La muerte sorprendió este abril al poeta norteamericano
Allen Ginsberg, miembro –junto con William Burroughs y Jack Keruac—de la
legendaria “Beat Generation”. Ginsberg escribió una vasta obra poética en la
que sobresale un sentido renovador del lenguaje literario, tratando de cerca la
experiencia real inmediata a la literatura, como el caso de Aullido o Sanguches de la realidad. Lo
que pocos saben es que Ginsberg estuvo tres meses en Lima en los años sesenta.
Allí entonces entabló amistad con el actor y escritor Walter Curonisy, quien
ahora le dedica estas líneas cargadas de nostalgia y un poema que lleva su
nombre.
No todo se ha perdido
sobre la arena nos queda
el viento nos quedan
puertas que nadie ve.
CON la hombría de Whitman, locura mística de
Blake, y sencillez de Williams, aulló a las afueras de Brooklyn, murió y
revivió infinidad de veces, como si morir para él fuera no desaparecer jamás de
entre nosotros. Burlando a la realidad y a la sintaxis, y a la gramática, esa
metafísica para el pueblo, asumiendo el yo poético, convertido en lazarillo
inseparable del verbo americano, y de la locura americana y de Naomí, su madre
judía rusa, obsesionada por Hitler, irrumpiendo en las casas de pensión
pobrísimas de Patterson, a la vez excarcelando a Ezra Pound, con Hemingway,
desde ese instante desterrado de la moral hebraica y de todo sionismo, más niño
que espejismo el día de su muerte, más Dionisio que rabino, con cara de profeta
bíblico en la única calle que existe, la noventaiuno de Brooklyn, un mutis a lo
Charlot al doblar la esquina, una última mirada a la revista Time, esta vez las
palabras se rieron de él.
A Mayakowski no le perdonaron en Rusia ni la
muerte por propia decisión ¡qué le iban a perdonar en América a Ginsberg la
vida que vivió por propia decisión!
¡Salud! Ginsberg salud, vino ¡vino para
todos!
Esta es la noche de los últimos!
de los que se esmeraban en silbar al sol!
de los que no alcanzaron el tren!
ni llegaron a la altura de los preferidos!
El poeta de la "Beat Generation" Allen Ginsbert
ALLEN GINSBERG
I
Ajeno entre los frutos de la tierra su corazón
como un trozo de mar
como una caída
como un fuego venido de otra parte
puso en las calizas
bajo la luna en las calizas.
II
Pueblos en cuya tea arde el tábano
obsedidos al año de los cantos
de la brisa
rociados en ron
en sueños gastados bajo el peso del sol
pueblos hundidos en
eventos, en collares
donde una diosa reina junto al mar
pueblos amados
pueblos odiados bajo la luz tardía
pueblos de arena para el ausente
para su voz si se habla de las playas
de las visiones que la noche nos envía
y de los habitantes de las visiones ataviados de piedras
y
de arena.
III
Cerca de la ciudad nos miraba, confuso, encendido por lo
que ocurría allí en nuestros ojos
queriendo saber
y el sol borrando las paredes.
Nuestra historia era breve para contar
la mentira de los cuartos de oro
hasta donde llegaba la mano del idiota
la barba que nos dejó esclavos
y alguien, siempre alguien, muriendo en la
letrina para que se salven.
IV
Hasta que llegó a nuestra mesa fuimos ciegos
cortados por el mismo cuchillo de las visiones
yo apenas había amado a Rachel
escrito sobre su cuello las primeras líneas
la guerra era un pretexto para silbar
el humo no me servía de nada aún
en ese entonces callaba el odio de mis padres
leía a Vallejo en el tranvía
tal vez por eso no vi su corazón
su mano dulce amarilla sucia de marihuana
por la que volví al paraíso y ahí estaban mamá y la
abuela
perdidas por las polillas que se comieron la casa
¡Ese loco es hombre mamá!
Él no es como los otros, él no viene a tasar
no vende nada, no compra
no expropia, no cuida su moneda
El grito frente al mar que se acabe
¡Amémoslo!
Recuerdo que no copié los poemas
los cinco metros de poesía esa tarde
y tal vez por eso me quiso
me llevó a su cuarto a mirar el reloj de la estación con
éter
a los enanos del tren que venían cantando y nosotros en
la locura
pedazos de Rachel sobre la cúpula
¡Algo está pasando, conserje! ¡El mundo no era así,
conserje!
¡Informe a los letrados!
No estamos dispuestos a soportar un segundo más este
lugar de quimeras
Y de ahí nos fuimos al Gólgota (a la salida de Lima)
vimos cómo engordaban a los cerdos
y las peleas de las bandas por un pedazo de vidrio
y el desfile solemne de la baja policía
mientras los niños se endurecían caminando sobre la
charca
y ese día también vimos al Abate Pierre
y a su Eminencia el Cardenal hablando
y la televisión estaba ahí
y los auspiciadores de basura estaban ahí
y todos estábamos ahí con los ojos abiertos, con los ojos
muertos para las flores encerrados para siempre como las moscas en los
escaparates
viendo crecer nuestros pelos, nuestras uñas, nuestro
silencio…
(Fragmento) Agosto 1960
. El poeta peruano Walter
Curonisy, nació en Lima en 1940. Egresado de la Escuela Nacional de Teatro del
Perú, ha realizado intensa labor teatral como director, autor y actor,
primordialmente en Perú, Uruguay y España.
Lundero, 27 de abril de 1997.
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