HONOR Y DIVISA.
El patriótico Emblema del Perú
y la Benemérita Guardia Civil,
son dos faros que irradian su virtud,
porque rechazan la delincuencia vil
Con honor defienden su divisa;
honor que los realza y prestigia;
pues con valentía y sin premisa,
hacen respetar la Ley y la Justicia.
En el Norte, Sur, Este y Oeste;
en la costa, sierra, selva y montaña,
arriesgan, aunque la vida les cueste,
mostrando un ejemplo y una hazaña.
Para ellos no hay frío, lluvias, ni calor,
ni menos sacrificio imposible;
pero sí hay en ellos: decisión y valor,
frente a su lealtad... ¡INVENCIBLE!
En todos los pueblos y ciudades,
y aún en todo acto de subversión,
sin prejuicios ni vanidades,
imponen la paz y la comprensión.
Y al final el sufrido Guardia Civil,
a pie, en mulo, en carro, o como sea,
con su capote, pistola y fusil,
parte de donde su emblema flamea.
Desde el Puesto de su Institución
sale, con perspicacia y bizarría,
en defensa y honor de la Nación
que ha de recompensarlo algún día...
HONOR AL MÉRITO.
(Al Sr. Teódulo Gamboa Loyola como un modesto homenaje de gratitud y amistad)
Testigos somos de tu gran labor
ejercida a través de la docencia.
¡Orgullosa se siente la Patria!
de tu fecunda siembra en la niñez.
Un día recibirás el galardón, esto es:
Las Palmas que concede la Nación,
ostentando, tu magistral virtud.
Grandes son tus hechos y desvelos,
alma noble, buena y generosa.
Más todavía tu espíritu encierra:
bondad, inteligencia y dulzura.
¡Oh! Maestro, eres savia y crisol de cultura
así como alma y cerebro de la juventud.
La labor del maestro es esclava;
ofrenda su sacrificio a la Patria,
Y no espera ser recompensado.
Ostensible es el cumplimiento de su misión,
lo cual estoífica su corazón...:
acatando la voz del magisterio.-
SEMBLANZA DE UN CASTIGO
(Terremoto del 31 de mayo de 1970)
¡Con furia el aire vibró
y la tierra se estremeció!
Alarmó a chicos y grandes
de la costa y de los andes.
A las tres y veinte...
cuando toda la gente,
en cines, bares y bingos,
como todos los domingos,
con afán y sin desmayo,
el treintiuno de mayo
del año setenta,
al punto se presenta
un extraño movimiento
que atribuló al sentimiento,
con la infausta sorpresa
que nos dio la Naturaleza.
¡Oh! Dios mío, ¡Oh! Dios santo
todo fue dolor y llanto.
¡Cómo el suelo oscilaba
y el temblor no pasaba!
Los minutos transcurrían
y las casas se caían.
Más tarde: ¡la tragedia!
que este relato compendia.
Nuestros hermanos de Yungay,
exhalaban su último ¡ay!
sepultados por el lodo
que a su paso llevó todo
Chimbote, Casma y Huarmey,
acataron tan dura ley,
sintiendo su destrucción
con gran pena y aflicción.
Trujillo y otros lugares,
frente a estos azahares,
también probó el vino
que le reservó el destino,
invocando a Dios su perdón,
misericordia y protección.
Al fin.. el susto pasó
y la Nación se enlutó,
por el duro castigo
que el mundo fue testigo,
al mandar su donación
con generosa emoción.
Este memorable día
que recuerda el alma mía,
no halla parangón
en el fondo del corazón.
Los efectos del sismo
lo demostró el periodismo;
pues la tierra con molestia
saltó como una bestia.
Nuestros justos lamentos
por tan negros momentos,
serán bien recordados
y ¡jamás olvidados!
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