(Escribió Monseñor Fulton Sheen especial para la Prensa en Lima)
Nada sucede
en el mundo que no haya sucedido antes en la mente del hombre. Los conflictos
dentro de la mente producen conflictos fuera de ella. Cada guerra cósmica está
precedida de millones de guerras civiles dentro de pechos humanos. Por esto es
que los letreros de paz que cuelgan de nuestras paredes carecen de
significación. ¿Cómo puede un estudiante o un político cambiar el mundo si no
se ha cambiado a sí mismo? El día en que fueron muertos cuatro estudiantes en
Kent, dieciséis murieron en Nueva York en asilos para narcómanos. Violencia por
fuera y violencia por dentro. “/Paz! ¡Paz! Y no hay paz porque ningún hombre la
lleva en su corazón”. Dios detesta la paz en aquellos destinados para la
guerra. A todos los hombres se les pide primero que libren una guerra contra
siete demonios dentro de ellos. Cuando hay depuraciones en gentes bastantes
para dar una tónica a la sociedad, se hace menos probable la guerra en el
exterior. Muchos males físicos tanto como los desórdenes mentales son
consecuencia de corazones y mentes rebeldes. El director de una clínica ha
dicho que el 60% de los casos de artritis tuvo su origen en conflictos morales.
De nuevo otra vez: sin paz en la mente no hay paz en el cuerpo.
Nuestra meta primera no es “paz” sino
salvación. T. S. Eliot dijo que éramos “hombres vacíos”. Pues si somos vacíos
es preciso llenarnos. Todo el mundo está extendiendo las manos, buscando algo
que sólo puede llenarse por algo fuera de uno mismo. Drogas, carnalidad,
alcohol, intereses comerciales, dinero y poder, son todas estas formas
especiosas de salvación. En cada caso, el corazón busca liberarse de algo o
llenar de algo un gran desfiladero.
Una parte de cada narcómano quiere liberarse
del vicio. Cada alcohólico tiene una cabecera de playa que puede ser tomada por
una especie de invasión normanda. El potencial de libertad dentro de cada
esclavo es como un leño seco en relación con el fuego. El leño seco no puede
arder por sí mismo pero puede ser encendido desde fuera. A menos que no haya
algo en el hombre que no esté sujeto a convertirlo, sería insensato hablar de
salvación. El fumador excesivo, el vicioso de drogas, el alcohólico con todas
las cadenas que le aherrojan, quieren sin embargo ser liberados de la
esclavitud. No ha existido hombre en cautiverio que no haya atisbado a través
de las rejas de su prisión y anhelado ser libre. La cerradura permite la
libertad, pero la cerradura precisa de llave. Como el prisionero o el narcómano
no tiene la llave, puede perseguir su aniquilamiento por suicidio en aras de la
desesperación. Tal desesperación descarta la posibilidad de existencia de llave
para la cerradura y la llave está en poder de alguien.
La desesperación produce a veces tanto un
odio profundo hacia Dios como la fe produce el amor a Dios. La rebelión por
desesperación es una reacción y la otra es la búsqueda abierta por la llave y
el carcelero. Todo el mundo experimenta bien la ausencia de Dios o bien la
presencia de Dios. La ausencia se siente cuando hay renuencia a la enmienda. La
ausencia es para Dios como la sed para el agua y el hambre para los alimentos.
La presencia se siente cuando se enfrenta uno a las propias faltas y busca el
auxilio del Médico.
La salvación nunca es forzada. “Me detengo a
la puerta y llamo”. Dios no echa puertas abajo. No existen permisos legales
divinos para la invasión de la libertad. El perro no está por fuera de la
puerta sino por dentro. En el infierno continúa la libertad. Todo el mundo
tiene lo que quiere: separación o unión. La posibilidad de salvación puede compararse
con una ciudad en tiempo de epidemia.
Un científico encuentra el remedio luego de
ardua labor y dedicación. Cuando se inocula en las venas, la consecuencia es
curación inmediata del enfermo. Se hacen llamados por la radio; el antídoto es
gratuito; es por lo tanto, como una gracia de salvación. Es concebible que
algunos enfermos se rebelen contra el anuncio: “Nunca vi la droga. ¿Por qué he
de ir al laboratorio? Que el médico venga a verme. De este ataque de cólera me
curaré yo mismo. Los que están poniéndose la vacuna están utilizando la ciencia
como una muleta”. Aquí hay odio en la ausencia de curación, así como en otros
hay salud en la presencia de curación.
La salvación no es violencia de la
personalidad; tampoco es cruce forzado de los límites de la libertad. Es más
bien, la rendición de uno a otro. Es la pérdida de la vida propia en nombre de
Cristo para encontrar de nuevo la vida en Él. El énfasis excesivo en el “yo” en
nosotros es el mayor obstáculo a la visión del “Tu”. En el infierno sólo una
forma de lenguaje se usa: “yo”. Y como el egoísta canta “Yo quiero ser yo”, los
“yos” se conjuntan. Por esto es que es infierno, un lugar que rechaza la salvación. El cielo
no es sólo el disfrute de conquistar la epidemia sino agradecer y amar al Salvador.
En resumen:
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