viernes, 9 de diciembre de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: ORACIONES SIGLO XX

Señor:

Voy a leerte el parecer de Reinhold Niebuhr sobre lo que debe ser la religión apta para convencer al hombre, a ver qué te parece. Dice así: “Sólo una religión, que adore a un Dios ante el cual los poderosos de este mundo no sean nada, y que sea capaz de imputarle la condición pecadora así al potente como al humilde, será capaz de enfrentarse a la dificultad propia de la espiritualidad del hombre”.

Yo sé que te gusta esta definición, Señor, porque coincide con la tuya. Tú fundaste una religión en que los poderosos no pintan más que los sencillos, pues todos somos hermanos de una misma familia, hijos de un mismo Padre celestial.

Señor, yo sé que te agrada esta definición, porque tu cristianismo no quiere distinción de clases, a la hora de cantar las verdades, de repartir responsabilidades, de imputar culpas, de conceder premios. Para Ti, sólo existen hombres que cumplen o no la ley suprema, única de amar al Padre común y a los hermanos.

La dificultad no está en Ti ni en tu religión. Señor. La pega puede estar y está muchas veces en los representantes del cristianismo, demasiado habituados a inclinarse ante los poderosos, demasiado miedosos de disgustar a los potentados, demasiado cobardes para cantar las verdades a los potentes.

Por eso, Señor, te pido que los fieles de tu religión no practiquemos la distinción de trato ni la acepción de personas, a fin de no desvirtuar el cristianismo.

Rafael de Andrés


III DOM. DE ADVIENTO



“Juan se enteró en la cárcel de lo que hacía Cristo; por eso envió a sus discípulos  a preguntarle: ‘¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?’ Jesús les contestó: ‘Vayan y cuéntenle a Juan  lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva llega a los pobres. Feliz el que, al encontrarme, no se aleja desilusionado”….Mateo 11, 2-11

Dios nace a diario


            Uno nunca se acostumbra a la comida y al sueño. Esas dos realidades, cotidianas y triviales, siempre son una novedad. Comer con hambre, acostarse con sueño, es como comer o dormir por primera vez. Pero a las grandes realidades de la vida –familia, amor, país, naturaleza, más allá…- uno se acostumbra y les pierde sensibilidad. La preparación, la puesta a punto de los nervios, de la imagen y del deseo, es más necesaria precisamente ante las cosas más grandes.

            A la máxima realidad, Dios, uno se acostumbra y le pierde sabor. Por eso hay que afilar los nervios de vez en cuando; buscar de nuevo a tientas, entre las lágrimas el vaho y el polvo de la vida, el relieve de la cara de Dios; tratar de sentir su cercanía y su presencia en el ámbito de la propia vida, de la propia conciencia, siquiera con una claridad igual al relieve de las caras que uno ama o con las que uno trabaja.

            Juan Bautista, “profeta y más que profeta”, como dice de él Cristo, preparó los caminos a Cristo. Cristo había de restaurar la naturaleza humana y elevarla a sobrenaturaleza al injertarle la divinidad. El trabajo previo de Juan consistió en subrayar la ley natural: no proceder violentamente, cobrar lo justo, proceder rectamente con la familia…En este ambiente de prenavidad, de adviento o llegada, su figura es todo un símbolo.

            ¿Por qué destina la Iglesia todos estos días a prepararnos a la navidad? Por la importancia de ese acontecimiento y porque el rodar de los meses y los afanes lo diluye a nuestros ojos. Hay fechas que no son sólo para el recuerdo sino para la vida; su realidad sigue actuante. El cumpleaños por ejemplo, que recuerda el día del nacimiento; la realidad “nacimiento” continúa operante a lo largo de los años.

            El 25 no va a nacer de nuevo Cristo en Belén. Pero ese nacimiento que ocurrió hace más de dos mil años continúa vigente en su proyección a cada uno de nosotros.

            Cristo no va a nacer en Belén, pero sigue naciendo de otras maneras reales y el adviento debe enfocarnos esa imagen desdibujada. Cristo nace dentro de nosotros cada vez que bajamos a nuestra propia hondura y topamos con Dios. Nace en cada buen deseo, en cada inspiración que nos impulsa a ser más nobles, limpios y buenos. Nace, sobre todo,  en cada prójimo que aparece en nuestro horizonte. Cada vez que nos cruzamos con otro ser humano, por una relación familiar, profesional o social, es el mismo Dios con quien nos cruzamos, es el mismo Dios que aparece ante nosotros. El hombre es un sacramento.

            No tenemos experiencia sensible para afirmarlo, pero es Dios quien lo afirma: “Lo que haces con uno de ellos, conmigo lo haces”, “Tuve hambre y me disteis de comer, sed y me disteis de beber, pasaba de viaje y me alojasteis, estaba en el hospital o en la cárcel y me visitasteis”. Las obligaciones de amor y servicio a Dios no podemos cumplirlas con Él porque no lo vemos. Dios la espera en el prójimo; el camino a Dios pasa por él.

            Belén está en cada ventanilla, en cada puerta, en cada calle, en cada oficina donde nos encontramos con el prójimo. Cada aparición humana es una aparición divina, cada cercanía humana es cercanía divina, cada dolor humano es un dolor de Dios. Para nosotros en el mundo de Dios es los otros.


            José M. de Romaña.

DE MI ÁLBUM


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