DE: ORACIONES SIGLO XX
Señor:
Voy
a leerte el parecer de Reinhold Niebuhr sobre lo que debe ser la religión apta
para convencer al hombre, a ver qué te parece. Dice así: “Sólo una religión, que
adore a un Dios ante el cual los poderosos de este mundo no sean nada, y que
sea capaz de imputarle la condición pecadora así al potente como al humilde,
será capaz de enfrentarse a la dificultad propia de la espiritualidad del
hombre”.
Yo
sé que te gusta esta definición, Señor, porque coincide con la tuya. Tú
fundaste una religión en que los poderosos no pintan más que los sencillos,
pues todos somos hermanos de una misma familia, hijos de un mismo Padre
celestial.
Señor,
yo sé que te agrada esta definición, porque tu cristianismo no quiere
distinción de clases, a la hora de cantar las verdades, de repartir
responsabilidades, de imputar culpas, de conceder premios. Para Ti, sólo
existen hombres que cumplen o no la ley suprema, única de amar al Padre común y
a los hermanos.
La
dificultad no está en Ti ni en tu religión. Señor. La pega puede estar y está
muchas veces en los representantes del cristianismo, demasiado habituados a
inclinarse ante los poderosos, demasiado miedosos de disgustar a los
potentados, demasiado cobardes para cantar las verdades a los potentes.
Por
eso, Señor, te pido que los fieles de tu religión no practiquemos la distinción
de trato ni la acepción de personas, a fin de no desvirtuar el cristianismo.
Rafael
de Andrés
III DOM. DE ADVIENTO
“Juan se enteró en la cárcel de lo que hacía Cristo; por eso envió a sus discípulos a preguntarle: ‘¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?’ Jesús les contestó: ‘Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva llega a los pobres. Feliz el que, al encontrarme, no se aleja desilusionado”….Mateo 11, 2-11
Dios nace a diario
Uno nunca se acostumbra a la comida y al sueño. Esas dos
realidades, cotidianas y triviales, siempre son una novedad. Comer con hambre,
acostarse con sueño, es como comer o dormir por primera vez. Pero a las grandes
realidades de la vida –familia, amor, país, naturaleza, más allá…- uno se
acostumbra y les pierde sensibilidad. La preparación, la puesta a punto de los
nervios, de la imagen y del deseo, es más necesaria precisamente ante las cosas
más grandes.
A la máxima realidad, Dios, uno se acostumbra y le pierde
sabor. Por eso hay que afilar los nervios de vez en cuando; buscar de nuevo a
tientas, entre las lágrimas el vaho y el polvo de la vida, el relieve de la
cara de Dios; tratar de sentir su cercanía y su presencia en el ámbito de la
propia vida, de la propia conciencia, siquiera con una claridad igual al
relieve de las caras que uno ama o con las que uno trabaja.
Juan Bautista, “profeta y más que profeta”, como dice de
él Cristo, preparó los caminos a Cristo. Cristo había de restaurar la
naturaleza humana y elevarla a sobrenaturaleza al injertarle la divinidad. El
trabajo previo de Juan consistió en subrayar la ley natural: no proceder
violentamente, cobrar lo justo, proceder rectamente con la familia…En este
ambiente de prenavidad, de adviento o llegada, su figura es todo un símbolo.
¿Por qué destina la Iglesia todos estos días a
prepararnos a la navidad? Por la importancia de ese acontecimiento y porque el
rodar de los meses y los afanes lo diluye a nuestros ojos. Hay fechas que no
son sólo para el recuerdo sino para la vida; su realidad sigue actuante. El
cumpleaños por ejemplo, que recuerda el día del nacimiento; la realidad
“nacimiento” continúa operante a lo largo de los años.
El 25 no va a nacer de nuevo Cristo en Belén. Pero ese
nacimiento que ocurrió hace más de dos mil años continúa vigente en su
proyección a cada uno de nosotros.
Cristo no va a nacer en Belén, pero sigue naciendo de
otras maneras reales y el adviento debe enfocarnos esa imagen desdibujada.
Cristo nace dentro de nosotros cada vez que bajamos a nuestra propia hondura y
topamos con Dios. Nace en cada buen deseo, en cada inspiración que nos impulsa
a ser más nobles, limpios y buenos. Nace, sobre todo, en cada prójimo que aparece en nuestro
horizonte. Cada vez que nos cruzamos con otro ser humano, por una relación
familiar, profesional o social, es el mismo Dios con quien nos cruzamos, es el
mismo Dios que aparece ante nosotros. El hombre es un sacramento.
No tenemos experiencia sensible para afirmarlo, pero es
Dios quien lo afirma: “Lo que haces con uno de ellos, conmigo lo haces”, “Tuve
hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, pasaba de viaje y me
alojasteis, estaba en el hospital o en la cárcel y me visitasteis”. Las
obligaciones de amor y servicio a Dios no podemos cumplirlas con Él porque no
lo vemos. Dios la espera en el prójimo; el camino a Dios pasa por él.
Belén está en cada ventanilla, en cada puerta, en cada
calle, en cada oficina donde nos encontramos con el prójimo. Cada aparición
humana es una aparición divina, cada cercanía humana es cercanía divina, cada
dolor humano es un dolor de Dios. Para nosotros en el mundo de Dios es los
otros.
José M. de Romaña.
DE MI ÁLBUM
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