Leonardo
Boff: "Laudato Si es la Carta Magna de la moderna ecología en el sentido
más amplio y profundo"
08 de noviembre de 2015
(Benjamín Forano, en Éxodo).- La entrevista de
hoy contigo, Leonardo, reviste para mí un interés singular. Está muy en la cima
de la publicidad la Encíclica del Papa Francisco "Laudato Sí" y nadie
duda de que el haber llegado hasta ahí, se debe en gran parte a tu labor
pionera en el campo de la ecoteología. Una labor necesitada, muy sugeridora,
que ha puesto a vibrar uno de los temas más cruciales en la humanidad actual.
Tus escritos de veinte años para acá rezuman un aire fresco tuyo,
inconfundible, muy reiterado, y que yo me propongo llevar a nuestros lectores,
extrayéndolo de uno de tus últimos libros: "La gran transformación, en la
Economía y en la Ecología".
Para entender
la sociedad en que vivimos, consideras imprescindible analizar y valorar la
Gran Transformación que se formó a partir del año 1834. ¿En qué consiste?
Yo la
entiendo como el paso de una sociedad con mercado a una sociedad sólo de
mercado, es decir, una sociedad que coloca la economía como único eje
estructurador de toda la vida social, sometiendo a ella la política y enviando
la ética al limbo. Se trata de un mercado competitivo, en el que cuenta el
beneficio individual o corporativo, conseguido por lo general a costa de la
devastación de la naturaleza y de la gestación perversa de las desigualdades
sociales. Dicho mercado postula ser libre, y rechaza todo control, incluido el
de un Estado, que trata de ordenar el Bien Común con sus leyes.
Y esta gran
transformación, ¿qué tiene de malo?
Pues que lo
mercantiliza todo, desde el sexo a la Santísima Trinidad. Todo es objeto de
compra y venta, de todo se puede obtener lucro, de la salud, educación,
deporte, artes, religión, ...Se crea una gran masa de consumidores para obtener
ingresos, se trate de bienes materiales o de bienes espirituales. Y hay cosas y
sectores que no debieran entrar en el circuito comercial del mercado, tienen
gran valor, pero no debieran ser sometidos a precio.
¿Esta
mercantilización global tiene consecuencias?
Sí, muy
graves. Señalo tres fundamentales.
Primera:
escinde la humanidad de arriba abajo, creando un foso enorme entre pocos ricos
y muchos pobres, se crea una injusticia social espantosa, con multitudes
descartables, consideradas ceros económicos.
Segunda: su
afán explotador y acumulador, sin ninguna consideración social, sanitaria o
ética, ejerce una injusticia ecológica tremenda.
Tercera:
actúa a sus anchas un capital especulativo (se calcula en unos 600 billones de
dólares), del cual un billón y medio circulan diariamente en busca de ganancias
mayores, por cuya razón decaen los capitales productivos, aumenta la
precarización de trabajo y se expande más y más la pobreza.
¿Y esto
supone repercusiones o efectos especiales para el planeta Tierra?
El planeta
Tierra tiene unos límites físico-químicos/ ecológicos-, que no soportan esa
depredación y sobrevienen reacciones suyas violentas (terremotos, tsunamis,
huracanes, desregulación de los climas...) para mantener su equilibrio y que
resultan destructivos de las bases que sustentan la vida. La vida corre peligro
y la especie humana pudiera ser extirpada por ella como si fuera una célula
cancerígena.
Ya que
señalas este punto, por qué no explicas lo que supone la Gran Transformación en
este campo de la ecología. ¿Por dónde comenzarías?
Por donde
comenzó la Teología de la Liberación, por liberar las opresiones que recubren
la sociedad: obreros explotados, afrodescendientes discriminados, indígenas
sobrevivientes, patriarcalismo - machismo y, finalmente, el grito de la Tierra,
generadora de todas las formas de la vida y explotada en todos sus bienes desde
siglos. Ella es la Gran Pobre, crucificada, y que clama por su resurrección: si
la marca registrada de la Teología de la Liberación es la opción por los pobres
contra la pobreza y su injusticia, la Tierra debe ser incluida en primer lugar
en esta opción. Si no liberamos a la Tierra eliminamos la base real para
cualquier otro tipo de liberación.
Denunciamos
que la misma lógica que explota al trabajador, a las clases y a los países,
explota también a la Madre Tierra. Minorías poderosas se enriquecen
ilimitadamente, sin ética ni equidad social alguna en el presupuesto de que la
Tierra es una especie de baúl con una riqueza inagotable, lo que efectivamente no
es.
