domingo, 18 de diciembre de 2016

NAVIDAD-1937 / Clodomiro GUEVARA


Clodomiro Magno  Guevara Vargas, fue dueño de una versificación lograda, tanto en lo tradicional como en el versolibrismo, usándolo con hondura de inspiración, con reciedumbre emotiva y sencillez armoniosa de lenguaje. Julio Galarreta Gonzáles en Breve referencia sobre el autor.


NAVIDAD     1,937


Ha ya veinte siglos
que en mísero esquife,
como hoy, el lumínico polen de Dios
del mundo en las áridas playas ancló
transubstanciando en arcilla de Adán.

Y el orgullo cesáreo entonces se amarga,
y la Roma podrida rebulle de fobia,
y sólo en andrajo se aurora de gozo
punzando tarolas, zampoña y timbal.
¿Qué intuye el escriba?
¿Qué intuyen los Césares, que tragan bocados
rociados de hiel?
¿Qué intuye el harapo, que así en el espíritu
enciende, cantante, su cirio pascual?

¿Por qué el super-hombre, por qué el hombre-Dios
no acuna en alcázares ni envuélvense en sedas
y escoge el pesebre y el pobre pañal?

¿Será que los pobres están en la vida
más cerca de Dios?
¿O será que de hormonas deíficas tienen
jugosa la sangre de tanto sufrir?

¡Oh, fiesta pascual!
El gallo en la entraña nocturna cantó,
voceando a los vientos que el Niño nació.

¡Oh, dulce Mesías!
¡Oh, blanco poema de luz hecho carne,
que en bosta y en heno te das la vida
trayendo en los ojos visiones celestes,
y el alma enhebrada la azul esperanza
de izar todo el mundo en un mástil de amor!

¡Oh, dulce Mesías!
 Mil pobres hoy llevan los ojos rojizos
de tanto llorar.
¿Por dónde trajinas con tu árbol de pascuas
que no se te ve?

¿Por dónde trajinas que niegas tus dones
a los que cruzamos descalzos la vida
mordidos de befas
sangrantes de clavos,
rendidos de cruz?
¡Oh, dulce Mesías! ¡Oh, fiesta pascual!





VOZ ORANTE

Señor, al despertar en este día
mi labio se ha rajado en dulce grito.

Metido en frenesí he clamado:
¡madre!
tomando mis barrenos más buídos
y tentando abrir portillos en lo eterno.

Y mi voz se ha perdido sin un eco,
y el silencio tan sólo se ha arrastrado
como un pájaro herido por el cuarto
que supo de las noches de mi madre,
con las ínfimas gotas de su sueño
y el océano sin margen de su insomnio.

Y un frío de los Polos
ha puesto laxitud en mis cordajes,
y en mis ojos la angustia ha dado flores
y mi pecho se ha roto en alaridos.

Señor, mi dolorosa
se fue en un sol de agosto
y hasta ahora
no tengo noticias de su vuelta.

Y hoy que hubiese ondeado jubilosa
la bandera hogareña del recuerdo.
Y hoy, que juntos hubiésemos bebido
la tacita de té de su cumpleaños,
mi pobre corazón está enlutado,
y en la mesa que ayer fue de sonrisas,
sólo acierto a probar el café amargo
sin pan y sin azúcar de mis lágrimas.

Que tus nubes de fuego se condensen
y anonaden ya todo lo creado;
que tu “juicio final” renueve el barro
perecedero, Señor, y que la vida
se eternice por los siglos de los siglos,
para ver a mi madre levantarse
rehecha en su materia
y vibrando en su milagro.

Tú que buscas la entraña de una madre,
allá en remoto día, Señor,
para humanarte y tener el consuelo de ser hijo,
concédeme la gracia –carbón de mi costado-
se haga rojo cendal, eternamente.

DE MI ÁLBUM


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