(Redactado 19 de febrero)
El teólogo brasileño
Leonardo Boff consideró hoy en Santo Domingo que el calentamiento global, el
principio de autodestrucción, la incapacidad de la tierra para renovarse y la
escasez de agua son las cuatro grandes amenazas que hacen peligrar la
existencia de la vida humana tal y como se conoce.
Boff, uno de los principales
exponentes de la Teología de la Liberación y consumado ecologista, pronunció
una conferencia en el Palacio Nacional dominicano en presencia del presidente
del país, Danilo Medina, la vicepresidenta, Margarita Cedeño de Fernández, y
altos cargos del Gobierno.
Uno de los grandes problemas
que se avecinan será, según Boff, el que causará 100 millones de
"emigrados ecológicos" que, afectados por la falta de agua, no
aceptarán ese "veredicto de muerte" y procederán a invadir países y
territorios.
"Apenas el 10 por
ciento del 0,07 por ciento del agua potable (aprovechada) es destinada al
consumo humano y animal, con lo cual tenemos que prepararnos para una
emergencia humanitaria con categoría de catástrofe ecológica y social sin
precedentes en el mundo", aseguró Boff.
El exsacerdote y escritor
lamentó la "maquinaria de muerte" que, a su juicio, ha impuesto el
hombre sobre la tierra y la naturaleza, aunque consideró que "aún hay algo
de tiempo" para redimir al planeta.
"Tenemos que realizar
un cambio radical de corazón y mente; no tenemos tradición de cultivar el
espíritu para brindar amor, solidaridad, disfrutar de la alegría de compartir,
de considerarnos hermanos, de saber perdonar y ofrecer compasión; esos son los
valores de la vida del espíritu", exclamó Boff ante un atestado salón
palaciego que aplaudió sus palabras.
Boff, que basó su
conferencia en el tema medioambiental, aprovechó la ocasión para condenar la
intervención de "potencias extrañas" en Latinoamérica, y calificó de
"vergüenza" las dos intervenciones armadas de Estados Unidos a la
República Dominicana el siglo pasado.
Además, criticó el
"capitalismo salvaje" que, consideró, tocó fondo en la crisis de la
economía mundial de 2008, y en varias oportunidades se refirió positivamente a
la encíclica del papa Francisco "Laudato Si".
El teólogo llamó a cuidar
Latinoamérica, que llamó "nuestra casa común", al afirmar que es la
mayor reserva de biodiversidad, agua y bosques húmedos del mundo.
"América Latina puede
ser la mesa puesta para hacer frente al hambre y la sed de todo el mundo.
Tenemos que garantizar esa herencia sagrada no solo para nosotros, sino para
toda la humanidad", dijo Boff, quien agradeció a Dios que la región esté
"un poco al margen" de los grandes conflictos armados que sufre el
mundo.
Alertó de que la tierra ha
sobrepasado en un 30 % su capacidad para regenerarse debido a la sobrecarga que
le ha impuesto la humanidad.
"La
tierra tiene vida sobre ella misma, es un superente vivo que física, biológica
y químicamente siempre produce, reproduce vida, eso significa reacción la
fiebre producida por la forma como nosotros nos relacionamos con ella, con una
alta agresividad", afirmó.
Boff dijo que de acuerdo con
datos de la comunidad científica de Estados Unidos, el calentamiento abrupto de
la tierra en los próximos 15 o 20 años podría llegar a los 4 o 5 grados.
"Con esa temperatura,
la vida que conocemos no va a continuar; debemos tener el cuidado de mirar
hacia una estrategia de supervivencia de la especie humana y el futuro de
nuestra civilización", sentenció.
UNA CULTURA CUYO CENTRO ES EL CORAZÓN
Nuestra cultura, a partir
del llamado siglo de las luces (1715-1789) aplicó de forma rigurosa la
comprensión de René Descartes (1596-1650) de que el ser humano es “señor y
maestro” de la naturaleza y puede disponer de ella a su antojo. Confirió un
valor absoluto a la razón y al espíritu científico: Lo que no consigue pasar
por la criba de la razón, pierde legitimidad. De aquí se derivó una severa
crítica a todas las tradiciones, especialmente a la fe cristiana tradicional.
Con esto se cerraron muchas
ventanas del espíritu que permiten también un conocimiento sin que pase
necesariamente por los cánones racionales. Ya Pascal notó ese reduccionismo
hablando en sus Pensamientos de la logique du coeur (“el corazón tiene razones
que desconoce la razón”) y del esprit de finesse, que se distingue del esprit
de géométrie, es decir, de la razón calculadora e instrumental analítica.