Sin embargo,
yo que te conozco y acompaño desde hace más de treinta años, veo que esta
opción por la Tierra Oprimida, apenas si aparece en el primer itinerario de la
Teología de la Liberación.
Nuestra
prioridad por la opción de los pobres no tardó en descubrir el paralelismo e
imperativo de nuestra Opción por la Tierra Pobre. La ecoteología hizo crecer la
conciencia colectiva de que la Tierra ha llegado a la frontera de su
sostenibilidad. Es decir, hemos descubierto que el avance de ese caos destructivo
de la Tierra, tiene origen en la relación agresiva e irresponsable que el ser
humano tiene con su hábitat natural. Somos como un meteorito, no venido del
exterior, que destruye el sistema-vida y el sistema-tierra. Los cientistas han
creado una palabra para expresar esta realidad perversa: el antropoceno. Se
trata de una nueva era geológica, en la cual el gran amenazador de la vida y
del equilibrio del sistema-Tierra es el propio ser humano.
¿Existe y
crece de verdad esa conciencia?
Nosotros nos
hemos organizado en torno al triunfo del más fuerte, que busca ventajas sobre
los demás seres por competición y hemos abandonado la lógica solidaria del
Universo, que es una lógica de conectividad, de interdependencia y
colaboración, según señalan todos los científicos. Nuestra lógica es
antinatural, hay que cambiarla, si queremos evitar el desastre.
Esta otra
conciencia cosmológica nos obliga a ajustar nuestra conducta con la lógica del
Universo, que asegura la expansión y autocreación con todos sus seres, inertes
y vivos. Cuanto más se expande y complejiza el universo, más interiorización y
subjetividad adquiere y más estrechan todos los seres su interdependencia y
comunión. A la Teología de la Liberación ya no le servía el paradigma de una
cosmología mecanicista y estática: la metáfora de una pirámide en cuya punta se
encuentra Dios.
¿Ves
importante y posible instaurar esta nueva visión?
Difícil,
después de tantos siglos que nos posee otro modelo. Pero, la crisis actual nos
impone dejar atrás la monocultura del pensamiento único en la política, en la
economía y en la teología oficial. Al ser humano no le basta con el consumo de
los bienes materiales. Somos hijos e hijas de la Madre Tierra que, a través de
nosotros, siente, ama, cuida y se preocupa por el futuro común, y nos
responsabiliza sobre todo de los excluidos y de los que más injusticia sufren.
Somos Tierra como se sugiere en el Génesis 2,7.
Afirmas que,
si mantenemos en esta nueva era geológica la mentalidad del antropoceno, como
te referías antes ¿podemos llegar a la sexta extinción masiva?
Hace tiempo
que biólogos y cosmólogos nos advierten de que nuestra intervención agresiva
está quitando a la Tierra su capacidad reguladora y aparece como posible el
extermino de nuestra civilización.
La Tierra ha
conocido 15 extinciones de grandes proporciones. En los últimos 540 millones de
años se ha dado una cada cien millones de años. La última, que ha destruido
gran parte de la vida en el mar y en la tierra, ocurrió hace 65 millones de
años, cuando fueron exterminados los dinosaurios, después de haber vivido más
de cien millones de años en nuestro planeta.
¿Y cómo
sabemos que estamos en la sexta extinción?
Se reducen
las especies (se calculan en 250.000 las especies exterminadas), crece la
contaminación del agua, del suelo, del aire, se ha revertido en tres millones
de años el proceso evolutivo; no denunciamos lo que está siendo un atentado
contra la Vida y contra la Tierra: biocidio y geocidio.
¿Se puede
desacelerar esta sexta extinción?
Se puede y se
debe. Son 13.700 millones de años los que nos separan de nuestros orígenes. El
Universo -impregnado de inteligencia y propósito- nos interpela y solicita
nuestra colaboración para renovar el Contrato entre la Tierra y la Humanidad,
que exprese nuestro cuidado y respeto hacia ella; para vencer la lógica
individualista y competitiva y reinventarnos como especie que se preocupa de
las demás especies y aprende a convivir con toda la comunidad de vida,
respetando el valor intrínseco de cada ser. Al paradigma del sometimiento y
extinción, tiene que suplir el paradigma de la compasión, del cuidado y del
respeto.
Por tanto, sí
que podemos, si acertamos a relacionar todas las cosas entre sí, combinar los
saberes y controlar las ganancias del mercado.
¿Tiene algo
que ver con esto el calentamiento global? ¿Es ciencia o ficción?
