Intérpretes: Fabiane Dali,
Sophie Hardy, Jean Belmont, Francois Dyrek
Dirección: Max Pecas
Con relación a la primera película realizada por Max
Pecas que, bajo el título de “Cuerpos al Sol” o algo semejante, tuvimos ocasión
de ver en Lima hace unos pocos años, la que es motivo de este comentario
representa un progreso sencillamente cósmico.
Si su primera película tuvo el nada envidiable privilegio
de ser una de las peores que el cine
francés nos ha ofrecido en mucho tiempo y, ciertamente, la más mala del año en
que se exhibió entre nosotros, la presente puede pasar con cierto decoro por
una de las muchas mediocres que la producción cinematográfica gala viene
ofreciéndose en los últimos tiempos.
Persiste, sin embargo, entre ambas películas un nexo
perceptible en cuanto a temática, ambiente, personaje y motivaciones se
refiere. Max Pecas se reafirma como un amante de la naturaleza en sus
manifestaciones más incitantes. Y así lo confirma esta especie de juego
erótico-policial que ahora nos ofrece.
El ámbito paradisíaco de una isla solitaria y el de una
mansión burguesamente elegante le basta para entretejer y destejer entre dos
personajes femeninos y dos masculinos un proceso de escaramuzas voluptuosas, al
que va aparejada una intriga de contornos delictuosos y sombríos, nade menos
que un crimen que, aunque no se hace plenamente ostensible, por lo menos llega
a revelarse verbalmente.
Pero en realidad todo es un pretexto bastante bien
llevado para que las siempre inconstantes e improvisadas parejas que forman los
amantes posesionados de la mansión, y luego el hombre con una joven visitante,
así como la mujer con un enigmático pecador, nos brinden el motivo fundamental
de la película, que es el ejercicio amoroso.
G. P.
DE MI ÁLBUM
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