Pero lo más marginado y
hasta difamado fue el corazón, órgano de la sensibilidad y del universo de las
emociones, bajo el pretexto de que atropellaría “las ideas claras y distintas”
(Descartes) del mirar científico. Así surgió un saber sin corazón, pero
funcional al proyecto de la modernidad, que era y sigue siendo el de hacer del
saber un poder, un poder como forma de dominación de la naturaleza, de los
pueblos y de las culturas. Esa fue la metafísica (la comprensión de la
realidad) subyacente a todo el colonialismo, al esclavismo y eventualmente a la
destrucción de los diferentes, como las ricas culturas de los pueblos
originarios de América Latina (recordemos a Bartolomé de las Casas con su
Historia de la destrucción de las Indias).
Curiosamente toda la
epistemología moderna que incorpora la mecánica cuántica, la nueva
antropología, la filosofía fenomenológica y la psicología analítica han
mostrado que todo conocimiento viene impregnado de las emociones del sujeto, y
que sujeto y objeto están indisolublemente vinculados, a veces por intereses
ocultos (J. Habermas).
A partir de tales constataciones
y con la experiencia despiadada de las guerras modernas se pensó en rescatar el
corazón. Al fin y al cabo, en él reside el amor, la simpatía, la compasión, el
sentido del respeto, la base de la dignidad humana y de los derechos
inalienables. Michel Mafessoli en Francia, David Goleman en Estados Unidos,
Adela Cortina en España, Muniz Sodré en Brasil y tantos otros por todo el
mundo, se han empeñado en rescatar la inteligencia emocional o la razón
sensible o cordial. Personalmente estimo que frente a la crisis generalizada de
nuestro estilo de vida y de nuestra relación con la Tierra, sin la razón
cordial no nos moveremos para salvaguardar la vitalidad de la Madre Tierra y
garantizar el futuro de nuestra civilización.
Esto que nos parece nuevo y
una conquista –los derechos del corazón–, era el eje de la grandiosa cultura
maya en América Central, particularmente en Guatemala. Como no pasaron por la
circuncisión de la razón moderna, guardan fielmente sus tradiciones, que vienen
a través de las abuelas y los abuelos a lo largo de generaciones. Su principal
texto escrito, el Popol Vuh, y los libros de Chilam Balam de Chumayel
testimonian esa sabiduría.
Participé muchas veces en
celebraciones mayas con sus sacerdotes y sacerdotisas. Se hace siempre alrededor
del fuego. Comienzan invocando al corazón de los vientos, de las montañas, de
las aguas, de los árboles y de los antepasados. Hacen sus invocaciones en medio
de un incienso nativo perfumado que produce mucho humo.
Oyéndolos hablar de las
energías de la naturaleza y del universo, me parecía que su cosmovisión era muy
afín, guardadas las diferencias de lenguaje, a la de la física cuántica. Todo
para ellos es energía y movimiento, entre la formación y la desintegración
(nosotros diríamos: la dialéctica del caos-cosmos) que dan dinamismo al
Universo. Eran eximios matemáticos y habían inventado el número cero. Sus
cálculos del curso de las estrellas se aproximan en muchas cosas a lo que
nosotros con los modernos telescopios hemos alcanzado.
Bellamente dicen que todo lo
que existe nació del encuentro amoroso de dos corazones, el corazón del Cielo y
el corazón de la Tierra. Esta, la Tierra, es Pacha Mama, un ser vivo que
siente, intuye, vibra e inspira a los seres humanos. Estos son los “hijos
ilustres, los indagadores y buscadores de la existencia”, afirmaciones que nos
recuerdan a Martin Heidegger.
La esencia del ser humano es
el corazón que debe ser cuidado para ser afable, comprensivo y amoroso. Toda la
educación que se prolonga a lo largo de la vida consiste en cultivar la
dimensión del corazón. Los Hermanos de la Salle tienen en la capital Guatemala
un inmenso colegio –Prodessa– donde jóvenes mayas viven en internado, bilingüe,
donde se recupera y se sistematiza la cosmovisión maya al mismo tiempo que
asimilan y combinan saberes ancestrales con los modernos, ligados especialmente
a la agricultura y a relaciones respetuosas con la naturaleza.
Me complace terminar con un
texto que una mujer maya sabia me pasó al final de un encuentro sólo con
indígenas mayas: “Cuando tienes que escoger entre dos caminos, pregúntate cuál
de ellos tiene corazón. Quien escoge el camino del corazón nunca se equivocará”
(Popol Vuh).
Leonardo BOFF/ 19-febrero-16
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