......Crecí en un ambiente de manejo y buen uso de los libros. En la casa de mis abuelos, Salpo, funcionaba la Biblioteca Popular creada por el Padre Félix E. Merino, quien encargara a la familia Calderón continuar con el servicio por razón de su cambio, permitiéndome el mayor acceso a ellos. Veía que lo primero que hacían los lectores era "lavarse las manos". A mis pocos años sabía que existían "los libros prohibidos", novelas. Mi madre era una de las buenas lectoras y yo recuerdo haber leído "Páginas escogidas" de León Bloy. Fui marcado por éste. Inmediatamente escogí lo que creía que era el mejor de sus párrafos y los copié aparte. Mi abuelo, Wenceslao, tenía su propia biblioteca, formada más por los "no tan santas lecturas" para sus hijos.
Llego con mis 13 años a la biblioteca privada, poco frecuentada, de los padres claretianos por razón de mi ingreso al Seminario de San Carlos y San Marcelo. De allí saco extractos de libros de diversos temas, inclusive uno del presidente del Ecuador, Gabriel García Moreno, que para mi circunstancia, no sabía, más bien aprobaba la dictadura teocrática de total intransigencia religiosa que ejerció.
Paso a Lima para estudiar Teología en el Seminario de Santo Toribio y allí sí encuentro una gran biblioteca en un lugar preferente. A la entrada del edificio existía, además, una Librería para obtener sus propios libros permitiéndome, en adelante, subrayar, señalar con notas algunas de sus páginas para usarlas en tiempo oportuno.
A mi salida de éste, (1961), me suscribo a la Editorial de la revista mensual Selecciones del Reader´s Digest para tener la colección completa de sus obras: Biblioteca de Selecciones, muchas de las cuales lamentablemente no han sido leídas por segunda vez. Otro tanto hago para obtener los 7 volúmenes de discos promocionados por la misma Editorial.
Periódicamente compro algún libro de renombre. A Isabel Allende la he leído en libros prestados, préstamos de un familiar que me encargó comprarlos. Puedo repetir con gratitud: "Jamás he carecido de lo que me era necesario".
Cuando visitaba la casa de San Martín encontraba libros en la mesa del comedor destinados a lectores que lo solicitaban o para ser colocados en la respectiva estantería de la biblioteca del tío Andrés. A tiempo él regaló muchos de sus libros al Seminario de Moche y de los pocos que quedaron, yo me hice dueño de algunos porque obedecía a mi capacidad de hacer una nueva selección.
Estas son mis raíces para sustentar lo que decía en el primer perfil: No me considero escritor sino editor.
Me gusta publicar aquello que no se logra olvidar. Editar es un modo de compartir lo disfrutado. No se puede ser tan egoísta de quedarse uno solo con el placer de una buena lectura. El título del blog "compartiendo la palabra escrita", los mensajes recibidos, expresa mi especial afición. Cuando haya necesidad de alindar, embellecer un tema, hay que hacerlo. No queda otra alternativa. Inclusive, se tiene la facultad de corregir al autor. (¿Sana soberbia?)
El simple copista copia los mismos errores del autor, el especialista los corrige. Allí está su mérito.
Llego con mis 13 años a la biblioteca privada, poco frecuentada, de los padres claretianos por razón de mi ingreso al Seminario de San Carlos y San Marcelo. De allí saco extractos de libros de diversos temas, inclusive uno del presidente del Ecuador, Gabriel García Moreno, que para mi circunstancia, no sabía, más bien aprobaba la dictadura teocrática de total intransigencia religiosa que ejerció.
Paso a Lima para estudiar Teología en el Seminario de Santo Toribio y allí sí encuentro una gran biblioteca en un lugar preferente. A la entrada del edificio existía, además, una Librería para obtener sus propios libros permitiéndome, en adelante, subrayar, señalar con notas algunas de sus páginas para usarlas en tiempo oportuno.
A mi salida de éste, (1961), me suscribo a la Editorial de la revista mensual Selecciones del Reader´s Digest para tener la colección completa de sus obras: Biblioteca de Selecciones, muchas de las cuales lamentablemente no han sido leídas por segunda vez. Otro tanto hago para obtener los 7 volúmenes de discos promocionados por la misma Editorial.
Periódicamente compro algún libro de renombre. A Isabel Allende la he leído en libros prestados, préstamos de un familiar que me encargó comprarlos. Puedo repetir con gratitud: "Jamás he carecido de lo que me era necesario".
Cuando visitaba la casa de San Martín encontraba libros en la mesa del comedor destinados a lectores que lo solicitaban o para ser colocados en la respectiva estantería de la biblioteca del tío Andrés. A tiempo él regaló muchos de sus libros al Seminario de Moche y de los pocos que quedaron, yo me hice dueño de algunos porque obedecía a mi capacidad de hacer una nueva selección.
Estas son mis raíces para sustentar lo que decía en el primer perfil: No me considero escritor sino editor.
Me gusta publicar aquello que no se logra olvidar. Editar es un modo de compartir lo disfrutado. No se puede ser tan egoísta de quedarse uno solo con el placer de una buena lectura. El título del blog "compartiendo la palabra escrita", los mensajes recibidos, expresa mi especial afición. Cuando haya necesidad de alindar, embellecer un tema, hay que hacerlo. No queda otra alternativa. Inclusive, se tiene la facultad de corregir al autor. (¿Sana soberbia?)
El simple copista copia los mismos errores del autor, el especialista los corrige. Allí está su mérito.
En el arte es tan importante la forma como el fondo. Así que su trabajo de editor es necesario para que todo pueda llegar a nosotros de la forma correcta y poder apreciarlo en plenitud. Un abrazo y a seguir trabajando.
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