jueves, 3 de septiembre de 2015

¿PAZ ANTES QUE NADA? / Fulton SHEEN

(Escribió Monseñor Fulton Sheen especial para la Prensa en Lima)

Nada sucede en el mundo que no haya sucedido antes en la mente del hombre. Los conflictos dentro de la mente producen conflictos fuera de ella. Cada guerra cósmica está precedida de millones de guerras civiles dentro de pechos humanos. Por esto es que los letreros de paz que cuelgan de nuestras paredes carecen de significación. ¿Cómo puede un estudiante o un político cambiar el mundo si no se ha cambiado a sí mismo? El día en que fueron muertos cuatro estudiantes en Kent, dieciséis murieron en Nueva York en asilos para narcómanos. Violencia por fuera y violencia por dentro. “/Paz! ¡Paz! Y no hay paz porque ningún hombre la lleva en su corazón”. Dios detesta la paz en aquellos destinados para la guerra. A todos los hombres se les pide primero que libren una guerra contra siete demonios dentro de ellos. Cuando hay depuraciones en gentes bastantes para dar una tónica a la sociedad, se hace menos probable la guerra en el exterior. Muchos males físicos tanto como los desórdenes mentales son consecuencia de corazones y mentes rebeldes. El director de una clínica ha dicho que el 60% de los casos de artritis tuvo su origen en conflictos morales. De nuevo otra vez: sin paz en la mente no hay paz en el cuerpo.

   Nuestra meta primera no es “paz” sino salvación. T. S. Eliot dijo que éramos “hombres vacíos”. Pues si somos vacíos es preciso llenarnos. Todo el mundo está extendiendo las manos, buscando algo que sólo puede llenarse por algo fuera de uno mismo. Drogas, carnalidad, alcohol, intereses comerciales, dinero y poder, son todas estas formas especiosas de salvación. En cada caso, el corazón busca liberarse de algo o llenar de algo un gran desfiladero.

   Una parte de cada narcómano quiere liberarse del vicio. Cada alcohólico tiene una cabecera de playa que puede ser tomada por una especie de invasión normanda. El potencial de libertad dentro de cada esclavo es como un leño seco en relación con el fuego. El leño seco no puede arder por sí mismo pero puede ser encendido desde fuera. A menos que no haya algo en el hombre que no esté sujeto a convertirlo, sería insensato hablar de salvación. El fumador excesivo, el vicioso de drogas, el alcohólico con todas las cadenas que le aherrojan, quieren sin embargo ser liberados de la esclavitud. No ha existido hombre en cautiverio que no haya atisbado a través de las rejas de su prisión y anhelado ser libre. La cerradura permite la libertad, pero la cerradura precisa de llave. Como el prisionero o el narcómano no tiene la llave, puede perseguir su aniquilamiento por suicidio en aras de la desesperación. Tal desesperación descarta la posibilidad de existencia de llave para la cerradura y la llave está en poder de alguien.

   La desesperación produce a veces tanto un odio profundo hacia Dios como la fe produce el amor a Dios. La rebelión por desesperación es una reacción y la otra es la búsqueda abierta por la llave y el carcelero. Todo el mundo experimenta bien la ausencia de Dios o bien la presencia de Dios. La ausencia se siente cuando hay renuencia a la enmienda. La ausencia es para Dios como la sed para el agua y el hambre para los alimentos. La presencia se siente cuando se enfrenta uno a las propias faltas y busca el auxilio del Médico.

   La salvación nunca es forzada. “Me detengo a la puerta y llamo”. Dios no echa puertas abajo. No existen permisos legales divinos para la invasión de la libertad. El perro no está por fuera de la puerta sino por dentro. En el infierno continúa la libertad. Todo el mundo tiene lo que quiere: separación o unión. La posibilidad de salvación puede compararse con una ciudad en tiempo de epidemia.

   Un científico encuentra el remedio luego de ardua labor y dedicación. Cuando se inocula en las venas, la consecuencia es curación inmediata del enfermo. Se hacen llamados por la radio; el antídoto es gratuito; es por lo tanto, como una gracia de salvación. Es concebible que algunos enfermos se rebelen contra el anuncio: “Nunca vi la droga. ¿Por qué he de ir al laboratorio? Que el médico venga a verme. De este ataque de cólera me curaré yo mismo. Los que están poniéndose la vacuna están utilizando la ciencia como una muleta”. Aquí hay odio en la ausencia de curación, así como en otros hay salud en la presencia de curación.

   La salvación no es violencia de la personalidad; tampoco es cruce forzado de los límites de la libertad. Es más bien, la rendición de uno a otro. Es la pérdida de la vida propia en nombre de Cristo para encontrar de nuevo la vida en Él. El énfasis excesivo en el “yo” en nosotros es el mayor obstáculo a la visión del “Tu”. En el infierno sólo una forma de lenguaje se usa: “yo”. Y como el egoísta canta “Yo quiero ser yo”, los “yos” se conjuntan. Por esto es que es infierno,  un lugar que rechaza la salvación. El cielo no es sólo el disfrute de conquistar la epidemia sino agradecer y amar al Salvador. 
En resumen:

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