Clodomiro Magno Guevara Vargas, fue dueño de una versificación lograda, tanto en lo tradicional como en el versolibrismo, usándolo con hondura de inspiración, con reciedumbre emotiva y sencillez armoniosa de lenguaje. Julio Galarreta Gonzáles en Breve referencia sobre el autor.
NAVIDAD 1,937
Ha ya veinte siglos
que en mísero esquife,
como hoy, el lumínico polen
de Dios
del mundo en las áridas
playas ancló
transubstanciando en arcilla
de Adán.
Y el orgullo cesáreo
entonces se amarga,
y la Roma podrida rebulle de
fobia,
y sólo en andrajo se aurora
de gozo
punzando tarolas, zampoña y
timbal.
¿Qué intuye el escriba?
¿Qué intuyen los Césares,
que tragan bocados
rociados de hiel?
¿Qué intuye el harapo, que
así en el espíritu
enciende, cantante, su cirio
pascual?
¿Por qué el super-hombre,
por qué el hombre-Dios
no acuna en alcázares ni
envuélvense en sedas
y escoge el pesebre y el
pobre pañal?
¿Será que los pobres están
en la vida
más cerca de Dios?
¿O será que de hormonas
deíficas tienen
jugosa la sangre de tanto
sufrir?
¡Oh, fiesta pascual!
El gallo en la entraña
nocturna cantó,
voceando a los vientos que
el Niño nació.
¡Oh, dulce Mesías!
¡Oh, blanco poema de luz
hecho carne,
que en bosta y en heno te
das la vida
trayendo en los ojos
visiones celestes,
y el alma enhebrada la azul
esperanza
de izar todo el mundo en un
mástil de amor!
¡Oh, dulce Mesías!
Mil pobres hoy llevan los ojos rojizos
de tanto llorar.
¿Por dónde trajinas con tu
árbol de pascuas
que no se te ve?
¿Por dónde trajinas que
niegas tus dones
a los que cruzamos descalzos
la vida
mordidos de befas
sangrantes de clavos,
rendidos de cruz?
Señor, al despertar en este
día
mi labio se ha rajado en
dulce grito.
Metido en frenesí he clamado:
¡madre!
tomando mis barrenos más
buídos
y tentando abrir portillos
en lo eterno.
Y mi voz se ha perdido sin
un eco,
y el silencio tan sólo se ha
arrastrado
como un pájaro herido por el
cuarto
que supo de las noches de mi
madre,
con las ínfimas gotas de su
sueño
y el océano sin margen de su
insomnio.
Y un frío de los Polos
ha puesto laxitud en mis
cordajes,
y en mis ojos la angustia ha
dado flores
y mi pecho se ha roto en
alaridos.
Señor, mi dolorosa
se fue en un sol de agosto
y hasta ahora
no tengo noticias de su
vuelta.
Y hoy que hubiese ondeado
jubilosa
la bandera hogareña del
recuerdo.
Y hoy, que juntos hubiésemos
bebido
la tacita de té de su
cumpleaños,
mi pobre corazón está
enlutado,
y en la mesa que ayer fue de
sonrisas,
sólo acierto a probar el
café amargo
sin pan y sin azúcar de mis
lágrimas.
Que tus nubes de fuego se
condensen
y anonaden ya todo lo
creado;
que tu “juicio final”
renueve el barro
perecedero, Señor, y que la
vida
se eternice por los siglos
de los siglos,
para ver a mi madre
levantarse
rehecha en su materia
y vibrando en su milagro.
Tú que buscas la entraña de
una madre,
allá en remoto día, Señor,
para humanarte y tener el
consuelo de ser hijo,
concédeme la gracia –carbón
de mi costado-
se haga rojo cendal,
eternamente.
DE MI ÁLBUM
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