DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
ORACIÓN DE
LOS PADRES
Espíritu que
te has
encarnado en
el cuerpo
de nuestro
hijo,
bienvenido
seas
entre nosotros;
Dios
todopoderoso que
lo has
enviado, bienvenido seas.
Este es el
depósito
que nos has
sido confiado,
del que
debemos
dar cuenta un
día.
Si pertenece
a la nueva
generación de
los espíritus
que debe
poblar la tierra,
gracias Dios
mío,
por ese
favor.
Si es un alma
imperfecta,
nuestro deber
es ayudarla
a progresar
en el camino
del bien,
con nuestros
consejos
y buenos ejemplos;
si sea en el
mal
por culpa
nuestra,
de ello
responderemos
ante Vos,
porque no habremos
cumplido
nuestra misión
respecto a
él.
Señor
sostenednos en nuestro
trabajo y
dadnos fuerza
y voluntad
para cumplirlo.
Si este niño
debe ser objeto
de nuevas
pruebas, que
se cumpla
vuestra voluntad.
Espíritus
buenos que habéis
venido a
presidir
su nacimiento
y debéis
acompañarle
durante
la vida, no
lo abandonéis.
Separad de él
a los espíritus
imperfectos
que pudieran
inducirle al
mal,
dadle fuerza
para resistir
a las
sugestiones
y valor para
sufrir
con paciencia
y resignación
las pruebas
que le esperan
en la tierra.
Anónimo
VENTANA AL
MUNDO:
DINAMARCA
BIENVENIDO A DINAMARCA
Por Roger
William Riis
¡Bienvenido a
Dinamarca! Así nos dicen en el muelle los vistas de aduana, gente cuyo
distintivo universal no suele ser la amabilidad. “/Bienvenido!” nos dice,
echándose atrás en su asiento, el chófer de taxi. Hay sinceridad en esos
saludos. Al danés le agradan los forasteros y le complace mostrarles el país.
El territorio
de Dinamarca, compuesto por la península de Jutlandia, cuatro grandes islas y
unas 500 islas menores, alcanza sólo 240 km. en su mayor anchura y 354 en su
mayor longitud. Aunque poco extenso, tiene 7400 km. de costa.
Afabilidad,
flores y canciones son notas dominantes de la impresión que Dinamarca causa a
quien la visita. En mayo, espesos bosquecillos de lilas gigantescas forman
montículos de suave color; cae en áurea cascada el florido manto con que se
cubren los arbolitos llamados “lluvia de
oro”. En junio, setos vivos de luciente espliego resaltan contra las blancas
paredes de las casas enmaderadas hasta la mitad. Llega después la estación de
las rosas. En los cruces de las carreteras, grandes macizos circulares de rosas
señalan las zonas de seguridad. En la fachada de los cuarteles de policía
trepan rosales cuajados de rosas escarlatas. El danés es amigo de obsequiar con
flores a todo el mundo, inclusive a los hombres. No es raro ver a un transeúnte
con su ramillete de flores en el bolsillo del pecho.
“Un danés: un
libro. Dos daneses: copas y brindis. Tres daneses: canciones”. Entonarán la que empieza Hay un país encantador y se espacia hablando de lo azul de los
mares, de lo soleado de los bosques de enhiestas hayas. Dudo que haya una
canción danesa que no hable del mar o de las hayas. Componen los daneses
canciones para cada ocasión. Ciudades y aldeas tienen sus propias canciones.
Cuando los “daneses de fuera” --los que
residen en el extranjero –regresan a millares para las festividades del verano,
empiezan por congregarse en Kronborg, fortaleza que data del siglo XIII.
Resuenan entonces en el almenado recinto del castillo y bajo la techumbre del
Salón de los Caballeros, las blandas notas de En Dinamarca nací, canción que ni aun los mismos extranjeros pueden
oír sin conmoverse.
Pero detrás
de las flores y el canto hay sólidas realizaciones nacionales. Después de las
guerras napoleónicas no quedaron en Dinamarca sino arenas y brezales –enemigos
éstos de toda otra vegetación. Sin embargo han bastado 100 años para que
Dinamarca logre convertirse en la nación donde la agricultura llega a su mayor
adelanto. Una hectárea produce el triple de trigo o de avena que en los Estados
Unidos y el doble de papas.
El
analfabetismo es casi desconocido en Dinamarca. En las famosas escuelas
populares no hay un plan rígido de estudios, ni asistencia obligatoria a
clases, ni tampoco exámenes. “No las destinamos a dar una educación completa
–explica Hartvig Frisch, ministro de Educación –sino a poner la mente en el
camino de las ideas”.
En tiempos en que el abastecimiento de papel
es normal, Dinamarca publica 15 veces más libros por habitante que los Estados
Unidos. Buena parte son traducciones de novelas extranjeras. Abundan las
librerías bien surtidas. “Poeta” es el título de tratamiento, como el de
“doctor” en otras naciones.
Pueblo de
hombres capaces, Dinamarca fabrica los mayores motores Diesel, y es también la
cuna de Hans Christian Andersen. En proporción con el número de sus habitantes
ha ganado más premios de Nobel que ninguna otra nación.
La medicina
dinamarquesa alcanza un grado notable de adelanto. Gozan de crédito dondequiera
sus sueros, elaborados mediante la colaboración de especialistas en muchas
ramas de la ciencia médica. Dinamarca aventaja a todas las demás naciones en lo
bajo de su índice de mortalidad por tuberculosis, que es sólo de 30 por 100.000.
Antes de la guerra había ya eliminado virtualmente la sífilis.
No hay en los
campos de Dinamarca anuncios que afeen la belleza del paisaje; ni interrumpen
los programas de radio los enojosos embutidos de la propaganda comercial. Al
preguntarles a los daneses de qué medios se han valido para crear el espíritu
de respeto a la ley que los distingue como pueblo, dan esta respuesta: “Para
educar a nuestros hijos nunca les decimos No
hagas tal cosa, sino simplemente Tal
cosa no debe hacerse”.
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