domingo, 27 de septiembre de 2015

"ALTURA INTERNA" / Beethoven MEDINA SÁNCHEZ


Medina Sánchez, autor de "Necesario silencio para que las hojas conversen", 1980, en Santiago de Chuco, donde trabajaba como Perito del Banco Agrario del Perú, escribió "Altura Interna" del cual ofrecemos dos fragmentos, II y IV publicados en Lundero el 15 de setiembre de 1991. Por ahora lo encontramos como Administrador de la Cooperativa de Ahorro y Crédito "León XIII" de Trujillo y también haciendo sus giras literarias por Piura y Cajamarca dando a conocer sin duda sus nuevas creaciones.
Es de los pocos que tienen dos oficios... los números y las letras por igual.

                           II

Dentro mis venas siento el gran vacío,
de los andes su geográfica disposición en mis pupilas.
Copia eterna del desorden es la cordillera,
puntualidad de lo absoluto que me embarga.
Hermano pastor
orientas los luceros a la noche infinita del alma.
El sol faculta larga vida para las flores
mientras andamos ciervos despertando la pradera.
Abrigándonos las manos,
consumiéndose en el quebrar de las hojas de maíz.
Así fuera la pena común, las hélices del aire,
hacen del crepúsculo un niño llorón, así fuera.
Mi corazón agrario
sabe del engordarse  de la papa, del despertar del trigal.
Sabe mi corazón agrario,
cuando cuelgan de los árboles los corazones.
En la oquedad estallo mis brazos en fuego
dispuesto a encender el cielo con un abrazo.
La luz anuncia su existencia en auroras,
vals de violines espolvoreando la memoria del transeúnte.
Al decir paz, trazo vuelo de una mariposa,
y me envuelvo para adentro. 

               IV

Los eucaliptos adheridos al camino,
en el dorso de la tierra en donde montan también los lirios,
saben de los años ahogándonos de espinas,
que después de la puesta del sol, viene el anuncio auroral.
Alma mía, cómo se acerca este rato
apresándome como un silencio entre los labios.
Ver quisiera arando al barroso y al negro,
músculos vibrando, introduciendo el talón de Dios.
Aunque nos olvide la tenue mano del espacio que nos palpa,
criaturas somos de la permanencia, mismo óleo rubí.
El hombre que siente frío,
que cuenta sus ovejas, que aporca su papa, que se vive;
rayo perpetuo será en el río que nos recorre sin tiempo,
en estas huestes, verbo último del rosal.
El niño que guarece bajo su lienza piel,
permanente posibilidad humana es sobre toda espera.
Quisiera perderme en la bandadas oh infinitud
si para leer la luz asomo desnudo y descalzo de huellas.
En las alturas el latido trémulo astilla
de ver al hombre alzarse hasta su total concavidad.
Labriegos y pastores: víspera de armónica estancia
es toda desesperanza. Así descubro fórmulas de luz, nexo al azul.

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