La Navidad de este año será diferente de
otras navidades. Generalmente es la fiesta de confraternización de las
familias. Para los cristianos es la celebración del divino Niño que vino para
asumir nuestra humanidad y a hacerla mejor.
En el contexto actual, sin
embargo, en su lugar asomó la terrible figura de Herodes el Grande (73 a.C. – 4
a.C.) ligado a la matanza de inocentes. Celoso de su poder, oyó que había
nacido en su reino, Judea, un niño-rey. Y ordenó degollar a todos los niños
menores de dos años. Entonces se oyó una de las palabras más dolientes de toda
la Biblia: “En Ramá se oyó una voz, gemidos y mucho llanto: es Raquel, que
llora a sus hijos, y no quiere ser consolada, porque ya no existen” (Mt 2,18).
Esta historia del asesinato
de inocentes continúa de otra forma. Las políticas ultracapitalistas impuestas
por el gobierno actual, quitando derechos, disminuyendo salarios, cortando
beneficios sociales como salud, educación, seguridad, pensiones, y congelando
20 años las posibilidades de desarrollo tienen como consecuencia una perversa y
lenta matanza de inocentes de la gran mayoría pobre de nuestro país.
A los legisladores no les
son desconocidas las consecuencias letales derivadas de la decisión de
considerar más importante el mercado que las personas. Dentro de pocos años
tendremos una clase de super-ricos (hoy son 1.440 según el IPEA, por lo tanto
el 0,05% de la población), una clase media con miedo a perder su estatus y
millones de pobres y parias que de la pobreza pasaron a la miseria. Esta
significa hambre en los niños, que mueren por desnutrición y enfermedades
totalmente evitables, personas mayores que no consiguen sus remedios ni acceso
a la sanidad pública, condenados a morir antes de tiempo. Esta matanza tiene
responsables: buena parte de los legisladores actuales de la llamada “PEC de la
muerte” no pueden eximirse de la culpa de ser los actuales Herodes del pueblo
brasilero.
Las élites del dinero y de
los privilegios consiguieron volver. Apoyados por parlamentarios corruptos, de
espaldas al pueblo y sordos al clamor de la calle, mediante una coalición de
fuerzas formada por jueces justicieros, el Ministerio Publico, la Policía
Militar y parte del Judicial y de los medios de comunicación corporativa y
reaccionaria, no sin el respaldo de la potencia imperial interesada en nuestras
riquezas, forjaron la dimisión de la presidenta Rousseff. El motor real del
golpe es el capital financiero, los bancos y los rentistas (no afectados por
las políticas de ajustes fiscales).
Con razón denuncia el
científico político Jessé Souza: Brasil es el palco de una disputa entre dos
proyectos: el sueño de un país grande y pujante para la mayoría y la realidad
de una élite de rapiña que quiere drenar el trabajo de todos y saquear las
riquezas del país para el bolsillo de media docena. La élite del dinero manda,
por el simple hecho de poder “comprar” a todas las otras élites (FSP
16/4/2016).
La tristeza es constatar que
todo este proceso de expoliación es consecuencia de la antigua política de
conciliación de los dueños del dinero entre sí y con los gobiernos, que viene
desde el tiempo de la Colonia y de la Independencia. Lula-Dilma no consiguieron
o no supieron superar el arte sagaz de esta minoría gobernante que, con el
pretexto de la gobernabilidad busca la conciliación entre sí y con los
gobernantes, concediendo algunos beneficios a pueblo al precio de mantener
intocada la naturaleza de su proceso de acumulación de riqueza a altísimos
niveles.
El historiador Jose Honorio
Rodrigues, que estudió a fondo a conciliación de clase siempre de espaldas al
pueblo, dice con razón: el liderazgo nacional, en sus sucesivas generaciones,
fue siempre reformista, elitista y personalista… El arte de robar es noble y
antiguo, practicado por esas minorías y no por el pueblo. El pueblo no roba, es
robado… El pueblo es cordial, la oligarquía es cruel y sin piedad…; el gran
éxito de la historia de Brasil es su pueblo y la gran decepción son sus
dirigentes (Conciliação e Reforma no Brasil, 1965. pp.114:119).
Estamos viviendo una
repetición de esta maléfica tradición, de la cual nunca nos liberaremos sin el
fortalecimiento de un anti-poder, venido de abajo, capaz de derribar esta élite
perversa e instaurar otro tipo de Estado, con otro tipo de política
republicana, donde el bien común se sobrepone al bien particular y corporativo.
La Navidad de este año es
una Navidad bajo el signo de Herodes. No obstante, creemos que el divino Niño
es el Mesías liberador y la Estrella es generosa para mostrarnos mejores
caminos.
Leonardo BOFF/ 24-diciembre-16
DE MI ÁLBUM
Virgen de las lágrimas
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