RECORDANDO A MI MADRE.
¡Madre querida, madre adorada!
¡Cuántas veces me diste tu calor
y el dulce néctar de tu santo amor!
Por eso en este día bendecido,
te recuerdo muy entristecido.
¡Es una delicia sentir cuando!:
De los campos viene la fragancia;
de las almas la fe y la constancia
y del amor: ¡el poema del encanto,
para los pobres que sufrimos tanto!
¡Hay penumbra al ver que en esta vida!
El humano es un débil peregrino,
que va por la senda del camino;
y al llegar al fin de la jornada,
su peregrinaje queda en... nada.
¡Y hoy con mi flor blanca os digo!
¡Madre adorada, madre querida!
Tú que me diste el ser y la vida,
recibe, en tu última y fría mansión,
el eco ferviente de mi oración.
¡RESIGNACIÓN!
Un acerbo dolor, ¡sintió
mi alma!
Un día que el invierno, acaso
cerró el paso
al Astro Rey, que nos negó brillo
y calor
para iluminar sólo al cielo,
con su fulgor.
¡Soy indiferente al dolor
y al sabor amargo
de mi existencia,
que silencia
y goza del sufrimiento
que gravita,
dentro de mi vida madura
y marchita!
Un suspiro que despida
el corazón,
es como efluvio o savia
de las plantas.
Así el hálito de Dios,
quita los dolores,
como el agua quita
el polvo de las flores.
Calma, cartas y visitas
me insinuaron:
a seguir llevando la Cruz
del Buen Jesús:
y a llevar dentro del alma
¡La resignación!
Como se lleva dentro del pecho:
el corazón.
FULGOR DE NAVIDAD
¡Son las doce y se oye las campanas!
¡Son las doce y se nota una alegría!
Entonan cantos y dulces hosonnas,
con acordes de grata melodía.
Hoy la Iglesia se viste de gala,
en esta noche que alegra y encanta.
Al manso cordero se oye que bala
y al humilde gallo se oye que canta.
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