No voy a
llorar como lo han hecho otras personas cuando les ha tocado narrar ante las
Naciones Unidas el horror de tifones devastadores, etc. Voy a dar unos datos:
-La temperatura
del Pacífico tropical, que estaba por debajo de los 19,2º C, alcanzó en 1998
los 30ºC. Los tifones y vientos han incrementado su velocidad de 240 km / h en
1951, a 380 km / h en el 2013.
-La
concentración de CO2 al inicio de la era industrial era de 280 ppm, hoy hemos
llegado a 450 ppm.
¡Y los
Gobiernos, multinacionales y otras instituciones sin reaccionar!
Hay gentes de
dinero, mega accionistas a ultranza, que llegan a coaccionar a científicos para
que no digan todo lo que saben. Su razón enloquecida les impide ver los
perjuicios de su riqueza acumulada. Y hay Gobiernos y otros dueños del poder
que dificultan de mil formas cualquier consenso. Quieren que las cosas sigan
igual.
Pero la
cuestión central está en reconocer que este caos ecológico se debe a nuestro
modo de producción, que destruye la naturaleza y alimenta la cultura del
consumismo ilimitado.
No hay más
alternativa que la de cambiar la economía neoliberal, agresiva y competitiva y
que establece una guerra de mercado, de todos contra todos.
La Tierra no
aguanta más, necesita un año y medio para recuperar lo que le arrancamos en
uno. El calentamiento global no es sino la fiebre que denuncia que ella está
gravemente enferma.
Frente a esta
situación, ¿ves alguna solución, cuál sería tu propuesta?
Hablo de una
sostenibilidad:
-Que afecta
en primer lugar a la Tierra, que contiene vida, está viva, se autorregula, se
regenera y evoluciona. Sin ella, desaparece la base para la sostenibilidad de
las otras formas de vida.
-De una
sostenibilidad integradora: entre todos los seres hay un lazo de parentesco por
su alfabeto genético básico. Somos todos interdependientes. Y nos necesitamos
para subsistir. No sólo, pues, antropocéntrica sino holística, que asegura las
condiciones necesarias para la generación de los seres, que los haga
sostenibles en su valor intrínseco.
-En este
proceso evolutivo, el ser humano es como punta de lanza. Somos portadores de
conciencia, sensibilidad e inteligencia. Nos corresponde por tanto cuidar de la
Madre Tierra, garantizar la continuidad de la civilización y vigilar nuestra
capacidad destructiva.
- El Universo
se alimenta de la Fuente Originaria de todo ser, y posee un fin en sí mismo,
como lo manifiesta el hecho mismo de existir que le da sentido y creatividad.
-Las necesidades
humanas podemos cubrirlas bien a través de un uso racional y cuidadoso de los
bienes que la Tierra y el Cosmos nos ofrecen. Hay que vivir una sobriedad
compartida, una frugalidad voluntaria e intentar ser más con menos.
-Las futuras
generaciones tienen derecho a heredar una Tierra y una Naturaleza bien
preservadas y hasta enriquecidas por nosotros. La Tierra es suficiente para hoy
y para mañana, pero sólo si establecemos relaciones de cooperación y
solidaridad.
¿Cómo encajas
en esta visión y cuidado con el hecho vergonzosamente mundial del hambre?
Gandhi decía
con razón: "el hambre es un insulto; deshumaniza, destruye el cuerpo, el
espíritu y la propia alma. El hambre es la forma más asesina que existe". Por
el hambre, son muchas las personas que sufren. Y sufren porque en todos los
países se ha establecido como patrón de progreso el consumismo ilimitado. Y
sufren porque sucumbimos a políticas económicas que producen los bienes
superfluos y, mediante feroces campañas de propaganda, nos hacen creer que los
superfluo es necesario y fuente secreta de felicidad. Y sufren porque se
fomenta nuestro deseo de poseer y consumir, que es ilimitado. Y sufren porque
vivimos en una sociedad abarrotada de bienes superfluos, con centros
comerciales omnipresentes, verdaderos santuarios de consumo.
¿Y no
santuarios de felicidad?
No, porque
esos santuarios con sus ídolos-fetiches dejan vacía el alma, no colman sus
deseos que, además de pan, necesitan transcendencia, comunicación, belleza, y
otros valores que no se compran ni se venden como son la gratuidad, el
desinterés, el amor.
Multinacionales
y muchos políticos no saben sino espolear el ansia de consumo para superar la
crisis económica, siempre claro a costa del Planeta Tierra y de sus
ecosistemas. Como decía en el 68 el presidente Robert Kennedy "El PIB mide
todo menos aquello que hace la vida verdaderamente digna de ser vivida".
No concordaba con el sistema imperante, tres meses después fue asesinado.
