EL SOL SALE
PARA TODOS
Y como sale para todos, tiende a
igualar la vida de los hombres con su luz uniforme, con la claridad que hiere
todas las retinas. Pero no lo logra, porque sólo “en el umbral de la muerte
comienza la igualdad”, como dijo el poeta francés Colardeu. Y porque el hombre,
desde el fondo de sus aspiraciones, hace de la igualdad uno de sus ideales, no lo
conseguirá porque no hay nada igual en la Creación.
Así el sol unas veces impulsa el ala
del orgullo humano y hace decir a Espronceda “Para y óyeme, ¡oh, Sol!, yo te saludo”.
Y a veces su claridad, que traspasa la pupila, lleva la pluma de Whitman a
escribir: “/Oh bonísimo sol, tan apacible y altivo!”. O a García Lorca a decir,
en sus Canciones para niños que el “El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso” con gallarda alegría, o a
Rostand a confesar, rendido, “Tu oro es el único oro que vale la pena”.
Al
recordar los versos que lo definen como el “Galán entre los galanes/, luz que
todo lo ilumina/. Febo, el brillante, de Dafne/ mozo que acude a la cita/ siempre
tarde, porque cuando/ él llega, ella va de huida”, ¿símbolo curioso de que la
regularidad en los hábitos no es bastante?
HABLEMOS
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