La espléndida encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado
de la Casa Común” insiste continuamente en que cada ser, por menor que sea,
posee valor intrínseco y tiene algo que decirnos, además de estar siempre
interconectado con todos los demás seres. Por eso merece respeto y cuidado de
nuestra parte.
Estos pensamientos nos remiten al pensador que mejor pensó
en Occidente un ilimitado respeto por todo lo que existe y vive: el médico suizo
Albert Schweitzer (1875-1965). Era oriundo de Alsacia. Desde pequeño presentó
rasgos de genialidad. Se hizo un famoso exégeta bíblico con una vasta obra
especialmente sobre cuestiones ligadas a la posibilidad o no de hacer una
biografía científica de Jesús. Era también un eximio organista y concertista de
las obras de Bach, y compositor. Fue grande mi emoción cuando visité su casa y
el órgano que tocaba, en Kaysersberg.
Como consecuencia de sus estudios sobre el mensaje de Jesús,
especialmente del Sermón de la Montaña, centrado en el pobre y oprimido,
resolvió abandonar todo y estudiar medicina. En 1913 se fue a África como
médico en Lambarene, en el actual Gabón, exactamente a aquellas regiones que
fueron dominadas y explotadas furiosamente por los colonizadores europeos. Dice
explícitamente en una de sus cartas, que «lo que necesitamos no es enviar allí
misioneros para convertir a los africanos, sino personas dispuestas a hacer
para los pobres aquello que hay que hacer, si es que el Sermón de la Montaña y
las palabras de Jesús tienen aún valor. Si el Cristianismo no hace eso, perdió
su sentido».
Y continúa: «Después de haber pensado mucho, me quedó claro
esto: mi vida no es ni la ciencia ni el arte, sino hacerme un simple ser humano
que, en el espíritu de Jesús, hace alguna cosa, por pequeña que sea» (A.
Schweitzer, Wie wir überleben können, 1994, p. 25-26).
En su hospital, en el interior de la selva tropical, entre
la atención a los pacientes tenía tiempo para reflexionar sobre los destinos de
la cultura y de la humanidad. Consideraba la falta de una ética humanitaria
como la mayor crisis de la cultura moderna. Dedicó años al estudio de las cuestiones
éticas, que adquirieron cuerpo en varios libros, el principal de ellos El
respeto ante la vida (Ehrfurcht vor dem Leben edición de 1996).
Todo en su ética gira alrededor del respeto, de la
veneración, de la compasión, de la responsabilidad y del cuidado con todos los
seres, especialmente, con aquellos que más sufren.
Punto de partida para Schweitzer es el dato primario de
nuestra existencia, la voluntad de vivir, que se expresa: «Yo soy vida que
quiere vivir en medio de vidas que quieren vivir» (Wie wir überleben können,
73). A la voluntad de poder (Wille zur Macht) de Nietzsche, Schweitzer
contrapone la voluntad de vivir (Wille zum Leben). Y continúa: «La idea-clave
del bien consiste en conservar la vida, desarrollarla y elevarla a su máximo valor;
el mal consiste en destruir la vida, perjudicarla e impedirle desarrollarse.
Éste es el principio necesario, universal y absoluto de la ética» (op. cit. ,
p. 52 y 73).
Para Schweitzer, las éticas vigentes son incompletas porque
tratan solamente de los comportamientos de los seres humanos ante otros seres
humanos y se olvidan de incluir todas las formas de vida que se nos presentan.
El Papa en su encíclica hace una rigurosa crítica a este antropocentrismo (nºs
115-121). El respeto que debemos a la vida “engloba todo lo que significa amor,
donación, compasión, solidaridad y compartir» (op. cit. , 53).
En una palabra: «la ética es la responsabilidad ilimitada
por todo lo que existe y vive» (Wie wir überleben, p. 52 y Was sollen wir tun,
p. 29).
Como nuestra vida es vida con otras vidas, la ética del
respeto a la vida deberá ser siempre un con-vivir y un co-sufrir (miterleben
und miterleiden) con los otros. En una formulación sucinta afirma: «Tú debes
vivir convivendo y conservando la vida, éste es el mayor de los mandamientos en
su forma más elemental» (Was sollen wir tun?, op. cit. p. 26).
De ahí derivan comportamientos de gran compasión y cuidado.
Interpelando a cada oyente en una homilía decía: «Mantén los ojos abiertos para
no perder la ocasión de ser un salvador. No pases de largo, inconsciente del
pequeño insecto que se debate en el agua y corre peligro de ahogarse. Busca un
palito y sácalo del agua, sécale las alitas y experimenta la maravilla de haber
salvado una vida y la felicidad de haber obrado a cargo y en nombre del
Todopoderoso. La lombriz perdida en la calle dura y seca, y que no puede hacer
su agujero, quítala y ponla en medio de la hierba. ‘Lo que hayáis hecho a uno
de éstos más pequeños, a mi me lo hicisteis’. Estas palabras de Jesús no valen
solamente respecto de nosotros los humanos, sino también respecto de las más
pequeñas criaturas» (Was sollen wir tun, op.cit. , p. 55).
La ética del respeto y del cuidado de Albert Schweitzer une
inteligencia emocional, cordial e inteligencia racional, en un esfuerzo de
hacer la ética un camino de salvaguarda de todas las cosas y de rescate del
valor que ellas poseen en sí mismas. El mayor enemigo de esta ética es el
embotamiento de la sensibilidad, la inconsciencia y la ignorancia que pierden
de vista el don de la existencia y la excelencia de la vida en todas sus
formas.
El ser humano está llamado a ser el guardián de cada ser
vivo. Al realizar esta misión alcanza el mayor grado de su humanidad. Y se
sentirá perteneciendo a un Todo mayor, superando la falta de enraizamiento y la
soledad de los hijos de la modernidad.
Leonardo BOFF/ 23-octubre-15
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