viernes, 23 de diciembre de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA

                                                                              Salpo-Otuzco-La Libertad-Perú
DE: "ORACIONES DEL SIGLO XX"

“MI NIÑO Y YO”

Señor: si la poesía es la nata de la prosa, ¿para cuándo guardarla, sino para cantar tu Navidad? Pero yo no soy poeta. Por eso me permito dirigirme hoy a Ti con unas líneas poéticas ajenas, para rezarte no tan mal como los otros días. Yo pongo mi voz y, sobre todo, mi corazón.

            “Te adoro, Dios de los espacios blancos
            eterno, eterno, eterno.

            Así te quiero, así tienes que ser.

            Última playa sola y absoluta,
            al fin de mis naufragios y mis noches.

            Pero, ¿sabes, mi Dios?, soy muy pequeño.

            Al levantar mi frente, sólo veo un infinito cero.

            En esa curva azul, mi alma adivina
            tu abrazo, en que estrechas con tus mundos.

            Pero es tan grande y tan distante…
            Dios, no te enojes conmigo.

            Tenía que decirte lo que siento,
            Y aunque no lo dijera, Tú lo sabes (…)

            Para amarte, así, mejor así,
            perdido entre mis manos
            como yo entre las tuyas infinitas.

     Así, de carne y hueso.

     Materia, llanto y risa, tiempo y número,
     entre crujir de pajas,
     dócil vaho caliente y dos manos fragantes de mujer.

     Y poderte besar, y poderte dormir,
     Y poderte matar, ¡Oh Dios de carne!
     Y poderte decir
     --noche de maravilla y de locura--:
     “No llores, Dios pequeño,
     que aquí viene mamá…

     No llores, hay juguetes,
     oro de rey, una estrellita blanca
     y el corazón de todos estos hombres”.

     Así, mejor así, de carne y hueso.

     ¡Oh, por algo será, si Tú lo has hecho!”

            Rafael de Andrés



JESÚS NACE EN BELÉN


Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores comenzaron a decirse: ‘Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido. Fueron apresuradamente y hallaron a María, a José y al recién nacido acostado en la pesebrera. Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho de este niño, y todos se maravillaron de lo que decían los pastores. María, por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón”. Lucas, 2, 15-20

LA NOCHE BUENA

No sabemos cuántas noches y días malos nos reserva el año. Una cosa sabemos: que tendremos cada año una noche buena, en que los ángeles, mandados por Dios mismo, nos desearán la paz.

Hay elementos externos, personas, cosas, situaciones, que se suponen ligados con la felicidad. La copla humana lo concreta: salud, dinero y amor. Pero la felicidad es subjetiva, está dentro de uno. No existe la felicidad sino el feliz. De los tres elementos que el hombre asocia con la felicidad subjetiva –placer, alegría, paz -, el más importante es la paz.

 Puede haber felicidad sin placer y sin alegría; nunca sin paz, sin ese suelo último, compacto y sólido, superior a la erosión del dolor y la destrucción. Paz, que es coherencia con la naturaleza, con el prójimo, consigo mismo y con Dios.

Los ángeles han cantado en la noche, en el corazón de la noche: “Paz en la Tierra”. No es un sarcasmo, ni siquiera una tomadura de pelo entre risas sobrenaturales. Desde que Dios está en la Tierra como un hombre más, tiene que haber paz. Si creemos lo que decimos en el Credo y en el Padre Nuestro, tenemos que tener una paz inalterable en sí misma, aunque la sensibilidad y los nervios se revuelvan, a prueba de letras que vencen y de calumnias y odios.

¿Qué significa para cada uno de nosotros el nacimiento de Cristo? El pecado cerró todos los horizontes; clausuró el Cielo, dejando como máxima posibilidad el Limbo; trajo la molestia en el trabajo; el dolor y la muerte, el desorden de las pasiones, el enfrentamiento del hombre con Dios, con el hombre y consigo mismo.

La Redención, destrucción del pecado, fortalece la naturaleza del hombre y le abre la sobrenaturaleza. Eleva el trabajo y el dolor a medios de redención y perfeccionamiento. Abre de nuevo la remota y próxima puerta del más allá, haciendo posible la visión de Dios, con el disfrute sobrehumano de su Belleza, su Poder, su Inteligencia y Perfección suprema. Para el cuerpo, la redención trae la resurrección y la eternidad.

Ver a Dios en la otra vida, reunión con los seres amados, resurrección de la carne, eso significa para cada uno el nacimiento de Cristo. Es decir, recobramos a los demás, nos recobramos a nosotros mismos y recobramos a Dios. El pecado dice: nadie, nunca, nada. El Niño redentor dice: todo, siempre, todos.

Pero la Noche es Noche de paz si es Noche de Dios, “Paz a los hombres de buena voluntad”. El original bíblico dice exactamente: “Paz a los hombres del beneplácito”, en quienes Dios se complace. Ambas realidades coinciden: hombres de buena voluntad, hombre en quien Dios se complace.

Buena voluntad es buena disposición para con Dios. Como a Dios no lo vemos, viene a ser, por voluntad de Dios, buena disposición hacia el prójimo.

La buena voluntad sincera es lo que da la medida de un hombre ante Dios. Por más “religiosa” que sea una persona, si no tiene buena voluntad, si no ama, “está muerta” sentencia Dios en la carta de Juan.

Nos deseamos unos a otros felices pascuas. Si tenemos realmente buena voluntad, debemos tratar de darnos unos a otros felices pascuas y feliz año. La felicidad de cada uno está en las manos de los demás.

            José M. de Romaña

DE MI ÁLBUM


1 comentario:

  1. Muy oportunas (las encuentro) las palabras del cardenal Sodano en la reunión del papa y la curia vaticana: El nacimiento de Jesús "es la primera prueba de la misericordia de Dios". Luego, el papa: "La Navidad es la fiesta de humildad amante de Dios, donde "la lógica divina supera nuestra lógica humana". Por ello "en Navidad estamos llamados a decir sí, con nuestra fe a Dios, que es el humilde amante".

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