POCO ES lo que se sabe de Sei Shonagon, la célebre autora
de El libro de cabecera. Nacida
probablemente en el año 965, fue dama de honor en la corte de Heiankio (la
capital de la Paz, antiguo nombre de Kioto) destinada al servicio de la
princesa Sadako quien murió en el año
1000. El Libro de cabecera fue
escrito en los primeros años del siglo XI. Sobre los últimos tramos de su vida,
sólo existen conjeturas. Las certezas nos las ofrece el libro.
Sei es una aguda y sensual observadora de su entorno
palaciego que rescata con sorprendente vivacidad y riqueza. Su atención es
múltiple; al parecer nada le es indiferente o ajeno; predilecciones, aversiones y burlas desfilan sin tregua a lo
largo de sus vívidas páginas. Su libro constituye una seductora miscelánea cuya
escritura se produce con el más encantador albedrío y bajo una sutil e invasora
atmósfera poética.
No se busque, pues,
en el Libro de cabecera un orden cronológico, tal como es propio de los
diarios y memorias. Su mayor característica formal corresponde al género
zuihitsu: obras escritas “al correr del pincel”. De ahí, en parte, su frescor
inmarcesible.
Señalemos de
paso un aspecto resaltante de su estilo tan deliciosamente personal: Sei se
complace en las enumeraciones, muy variadas, de cosas y hechos que la inducen a
un juego de clasificaciones de acuerdo con las impresiones que aquellos le
provocan.
Sei, con esta
obra única, al lado de El cuento de Genji de Murasaki-shikibu, alcanza una de las más altas cimas de la literatura
japonesa de todos los tiempos, haciéndonos partícipes de la vida regalada y
refinada, a la par que tediosa, de aquella lejana corte enmarcada entre los
siglos IX y XII y en su momento cenital.
En Primavera la aurora…
En Primavera la aurora es lo
más bello.
Cuando la luz se desliza
sobre las colinas, sus contornos se tiñen
de un rojo desmayado y
jirones de nubes purpúreas flotan sobre ellas.
En Verano, las noches.
No sólo cuando brilla la
luna sino también cuando la noche es oscura
y las luciérnagas revoletean
entrecruzándose,
y aun cuando llueve, ¡qué bello!
En Otoño, las tardes, cuando el rutilante sol se hunde al borde de
las colinas
y los cuervos regresan a sus
nidos de tres, de cuatro y de dos;
más encantadora aún es una
bandada de gansos salvajes,
cual manchitas en el cielo
distante.
Cuando se pone el sol, el
corazón se conmueve con el sonido del viento
y el zumbido de los
insectos.
En Invierno, la madrugada.
Es, en verdad,
bello cuando la nieve ha
caído durante la noche,
pero también espléndido
cuando el suelo está blanco de granizo;
o aun sin nieve ni granizo, cuando simplemente hace
mucho frío
y los criados corren de una
estancia a otra para remover el fuego
y echar el carbón; ¡cuán
apropiado a la estación!
Pero cuando llega el
mediodía y se disipa el frío,
nadie se preocupa de
mantener prendidos los braceros
y luego no quedan sino
cúmulos de cenizas blancas.
Cosas
que aceleran los latidos del corazón
Gorriones alimentando a sus crías.
Pasar por un lugar donde
juegan niños.
Dormir en una habitación
donde se ha quemado incienso fino.
Advertir que nuestro
elegante espejo chino se ha empañado.
Ver que un caballero ha
detenido su carruaje delante de nuestra puerta
e imparte instrucciones a
sus servidores
para que anuncien su
llegada.
Lavarse el cabello,
arreglarse y vestirse con ropas perfumadas;
aunque ni un alma nos vea,
estas actividades nos producen un placer íntimo.
Es de noche y estamos
esperando a un visitante.
De pronto, nos sobresaltamos
con el sonido de las gotas de lluvia
que el viento arroja contra
las persianas.
Instrumentos
de viento
Me encanta el sonido de la flauta: es
hermoso sentirla a la distancia
y a medida que se acerca y también cuando la
tocan junto a uno
y luego se alejan hasta que
el sonido se hace más tenue.
No hay nada
tan encantador como un hombre que siempre lleva su flauta cuando sale a
caballo o a pie.
Aunque tiene la flauta
escondida entre sus ropas y realmente se
le puede ver,
nos es grato saber que está
allí.
Me gusta, en especial, escuchar melodías
familiares
tocadas en una flauta.
También es muy agradable encontrar al amanecer,
junto a nuestra almohada, la
flauta que ha dejado un caballero
que nos ha visitado;
de inmediato nos manda a un
mensajero para recoger el instrumento
y cuando se lo entregamos
cuidadosamente envuelto,
parece una elegante carta de
la mañana siguiente. *
La flauta armónica es deliciosa cuando se le
escucha desde un carruaje
en una brillante noche de
luna.
Es cierto que es voluminosa
y bastante difícil de tocar
-¡y la
cara que pone la gente cuando la sopla!—pero también es cómico ver
a los que tocan las flautas
comunes.
La chirimía es un instrumento
muy agudo, siendo el grillo el insecto otoñal al que más se parece.
Hace un ruido terrible, especialmente cuando
se le toca mal
y es algo que no se quiere
oír de cerca.
Recuerdo uno de los
Festivales Especiales de Kamo,
cuando los músicos aún no se habían presentado ante el
Emperador.
Se podía oír el sonido de
sus flautas detrás de los árboles
y yo pensaba lo delicioso
que era oírlas cuando de pronto,
se unieron a ellas las
chirimías. Cada vez el sonido era más estridente
hasta que a las damas -- aun
las que estaban más bellamente arregladas—
se les pusieron los pelos de
punta. Entonces, la procesión pasó delante del Emperador con todos los
instrumentos de cuerda y viento
tocados en espléndida
armonía.
+ “Carta de la mañana
siguiente”: Se refiere a la carta que solía enviar un hombre a una dama de la
Corte con la que había pasado la noche, en la que expresaba sus
sentimientos mediante un poema.
Traducido por Ilia Bolaños.
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