31.12.15
Los versos son de un escritor tan conocido como el
salmantino Juan del Encina (1468-1529), poeta, autor dramático -especialmente
valorado como tal- y músico.. Si con frecuencia juega con una técnica y unos
modos conocidos, previsibles, alcanza en sus “villancicos” piezas de muy
notable sensibilidad y finura. La que hoy ofrezco está recogida como himno en
el Libro de las Horas postconciliar, en el Común de Santa María Virgen, con
algunas supresiones y una estrofa añadida. Aquí va la versión original. La
insistencia en la maternidad divina de María hace de estos versillos un regalo
muy acorde con la octava de la Navidad:
VILLANCICO
¿A quién debo yo llamar
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María?
Todos te deben servir,
Virgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por nos
y tú nos haces vivir.
Nunca me verán decir
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María.
¡Duélete, Virgen de mí!,
mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti.
No llamo desque nací
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María.
Tanta fue tu perfección
y de tanto merecer
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
No hay otra consolación,
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María.
El tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan precioso que libró
todo el linaje humanal.
¿A quién quexaré mi mal,
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María?
Tú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz;
tú pariste nuestra luz:
Dios de ti nacido fue.
Nunca jamás llamaré
“¡vida mía!”,
sino a ti, Virgen María.
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