31 de marzo de 1987
Sentido, jerarquía y valor humano imponderable posee la persona que elige y ejerce a cabalidad una de dichas vocaciones.
La calidad sacerdotal, sin lugar a duda, es la más auténtica vocación humana en su eminente significado espiritual, representativa de una concepción religiosa. Destaca entre sus valores el de la Divinidad, sustentado en doctrinas, dogmas y sentimientos de fe profunda y trascendente. Es una actividad de entrega total y absoluta, sin ningún interés individual y egoísta. Igualmente, cumple la función de servir, ayudar, comprender y aconsejar, explorando la compleja problemática humana en sus múltiples conflictos, a la vez que elevarla y conducirla hacia mejores destinos.
Ulises Calderón identificó su existencia con esta forma de vida e hizo del sacerdocio no sólo una ilusión, una esperanza, sino una realización.
La calidad magisterial es una de las tareas más nobles y del más alto rango humano a la que puede aspirar y ofrendar su existencia una persona.
Es la vocación social por excelencia. El educador se encuentra a sí mismo en el vivir en común, sintiendo, pensando y queriendo los valores de la comunidad. Las valoraciones más significativas del educador son:
a) el valor del alma ajena, o sea captar y apreciar las individualidades, los caracteres y las personalidades en lo que tienen de singular y único;
b) el valor de la vivencia en el prójimo, o sea apreciar la calidad de la experiencia en común, mediante la participación, el saber compartir, el querer colaborar,
el sentir la unificación de esfuerzos en aras de un fin social;
c) el valor del sentido amoroso, o sea tender a la aproximación espiritual humana, buscando los caminos que hagan accesible las relaciones, descubriendo y
ahondando las simpatías y afinidades, enfocando las emociones y sentimientos en el sentido de elevar y ennoblecer la la condición humana.
Ulises Calderón, en otra de sus posibilidades personales exploró y vivió profunda y apasionadamente la inefable experiencia de conocer y guiar a sus semejantes.
La calidad estética cultivada por quienes asumen el arte como modo de vida es una dirección especial y a la vez radical de orientación personal. Cultivar y crear formas artísticas, cualquiera sea su índole, es un modo de existir en un ambiente diferente al de la realidad común, en la que se desenvuelven los demás seres. El artista forja su propio mundo en base a sus estimaciones y valoraciones. De ahí que para poder entender su obra, sea necesario interpretarlo, dejando de lado los condicionamientos o limitaciones que impiden una captación amplia y profunda del mensaje que se transmite.
El arte musical es quizá el de mayor trascendencia en la dirección de la conducta humana, influye con la mayor sensibilidad y riqueza en los afectos y sentimientos, incita y motiva hacia el más alto nivel y dignidad espiritual.
Ulises Calderón sintió el llamado artístico musical. Fue gestor y creador de entidades musicales en Trujillo, como la Escuela Regional de Música. Fue también mentor de nuevos valores individuales de la música en el desarrollo cultural de Trujillo.
Estas breves líneas sobre Ulises Calderón ponen de relieve sus calidades de Sacerdote, Maestro y Artista, que pudieron parecer una especie de pluralidad de enfoques personales, cuando en realidad no son otra cosa que una magnífica concurrencia y unidad de sentidos vocacionales, de los más afines, tanto por la naturaleza de la función de cada una de ellas, que entre sí se coordinan plenamente, cuanto por la armonía y melodía de quien supo dedicarles plenamente sus destacadas posibilidades personales.
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