Y según predomina uno o el
otro, cada cual desarrollará una vida distinta; de ello tenemos aquí dos
elocuentes ejemplos en los que puede verse cómo esto es verdad.
Si todos fuéramos iguales, si todos
tuviéramos más o menos las iguales repulsiones e idénticas preferencias, el
mundo sería indudablemente muy aburrido. Por eso debemos dar gracias a Dios de
las diferencias en que cada cual basa su propia personalidad. En unos hombres
está alerta la imaginación, mientras que en otros sobresale el raciocinio. Unos
son hábiles manualmente y otros torpes.
Aquel prefiere la tranquilidad del
laboratorio y el de más allá el ajetreo peligroso de una carrera de
automóviles. El boxeador no puede parecerse al orfebre, como la bailarina será
siempre diferente que el ama de casa dedicada al hogar y a la familia.
En la terraza del famoso Arco de Triunfo de París, Dominique Weeb y Silvia Moreau experimentan una vez más la famosa experiencia de la levitación; la bella Silvia parece volar durante unos minutos.
Consecuencias de estas disimilitudes, son los tan distintos trabajos realizados
por los dos grupos a los que se refiere esta nota. Uno de ellos presenta el
ingenio agudo: el de los magos; el otro, por el contrario, la forma más ruda de
producirse: los leñadores. Complementarios uno de otro, esas diferencias dan
color a este mundo en que vivimos. Los magos celebran cada año su festival, el
último reunido en el Olimpia de París, donde fueron tomadas las fotos que se
acompañan. Los leñadores se reúnen también cada año en la competencia
internacional, la última en la villa Zwiesel, de Baviera, Alemania, de donde
proceden las fotos. De este modo tenemos la imagen de ambos extremos: el barro
y el espíritu.
El ganador general, el francés Pierre Poirot, realiza una muestra de cortar troncos en condiciones muy difíciles.
HABLEMOS / 1968.
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