Medina Sánchez, autor de "Necesario silencio para que las hojas conversen", 1980, en Santiago de Chuco, donde trabajaba como Perito del Banco Agrario del Perú, escribió "Altura Interna" del cual ofrecemos dos fragmentos, II y IV publicados en Lundero el 15 de setiembre de 1991. Por ahora lo encontramos como Administrador de la Cooperativa de Ahorro y Crédito "León XIII" de Trujillo y también haciendo sus giras literarias por Piura y Cajamarca dando a conocer sin duda sus nuevas creaciones.
Es de los pocos que tienen dos oficios... los números y las letras por igual.
II
Dentro mis
venas siento el gran vacío,
de los andes
su geográfica disposición en mis pupilas.
Copia eterna
del desorden es la cordillera,
puntualidad
de lo absoluto que me embarga.
Hermano
pastor
orientas los
luceros a la noche infinita del alma.
El sol
faculta larga vida para las flores
mientras
andamos ciervos despertando la pradera.
Abrigándonos
las manos,
consumiéndose
en el quebrar de las hojas de maíz.
Así fuera la
pena común, las hélices del aire,
hacen del
crepúsculo un niño llorón, así fuera.
Mi corazón
agrario
sabe del
engordarse de la papa, del despertar del
trigal.
Sabe mi
corazón agrario,
cuando
cuelgan de los árboles los corazones.
En la oquedad
estallo mis brazos en fuego
dispuesto a encender
el cielo con un abrazo.
La luz
anuncia su existencia en auroras,
vals de
violines espolvoreando la memoria del transeúnte.
Al decir paz,
trazo vuelo de una mariposa,
y me envuelvo
para adentro.
IV
Los
eucaliptos adheridos al camino,
en el dorso
de la tierra en donde montan también los lirios,
saben de los
años ahogándonos de espinas,
que después
de la puesta del sol, viene el anuncio auroral.
Alma mía,
cómo se acerca este rato
apresándome
como un silencio entre los labios.
Ver quisiera
arando al barroso y al negro,
músculos
vibrando, introduciendo el talón de Dios.
Aunque nos
olvide la tenue mano del espacio que nos palpa,
criaturas
somos de la permanencia, mismo óleo rubí.
El hombre que
siente frío,
que cuenta
sus ovejas, que aporca su papa, que se vive;
rayo perpetuo
será en el río que nos recorre sin tiempo,
en estas
huestes, verbo último del rosal.
El niño que
guarece bajo su lienza piel,
permanente
posibilidad humana es sobre toda espera.
Quisiera
perderme en la bandadas oh infinitud
si para leer
la luz asomo desnudo y descalzo de huellas.
En las
alturas el latido trémulo astilla
de ver al
hombre alzarse hasta su total concavidad.
Labriegos y
pastores: víspera de armónica estancia
es toda
desesperanza. Así descubro fórmulas de luz, nexo al azul.
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