(PASIONALES Y DOLOROSAS)
I
En la calma solemne del
crepúsculo,
honda pena me invade,
y del pasado de mi vida
inquieta,
me abismo en lo insondable.
De súbito mis ojos en
copiosas
lágrimas se deshacen…
¡Es que, allí en mis
profundos, el recuerdo
evoco de mi madre!
II
Yo la he visto radiante de
hermosura,
de lujo y elegancia;
de todos con vehemencia
requerida;
de todos envidiada.
Y la he visto después yacente en lecho
de benéfica sala,
sin nadie que velase su
cadáver,
toda rígida y blanca.
III
Olvidados en el campo de
batalla,
insepultos yacen los
soldados muertos;
los que en pro de un ideal
que no sentían,
con valor, ya que sin fe, su
sangre dieron.
(Parece que está incompleta; la página siguiente de mi archivo se ha extraviado y no me ha sido posible recuperarla ni aún por los medios digitales... A cambio va la famosa rima).
Del salón en el ángulo oscuro,
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez
olvidada,
silenciosa y cubierta de
polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus
cuerdas
como el pájaro duerme en las
ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces
el genio
así duerme en el fondo del
alma,
y una voz, como Lázaro,
espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».
que le diga: «¡Levántate y anda!».
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