viernes, 23 de octubre de 2015

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"


ORACIÓN DE LOS PADRES
Espíritu que te has
encarnado en el cuerpo
de nuestro hijo,
bienvenido seas
 entre nosotros;
Dios todopoderoso que
lo has enviado, bienvenido seas.

Este es el depósito
que nos has sido confiado,
del que debemos
dar cuenta un día.

Si pertenece a la nueva
generación de los espíritus
que debe poblar la tierra,
gracias Dios mío,
por ese favor.

Si es un alma imperfecta,
nuestro deber es ayudarla
a progresar
en el camino del bien,
con nuestros consejos
y buenos ejemplos;
si sea en el mal
por culpa nuestra,
de ello responderemos
ante Vos, porque no habremos
cumplido nuestra misión
respecto a él.

Señor sostenednos en nuestro
trabajo y dadnos fuerza
y voluntad para cumplirlo.

Si este niño debe ser objeto
de nuevas pruebas, que
se cumpla vuestra voluntad.

Espíritus buenos que habéis
venido a presidir
su nacimiento y debéis
acompañarle durante
la vida, no lo abandonéis.

Separad de él a los espíritus
imperfectos que pudieran
inducirle al mal,
dadle fuerza para resistir
a las sugestiones
y valor para sufrir
con paciencia y resignación
las pruebas que le esperan
en la tierra.
                     Anónimo
VENTANA AL MUNDO:
DINAMARCA

















BIENVENIDO A DINAMARCA
Por Roger William Riis

¡Bienvenido a Dinamarca! Así nos dicen en el muelle los vistas de aduana, gente cuyo distintivo universal no suele ser la amabilidad. “/Bienvenido!” nos dice, echándose atrás en su asiento, el chófer de taxi. Hay sinceridad en esos saludos. Al danés le agradan los forasteros y le complace mostrarles el país.

   El territorio de Dinamarca, compuesto por la península de Jutlandia, cuatro grandes islas y unas 500 islas menores, alcanza sólo 240 km. en su mayor anchura y 354 en su mayor longitud. Aunque poco extenso, tiene 7400 km. de costa.

   Afabilidad, flores y canciones son notas dominantes de la impresión que Dinamarca causa a quien la visita. En mayo, espesos bosquecillos de lilas gigantescas forman montículos de suave color; cae en áurea cascada el florido manto con que se cubren los arbolitos llamados  “lluvia de oro”. En junio, setos vivos de luciente espliego resaltan contra las blancas paredes de las casas enmaderadas hasta la mitad. Llega después la estación de las rosas. En los cruces de las carreteras, grandes macizos circulares de rosas señalan las zonas de seguridad. En la fachada de los cuarteles de policía trepan rosales cuajados de rosas escarlatas. El danés es amigo de obsequiar con flores a todo el mundo, inclusive a los hombres. No es raro ver a un transeúnte con su ramillete de flores en el bolsillo del pecho.

   “Un danés: un libro. Dos daneses: copas y brindis. Tres daneses: canciones”.  Entonarán la que empieza Hay un país encantador y se espacia hablando de lo azul de los mares, de lo soleado de los bosques de enhiestas hayas. Dudo que haya una canción danesa que no hable del mar o de las hayas. Componen los daneses canciones para cada ocasión. Ciudades y aldeas tienen sus propias canciones. Cuando los “daneses de fuera”  --los que residen en el extranjero –regresan a millares para las festividades del verano, empiezan por congregarse en Kronborg, fortaleza que data del siglo XIII. Resuenan entonces en el almenado recinto del castillo y bajo la techumbre del Salón de los Caballeros, las blandas notas de En Dinamarca nací, canción que ni aun los mismos extranjeros pueden oír sin conmoverse.

   Pero detrás de las flores y el canto hay sólidas realizaciones nacionales. Después de las guerras napoleónicas no quedaron en Dinamarca sino arenas y brezales –enemigos éstos de toda otra vegetación. Sin embargo han bastado 100 años para que Dinamarca logre convertirse en la nación donde la agricultura llega a su mayor adelanto. Una hectárea produce el triple de trigo o de avena que en los Estados Unidos y el doble de papas.
El analfabetismo es casi desconocido en Dinamarca. En las famosas escuelas populares no hay un plan rígido de estudios, ni asistencia obligatoria a clases, ni tampoco exámenes. “No las destinamos a dar una educación completa –explica Hartvig Frisch, ministro de Educación –sino a poner la mente en el camino de las ideas”.

   En tiempos en que el abastecimiento de papel es normal, Dinamarca publica 15 veces más libros por habitante que los Estados Unidos. Buena parte son traducciones de novelas extranjeras. Abundan las librerías bien surtidas. “Poeta” es el título de tratamiento, como el de “doctor” en otras naciones.
Pueblo de hombres capaces, Dinamarca fabrica los mayores motores Diesel, y es también la cuna de Hans Christian Andersen. En proporción con el número de sus habitantes ha ganado más premios de Nobel que ninguna otra nación.

   La medicina dinamarquesa alcanza un grado notable de adelanto. Gozan de crédito dondequiera sus sueros, elaborados mediante la colaboración de especialistas en muchas ramas de la ciencia médica. Dinamarca aventaja a todas las demás naciones en lo bajo de su índice de mortalidad por tuberculosis, que es sólo de 30 por 100.000. Antes de la guerra había ya eliminado virtualmente la sífilis.

No hay en los campos de Dinamarca anuncios que afeen la belleza del paisaje; ni interrumpen los programas de radio los enojosos embutidos de la propaganda comercial. Al preguntarles a los daneses de qué medios se han valido para crear el espíritu de respeto a la ley que los distingue como pueblo, dan esta respuesta: “Para educar a nuestros hijos nunca les decimos No hagas tal cosa, sino simplemente Tal cosa no debe hacerse”.

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