El niñito sirio de 3 o 4 años yace ahogado en
la playa, pálido y vestido todavía con su ropita de niño. De bruces y con la
cara vuelta hacia un lado, como si quisiese respirar aún. Las olas tuvieron
piedad de él y lo llevaron a la playa. Los peces, siempre hambrientos, lo
respetaron porque también ellos se compadecieron de su inocencia. Ayslan Kurdi
es su nombre. El padre no pudo sujetarlos y se le escaparon de las manos,
tragados por las aguas.
Querido
Aylan: tú huías de los horrores de la guerra en Siria, donde tropas del
presidente Assad, apoyado por los ricos Emiratos Árabes, luchan contra los
soldados del cruel Estado Islámico, ese que degüella a quien no se convierte a
su religión, tristemente apoyado por las fuerzas occidentales de Europa y de Estados
Unidos. Imagino que te daba miedo el sonido de los aviones supersónicos que
lanzan bombas asesinas. No dormirías por miedo a que tu casa volase por los
aires en llamas.
Cuantas veces
habrás oído decir a tus padres y vecinos cuan temibles son los aviones no
pilotados (drones). Persiguen y cazan a las personas por las colinas desiertas
y las matan. Fiestas de boda, celebradas con alegría, a pesar de todo el
horror, también son bombardeadas, pues se supone que entre los invitados debe
haber algún terrorista.
Tal vez tú no
te imaginas que quien practica esa barbaridad y está por detrás de todo esto es
un soldado joven, que vive en un cuartel militar de Texas. Está sentado
tranquilamente en su sala delante de una inmensa pantalla como de televisión. A
través de un satélite muestra los campos de batalla de su tierra, Siria, o
Irak. Cuando sospecha, con un pequeño toque de botón dispara un arma sujeta al
dron. Nada siente, nada escucha, ni llega a tener pena. Al otro lado, a miles
de kilómetros, mueren súbitamente 30-40 personas, niños como tú, padres y
madres como los tuyos, y personas que nada tienen que ver con la guerra. Son
fríamente asesinadas. Desde el otro lado, él sonríe por haber dado en el
blanco.
A causa del
terror que viene por cielo y tierra, ante el pavor de ser muertos o degollados,
tus padres resolvieron huir. Se llevaron a toda la familia. No piensan en
buscar trabajo. Solo en que no quieren morir ni que los maten. Sueñan con vivir
en un país donde no pasen miedo, donde puedan dormir sin pesadillas.
Y tú, querido
Aylan, podrías jugar alegremente en la calle con compañeritos cuya lengua no
entiendes pero no lo necesitas, porque vosotros los niños tenéis un lenguaje
que todos los niños y niñas entienden.
No has podido
llegar a un lugar de paz. Pero ahora, a pesar de toda la tristeza que sentimos,
sabemos que tú, tan inocente, has llegado a un paraíso donde puedes al fin
jugar, saltar y correr por todas partes en compañía de un Dios que un día fue
también niño, de nombre Jesús, y que para no dejarte solo ha vuelto a ser niño.
Y va a jugar al futbol contigo, a coger a un gatito por el cuello, a correr
detrás de un perrito, vais a entenderos tan bien como si fueseis amigos desde
siempre; juntos vais a hacer dibujos de colores, a reíros con los muñecos que
vais a hacer y a contaros historias bonitas uno a otro. Y os sentiréis muy
felices. Y mira qué sorpresa: contigo estará también tu hermanito que murió y
tu madre va a poder abrazarte y besarte como lo hacía tantas veces.
Tú no has
muerto, mi querido Aylan. Has ido a vivir y a jugar a otro lugar, mucho mejor.
El mundo no era digno de tu inocencia.
Y ahora deja
que yo piense conmigo mismo. ¿Qué mundo es este que asusta y mata a los niños?
¿Por qué la mayoría de los países no quieren recibir a los refugiados del
terror y de la guerra? ¿No son ellos, hermanos y hermanas nuestros que viven en
la misma Casa Común, la Tierra? Esos refugiados no piden nada. Solamente
quieren vivir. Poder tener un poco de paz y no ver a sus hijos llorando de miedo
y saltando de la cama por los estruendos de las bombas. Es gente que quiere ser
recibida como gente, sin amenazar a nadie. Solamente quieren vivir su manera de
venerar a Dios y de ir vestida como siempre se ha vestido.
¿No han sido
suficientes dos mil años de cristianismo para hacer a los europeos mínimamente
humanos, solidarios y hospitalarios? Aylan, el pequeño sirio muerto en la
playa es metáfora de lo que es la Europa de hoy: postrada, sin vida, incapaz de
llorar y de acoger vidas amenazadas. ¿No oyeron ellos muchas veces que quien
acoge a un forastero o perseguido está hospedando anónimamente a Dios?
Querido
Aylan, que tu imagen estirada en la playa nos suscite el poco de humanidad que
siempre queda en nosotros, una brizna de solidaridad, una lágrima de compasión
que no conseguimos retener en nuestros ojos cansados de ver tanto sufrimiento
inútil, especialmente, de niños como tú. Ayúdanos, por favor, sino la llama
divina que tiembla dentro de nosotros, puede apagarse. Y si ella se apaga, nos
hundiremos todos, pues sin amor y compasión nada más tendrá sentido en este
mundo.
*Leonardo
Boff, un abuelo de un país distante que ya acogió a muchas personas de tu país,
Siria, que se compadeció al ver tu imagen en la playa y se le escaparon
dolorosas lágrimas de compasión.
Leonardo BOFF /20-setiembre-15
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