Eduardo Gonzalez-Viaña con
Walter Palacios Vinces y 48 personas más.
Ayer a la 1:34 · Salem
(Oregón), OR, Estados Unidos ·
Por Eduardo González Viaña
La Real Academia y las
zapatillas Nike
Me acaba de llegar un diploma
de la Real Academia de la Lengua acreditándome como miembro, y estoy a punto de
creer que todos los hechos extraordinarios que ocurren en mi vida proceden de
un gran pecado mortal que cometí cuando tenía nueve años.
No había estudiado la
lección de Catecismo, y, como si lo adivinara, el padre Francisco, un vasco de
ojos profundos, me señaló con el dedo: ¿Qué es Dios?
En vista de que no sabía al
pie de la letra la respuesta, comencé a hacer una descripción de los atributos
del ser supremo, pero el sacerdote me interrumpió:
-Estás hablando de tres
personas distintas... ¿Quieres decir que el Padre es anterior al Hijo?
Me parecía lógico, y asentí.
A mi respuesta, sucedió la condena:
-¡Arriano!… Niños: estos son
los arrianos, los que entregaron España a los moros…
No lo sabía yo entonces. Más
tarde, leí que el arrianismo había sido una doctrina divulgada en los primeros
siglos de la era cristiana. Según la misma, el Hijo de Dios era posterior al
Padre, había sido creado por Él, y por ende no era completamente Dios.
La tesis de Arrio, obispo de
Constantinopla, sería causa de concilios, ejecuciones y guerras. La España que
invadieron los árabes estaba profundamente dividida entre los reyes visigodos
arrianos y aquellos otros ortodoxos que profesaban la doctrina oficial según la
cual las tres personas coexistieron desde la eternidad.
El padre Francisco culpaba a
los arrianos por la dominación musulmana. Centenares de años después y en otro
continente, a mis nueve años de edad, mi error doctrinario me convertía en un
infame hereje. Me levanté de la banca de la iglesia y caminé hasta la puerta
sosteniendo sobre mis hombros la pesada culpa de haber entregado a la Madre
Patria.
¿Tendría yo salvación? ¡Ni
pensarlo! Durante la misa del domingo, nuestro párroco se refirió a un
caballero que había fallecido hacía poco: “No venía a misa ni frecuentaba los
sacramentos. Tuvo suerte de que le diera la extremaunción, y se salvó. Irá al
purgatorio y permanecerá dos meses.”
Ante tan breve condena, los
deudos respiraron tranquilos. “…Pero, debéis recordar que una sola hora de
fuego en el purgatorio equivale a diez mil años aquí.”
Conmigo fue clemente. Me
ofreció que mi herejía sería perdonada si es que, cuando fuera mayor, hacía a
pie el Camino hacia Santiago de Compostela… descalzo.
El otro sacerdote de la
parroquia, el padre Alfonso, un melancólico gallego apasionado de la
literatura, aceptó conmutarme la pena en el caso de que, ya adulto, fuera
aceptado como miembro de la Real Academia de la Lengua.
Caminar descalzo a Santiago
de Compostela me parecía un infierno. En cuanto a lo otro, pensaba que era más
fácil recibirme de santo.
Y sin embargo, un milagro ha
ocurrido. Luego de un viaje al Perú, acabo de regresar a mi casa de Salem, y
encuentro -sobre varios kilos de correspondencia- un rollo que ha dado varias
veces la vuelta al mundo para buscarme.
Me lo enviaron desde Madrid
en abril del 2015 y llegó primero a Nueva York. De allí lo mandaron a mi casa,
pero con dirección equivocada. Devuelto por el correo a Nueva York, siguió el
camino hacia Madrid otra vez. Esas idas y vueltas han significado tantos meses
como los de mi ausencia, y en el momento en que lo saco del tubo resulta ser un
Diploma de la Real Academia que me proclama Miembro Correspondiente.
No recordaba que la RAE
reconoce como miembro correspondiente a quien es Numerario en una de las otras
21 academias del mundo, y yo había recibido ese honroso nombramiento en abril
de 2015 de parte de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE).
Voy a sacar una fotocopia
pequeña del diploma de la Real Academia. La guardaré en un bolsillo de la
camisa, y la próxima vez que haga el camino de Santiago, recordaré al padre
Francisco, pero iré calzado, con mi carnet de santo y zapatillas Nike.
(Por ser recuentos históricos de nuestros contemporáneos, Gutiérrez y González, van enmarcados en un solo día, 8 de febrero, por una feliz y grata coincidencia. No había por qué esperar el día de mañana para congratularnos y dar nuevas vueltas al mundo llevando la gran noticia: La Real Academia Española atendiendo a los conocimientos lingüísticos, méritos literarios y demás circunstancias favorables de D. Eduardo González-Viaña decidió nombrarlo, en su Junta de 23 de abril de 2015 Académico Correspondiente en Estados Unidos y para hacerlo así constar, se le expide este documento autorizado con el sello mayor de la Corporación. Madrid, 24 de Abril de 2015).
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