O sea,
ciudadano en esta sociedad, pero esclavo de la trampa del consumismo.
No, porque
podemos adoptar un comportamiento anticorriente, antisistema, mediante este
quinteto de erres: reducir los objetos de consumo; reutilizar los que ya hemos
usado; reparar los que ya se han estropeado; reciclar los productos dándoles
otra finalidad; rechazar lo que el marketing nos obligar a consumir. De esta
manera, creamos una nueva relación hacia los bienes, la naturaleza y, sobre
todo, hacia las necesidades que son la mayor parte. Nos convertimos en
anticultura.
¿Qué quieres decir
cuando afirmas que el respeto es el fundamento de la ética y de los derechos
humanos?
El respeto es
reconocer al otro como otro, percibir que tiene valor por sí mismo. Ahora, el
otro son todos los que surgen ante mí, desde un árbol, un paisaje, un animal a
un ser humano cualquiera.
El primer
otro es la naturaleza; no tratar a la naturaleza con respeto es el gran vicio
del antropocentrismo, imperante en casi todas las culturas mundiales. Nos hemos
creído que todos los seres no tienen sentido sino en cuanto subordinados, para
ser utilizados a nuestro antojo.
La mayoría de
los seres vivos son más viejos que nosotros: águilas (150 millones de años),
perros (30 millones)... Nosotros entramos en el escenario de la evolución
cuando el 99,98 % de la historia de la Tierra estaba concluida.
La naturaleza
no necesitó del ser humano para organizar esa inmensa complejidad y
biodiversidad. Debiéramos admitir como lo más correcto sentirnos en comunión
con la comunidad de vida anterior. En este sentido, son para meditar las
palabras del famoso investigador Edward Wilson: "El ser humano ha
transformado el Edén y el Paraíso ocupado en una paraíso perdido. El viene
desempeñando hasta hoy el papel de asesino planetario, preocupado sólo por su
propia supervivencia a corto plazo".
El segundo
otro es el ser humano, surgido hace siete millones de años y como sapiens hace
cerca de 100.000 años, portador de una conciencia de dignidad y un fin en sí
mismo y merecedor de reverencia y respeto. Esa dignidad impide utilizarlo como
medio para la producción, la guerra o la experimentación científica. Culmen de
la evolución conocida hasta hoy, la evolución se hará, para el bien o el para
mal, con su intervención libre y creadora.
Sin el
respeto, se impone el derecho del más fuerte, que sustituye el Derecho por la
Fuerza, y pretende reducir al otro en objeto o cosa, destituyéndole de su
estatuto humano.
Esta
reducción es del todo inadmisible cuando se pasa por encima de la conciencia
personal, que reclama respeto sin condiciones, aun cuando sea invenciblemente
errónea.
La dignidad
de la persona es la base de la laicidad -ciudadanía universal- y de la
democracia. De esa dignidad brota un imperativo ético universal, que hace
sentirnos unidos y en comunión con todos. Las personas son todas iguales, todas
tienen un valor propio irrenunciable, y todas deben ser respetadas en sus
derechos y deberes. Por lo que ningún Estado laico puede privilegiar a ninguna
de las Confesiones religiosas; su misión es garantizar el pluralismo religioso
y de las minorías, siempre que se ajusten a las reglas básicas, comunes, de la
convivencia.
¿A la vista
de lo que estamos viviendo, este respeto del que hablas, es quimera o realidad?
Quimera, no;
utopía, sí. Hemos conseguido por lo menos que sea reconocido como un ideal, una
meta válida, teóricamente admitida y respaldada por todos los Estados. Si todos
los seres humanos tienen un valor, lo es por el hecho mismo de existir, ninguno
puede ser manipulado, se alza ante nosotros como un misterio que reclama cuidado,
responsabilidad y veneración. Immanuel Kant tenía razón cuando decía que el ser
humano es un fin en sí mismo y jamás puede ser un medio para cualquier otra
cosa.
El Budismo
enseña a vivir en armonía con todas las cosas y con el Todo; el Hinduismo vive
del respeto a todos y de la no violencia; Francisco de Asís daba el dulce
nombre de hermanas y hermanos a todas las criaturas, de quienes, por
maravilloso y de todos desconocido, adivinaba los secretos , como quien goza ya
de la libertad y de la gloria de los hijos de Dios. Es el saber estar con las
cosas, conviviendo con ellas, y no estar sobre ellas dominándolas.
Figuras
eminentes de la Filosofía y de las Religiones coinciden en que lo que
necesitamos es respeto y compasión hacia todos los seres del Universo, volverse
de verdad humanos y hacer por los pobres lo que debe ser hecho, vivir en medio
de vidas que quieren vivir.
