lunes, 1 de febrero de 2016

EL LIBRO DE CABECERA DE SEI SHONAGON / Javier SOLOGUREN

POCO ES lo que se sabe de Sei Shonagon, la célebre autora de El libro de cabecera. Nacida probablemente en el año 965, fue dama de honor en la corte de Heiankio (la capital de la Paz, antiguo nombre de Kioto) destinada al servicio de la princesa  Sadako quien murió en el año 1000. El Libro de cabecera fue escrito en los primeros años del siglo XI. Sobre los últimos tramos de su vida, sólo existen conjeturas. Las certezas nos las ofrece el libro.
Sei es una aguda y sensual observadora de su entorno palaciego que rescata con sorprendente vivacidad y riqueza. Su atención es múltiple; al parecer nada le es indiferente o ajeno; predilecciones,  aversiones y burlas desfilan sin tregua a lo largo de sus vívidas páginas. Su libro constituye una seductora miscelánea cuya escritura se produce con el más encantador albedrío y bajo una sutil e invasora atmósfera poética.
No se busque, pues,  en el Libro de cabecera un orden cronológico, tal como es propio de los diarios y memorias. Su mayor característica formal corresponde al género zuihitsu: obras escritas “al correr del pincel”. De ahí, en parte, su frescor inmarcesible.
   Señalemos de paso un aspecto resaltante de su estilo tan deliciosamente personal: Sei se complace en las enumeraciones, muy variadas, de cosas y hechos que la inducen a un juego de clasificaciones de acuerdo con las impresiones que aquellos le provocan.
   Sei, con esta obra única, al lado de El cuento de Genji de Murasaki-shikibu, alcanza  una de las más altas cimas de la literatura japonesa de todos los tiempos, haciéndonos partícipes de la vida regalada y refinada, a la par que tediosa, de aquella lejana corte enmarcada entre los siglos IX y XII y en su momento cenital.


En Primavera la aurora…
En Primavera la aurora es lo más bello.
Cuando la luz se desliza sobre las colinas, sus contornos se tiñen
de un rojo desmayado y jirones de nubes purpúreas flotan sobre ellas.
En Verano, las noches.
No sólo cuando brilla la luna sino también cuando la noche es oscura
y las luciérnagas revoletean entrecruzándose,
y aun cuando  llueve, ¡qué bello!
En Otoño, las tardes,  cuando el rutilante sol se hunde al borde de las colinas
y los cuervos regresan a sus nidos de tres, de cuatro y de dos;
más encantadora aún es una bandada de gansos salvajes,
cual manchitas en el cielo distante.
Cuando se pone el sol, el corazón se conmueve con el sonido del viento
y el zumbido de los insectos.
En Invierno, la madrugada. Es, en verdad, 
bello cuando la nieve ha caído durante la noche,
pero también espléndido cuando el suelo está blanco de granizo;
o aun  sin nieve ni granizo, cuando simplemente hace mucho frío
y los criados corren de una estancia a otra para remover el fuego
y echar el carbón; ¡cuán apropiado a la estación!
Pero cuando llega el mediodía y se disipa el frío,
nadie se preocupa de mantener prendidos los braceros
y luego no quedan sino cúmulos de cenizas blancas.

   Cosas que aceleran  los latidos del corazón
   Gorriones alimentando a sus crías.
Pasar por un lugar donde juegan niños.
Dormir en una habitación donde se ha quemado incienso fino.
Advertir que nuestro elegante espejo chino se ha empañado.
Ver que un caballero ha detenido su carruaje delante de nuestra puerta
e imparte instrucciones a sus servidores
para que anuncien su llegada.
Lavarse el cabello, arreglarse y vestirse con ropas perfumadas;
aunque ni un alma nos vea, estas actividades nos producen un placer íntimo.
Es de noche y estamos esperando a un visitante.
De pronto, nos sobresaltamos con el sonido de las gotas de lluvia
que el viento arroja contra las persianas.


   Instrumentos de viento
   Me encanta el sonido de la flauta: es hermoso sentirla a la distancia
 y a medida que se acerca y también cuando la tocan junto a uno
y luego se alejan hasta que el sonido se hace más tenue.
   No hay nada  tan encantador como un hombre que siempre lleva su flauta cuando sale a caballo o a pie.
Aunque tiene la flauta escondida entre sus ropas y realmente  se le puede ver,
nos es grato saber que está allí.
   Me gusta, en especial, escuchar melodías familiares
tocadas en una flauta. También es muy agradable encontrar al amanecer,
junto a nuestra almohada, la flauta que ha dejado un caballero
que nos ha visitado;
de inmediato nos manda a un mensajero para recoger el instrumento
y cuando se lo entregamos cuidadosamente envuelto,
parece una elegante carta de la mañana siguiente. *
   La flauta armónica es deliciosa cuando se le escucha desde un carruaje
en una brillante noche de luna.
Es cierto que es voluminosa y bastante difícil de tocar
 -¡y  la cara que pone la gente cuando la sopla!—pero también es cómico ver
a los que tocan las flautas comunes.
La chirimía es un instrumento muy agudo, siendo el grillo el insecto otoñal al que más se parece.
   Hace un ruido terrible, especialmente cuando se le toca mal
y es algo que no se quiere oír de cerca.
Recuerdo uno de los Festivales Especiales de Kamo,
cuando los músicos  aún no se habían presentado ante el Emperador.
Se podía oír el sonido de sus flautas detrás de los árboles
y yo pensaba lo delicioso que era oírlas cuando de pronto,
se unieron a ellas las chirimías. Cada vez el sonido era más estridente
hasta que a las damas -- aun las que estaban más bellamente arregladas—
se les pusieron los pelos de punta. Entonces, la procesión pasó delante del Emperador con todos los instrumentos de cuerda y viento
tocados en espléndida armonía.

+ “Carta de la mañana siguiente”: Se refiere a la carta que solía enviar un hombre a una dama de la Corte con la que había pasado la noche, en la que expresaba sus sentimientos  mediante un poema.

Traducido por Ilia Bolaños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario