“Hesperornis regalis Marsh”,
“Hesperornis regalis Marsh” y “Hesperornis crassipes Marsh” son nombres de
pájaros, pero de pájaros que nadie ha visto a no ser con los ojos de la
imaginación. Se les dio estos nombres por Othniel C.
Marsh, el primer profesor de paleontología de los Estados Unidos, hombre que
vivió una vida de ideales o por lo menos una vida que muchos consideran ideal.
Era hombre rico, bien educado, fue
famoso y – lo más importante de todo –
llevó una existencia de trabajo en el cual jamás perdió el interés y que él
consideraba de más extraordinaria importancia.
Paleontología es el estudio de la vida en
épocas geológicas pasadas, conocidas principalmente por fósiles e impresiones y
vestigios de animales y plantas de la antigüedad.
Marsh (1831-1899) tuvo la suerte de tener un
tío rico que no sólo le pagó su educación en escuelas preparatorias primero y
después en la universidad de Yale. Este tío, George Peabody, fue fundador de la
firma bancaria y de corretaje de bolsa que llegó luego a conocerse con el
nombre de J. P. Margan Co. Vivió en un castillo en Escocia, desde donde
prodigó su dinero a clientes ávidos, universidades y familiares.
Sufragó los gastos de la afición de su
sobrino Othniel a la paleontología dándole a la Universidad de Yale el dinero
necesario para el Museo Peabody de Historia Natural. Yale nombró después
catedrático a Marsh, quien desde entonces dedicó el resto de su vida a acumular
fósiles y a escribir sobre ellos.
Su descubrimiento de fósiles de pájaros
antiquísimos como el “hesperornis regalis” fue un gran triunfo y la primera
monografía que escribió Marsh fue sobre ellos. En ella explicaba la evolución
de serpientes a pájaros. Charles Darwin escribió a Marsh: “Sus pájaros son la
mejor prueba de la teoría de la evolución”.
Marsh se anotó también un gran triunfo en el
estudio de la evolución del caballo. Encontró los restos de unos 30 caballos
antiquísimos y demostró que eran indígenas de la América del Norte, aunque no
había aquí caballos cuando el hombre
blanco llegó al continente americano.
Toda esta fama suya en la literatura científica y popular no fue nada comparado con la que
alcanzó al crear la palabra “dinosaurio” , combinación de las palabras griegas
“terrible” y “lagarto”. Describió 80 clases de dinosaurios y convirtió la
palabra en término corriente en hogares de Europa y América.
Entre estos grandes animales,
recobrados en cuencas ricas en fósiles
de los estados de Colorado y Wyoming, figuran el “brontosaurio” (trueno y lagarto),
el “estegosaurio” (Lagarto con techo) y el “titanosaurio” (lagarto titán).
Desdichadamente, Marsh pasó
gran parte de su vida en una polémica constant e interminable con Edward Cope,
otro paleontólogo que había hecho el primer hallazgo de fósiles en el estado de
Colorado.
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