA" : Un patrimonio más rico / Will y Ariel DURANT


   Un patrimonio más rico
   FRENTE a este panorama de naciones, moral y religiones que surgen y desaparecen, la idea del progreso se vuelve muy dudosa. Puesto que no hemos admitido ninguna modificación sustancial de la naturaleza humana la época histórica, todos los progresos técnicos tendrán que apartarse a un lado como simples medios nuevos de alcanzar viejas metas ; la adquisición de bienes, la persecución de un sexo por el otro, el triunfo en la competición y en la guerra.
   Pero si miramos más lejos y comparamos nuestra existencia moderna, por precaria, caótica y asesina que sea, con la ignorancia, la superstición, la violencia y las enfermedades de los pueblos primitivos, no salimos mal librados del todo. Quizá los más bajos estratos de los Estados civilizados se diferencien poco de los bárbaros, pero por encima de ellos hay millones de personas que han alcanzado niveles mentales y morales que rara vez se encuentran entre los primitivos.
   Si la prolongación de la vida indica un dominio del medio, entonces las tablas de la mortalidad proclaman el progreso del hombre, porque la longevidad entre los blancos europeos y americanos se ha duplicado en los dos últimos siglos. Hace algún tiempo, en una conferencia de enterradores, se discutió el peligro y la amenaza que entrañaba para aquel gremio la tardanza de los hombres en cumplir su cita con la muerte. Cuando los enterradores se preocupan, el progreso es real.
   En la disputa entre antiguos y modernos no está claro, ni mucho menos, que los antiguos se lleven el premio. ¿O vamos a decir que es poca cosa haber eliminado el hambre en los Estados modernos, o haber logrado que un país sea capaz de producir alimentos más que suficientes para sí y pueda despachar centenares de millones de hectolitros de trigo a las naciones que lo necesitan? ¿Estamos dispuestos a acabar con la ciencia, que tanto ha contrarrestado la superstición y la intolerancia religiosa, o con la técnica que ha llevado a las masas alimentos, vivienda propia, comodidades, educación y ocio en proporción jamás antes conocida?
   Algunas realizaciones preciosas han sobrevivido a las vicisitudes del surgimiento y decadencia de los Estados : la invención del método de hacer fuego y luz, la de la rueda y otras herramientas básicas; el idioma, la escritura, la pintura y el canto; la agricultura, la familia, la organización social, la moralidad y la caridad; y la utilización de la enseñanza para transmitir los conocimientos de la familia y de la raza. Estos son los elementos de la civilización y son el tejido conjuntivo de la historia humana.
   Si la educación consiste en transmitir la civilización, sin duda estamos progresando. La civilización no se hereda : cada nueva generación tiene que aprenderla y ganarla. Si la trasmisión se interrumpiera durante un siglo, la civilización desaparecería y volveríamos a ser salvajes. De modo, pues, que nuestra más espléndida realización contemporánea consiste haber destinado riqueza y esfuerzos de magnitud sin precedentes para que todos puedan disfrutar de educación superior. Hemos levantado el nivel y el promedio de los conocimientos por encima de cualquier otra época de la Historia.
   Nadie que no sea un chiquillo puede quejarse de que nuestros maestros todavía no hayan desterrado los errores y supersticiones de 10,000 años. El gran experimento apenas ha comenzado. El patrimonio que hoy podemos trasmitir más cabalmente es más rico que nunca. Es más rico que el de Pericles, puesto que comprende todo el florecimiento griego que vino después de él; es más rico que el de Leonardo, porque incluye el Renacimiento italiano; más rico que el de Voltaire, porque abarca toda la Ilustración francesa. Si el progreso es real a pesar de nuestras lamentaciones, no se debe a que hayamos nacido con mejor salud, o mejores, o más sabios que los que nacían en anteriores épocas, sino que nacimos con un patrimonio más rico.
   La Historia es ante todo la creación y registro de ese patrimonio; el progreso es su creciente abundancia, su conservación, trasmisión y aprovechamientos. Para los que estudiamos la Historia no solamente como admonición y recordatorio de las locuras y crímenes del hombre, sino también como recuerdo estimulante de almas creadoras, el pasado deja de ser una deprimente cámara de horrores para convertirse en la ciudad celestial, el espacioso país de la mente en donde mil santos, estadistas, científicos, poetas, artistas, músicos, amantes y filósofos viven aún, y hablan, enseñan y cantan.
   El historiador no se lamentará porque no pueda ver en la existencia humana otro significado que el que el hombre mismo le da. Sea para nosotros motivo de orgullo el que podamos dar sentido a nuestra vida, y a veces un sentido que trasciende la muerte. El hombre, si le acompaña la suerte, recogerá antes de morir lo más que pueda de su patrimonio civilizado y lo trasmitirá a sus hijos. Y hasta exhalar el último aliento se mostrará agradecido por este legado inagotable, sabedor de que es nuestra madre nutricia y nuestra vida perdurable. (Fin)

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