Intérpretes: Dirk Bogarde,
Sarah Miles, Wendy Craig, James Fox
Dirección: Joseph Losey
“Fue
un papel difícil, atrayente y complejo; en suma, un desafío”. Son las palabras
con que Dirk Bogarde define a su personaje, no más difícil, complejo y
desafiante, sin embargo, que el que encarnó en “Los Vulnerables” revelándose
entonces y reafirmándose ahora como un actor de raras dotes interpretativas.
Los
hechos que entretejen la trama de este film son claros, coherentes, lógicos.
Pero no lo son en cambio, sus motivaciones. Asistimos a la historia de un
sirviente, el sutil y timado Barret, que de mayordomo y ayuda de cámara de su
joven, acaudalado y aristocrático señor, se transforma no sólo en amo sino en
dueño de situaciones, fortuna y sobre todo voluntades, con una eficacia y una
influencia poco menos que rasputinianas. Pero ¿cuáles son los móviles efectivos
de este omnímodo poder y de sus extrañas consecuencias? Eso no lo aclara la película, sino simplemente
lo expone en forma de hechos dejando en la sombra las causas razonables de
aquellos.
No
hay, por ejemplo, un motivo de coacción para que el servidor someta y domine
totalmente al amo hasta convertirlo en su pelea. La intervención de la mucama
que se encarga de seducir al señor por iniciativa del criado tampoco puede
bastar para explicar la transformación moral y psicológica del amo. Resultaría
igualmente pueril atribuir este fenómeno a la influencia de la enigmática
bebida que el sirviente invita a ingerir al señor en ciertas ocasiones. Ni
siquiera las razones de orden psicológico y caracterológico son satisfacciones
para explicar tan total trastrueque de situaciones humanas. La ambición, el
ansia de poder, la falta de escrúpulos del uno, y la debilidad de ánimo, la
inconsistencia moral y la corruptibilidad del otro no justifican sus
respectivos cambios. Mucho menos justifican los de la novia del amo y de las
relaciones del criado. La película nos suma entonces en un esoterismo
bergmaniano que la hace susceptible de diversas interpretaciones en el campo de
lo simbólico.
Pero
esto no interesa: el proceso es cautivante en su desarrollo, y sus
personajes --desde luego el del
sirviente en primer término—nos interesan por su inequívoca carga de sustancia
humana.
-P.
G.
DE MI ÁLBUM
Chavín de Huántar
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