La ética nos
hace responsables de todo lo que existe y vive y de ella nace el respeto y la
veneración por cada ser de la naturaleza. La falta de ética humanitaria es la
causa de la mayor crisis de la historia de la cultura moderna. O vivimos el
respeto incondicional a todo ser, o perdemos la base que sustenta el empeño por
la dignidad y los derechos humanos.
No sólo eso,
sin el respeto y la veneración, perdemos la memoria de lo Sagrado y lo Divino,
que atraviesan el universo y emergen en la conciencia humana.
Quizás,
Leonardo, lo más incitante de tu discurso ecológico es que, frente al mundo
descreído de hoy, sitúas a Dios en medio de este gran proceso cósmico.
Mira, este
proceso, que tiene la friolera de 13.700 millones de años, ostenta paradas,
retrocesos y avances , destrucciones masivas y renovaciones. Pero, visto hacia
atrás, el proceso muestra una flecha que apunta hacia adelante y hacia arriba.
Hay quienes descartan toda direccionalidad en el Universo, no tiene sentido.
Otros no aciertan a entender que el universo carezca de sentido.
Para mí, El
Universo en proceso evolutivo manifiesta una escalada ascendente desde cuando
la energía se convierte en materia hasta el surgimiento de la vida consciente e
inteligente.
Pero, ¿cómo
está Dios en este proceso?
Está dentro y
está fuera. Dentro como energía que subyace a todo lo que existe. Fuera porque
es anterior a todo lo que existe y es el impulsor inicial de todo cuanto
existe.
De la nada,
no viene nada. ¿Quién hace brotar el big-bang con su energía material e
informativa y quién le da el impulso para que ocurriera? Alguien puso a los
seres en su existencia y los mantiene.
Sobre el Misterio
de esta energía Pura, nadie puede decir nada, pues está antes que toda materia
y que todo espacio-tiempo. Realidad incognoscible, pero que percibimos y
sentimos como presente en el Universo y despierta en nosotros el sentimiento de
grandeza, respeto y veneración. ¿Quién hizo esa noche cuajada de estrellas?
"Es imposible despreciar la aurora del amanecer , permanecer indiferente
cuando se abre una flor o no quedarse pasmado ante un recién nacido" (
A.J. Hacschel). Espontáneamente decimos: Dios puso todo en marcha. Si Dios no
estuviera en el origen de todo , antes de todo, y, en cierto modo, fuera y al
mismo tiempo dentro penetrando y sustentando todo, todo volvería a la nada o al
vacío cuántico.
Entonces,
¿todo lo que existe, Dios lo creó con una finalidad?
Si sabemos
responder a esto, dice Stephen Hawking, entonces habremos alcanzado el
conocimiento de la mente de Dios.
Mientras los
científicos buscan este designio escondido de Dios, nosotros podemos decir: El
Universo es como un espejo de sí mismo, un desbordamiento de su ser, bondad e
inteligencia y lo crea para hacerlo partícipe de su sobreabundancia.
Ahí estamos
nosotros con conciencia para oír su mensaje, captar las historias de los seres
de la creación, de su propio proceso y religarlos todos a su Fuente. Creó al
ser humano para ser compañero de su bondad y de su amor, para ser visto y
conocido desde fuera por alguien diferente a El, pero semejante. Para la
tradición judeo-cristiana existimos para llevar adelante la creación y
acabarla, siendo co-creadores, protectores y cuidadores de todo lo que ha sido
creado.
Mientras
ascendemos y no llegamos a mostrar todas nuestras potencialidades escondidas,
descubrimos muchas cosas buenas. Cuando llegue el momento de la plenitud, sólo
entonces podremos afirmar con Stephen Hawking conocer algo de la mente de Dios,
su designio sobre todo lo creado, y nuestra existencia. No sé si, acaso
entonces, como dicen los místicos, no seremos convidados por Dios para ser
también nosotros, Dios por participación. ¡Oh Gloria!
A la luz de
todo lo que dijiste en esta entrevista, ¿cómo interpretas la encíclica del Papa
Francisco sobre "el cuidado de la Casa Común"?
Yo diría que
la encíclica va en la línea de nuestras reflexiones. Lo interesante es notar
que, por la primera vez,el magisterio pontificio,asumió el nuevo paradigma,
dejando para atrás el viejo que es el convencional y todavía dominante.
Los términos
del nuevo paradigma están todos ahí: la interdependecia de todos con todos; la
íntima conexión del ser humano con la naturaleza; el rescate de la razón
sensible y cordial por que la razón científico-técnica es insuficiente para
aclarar los problemas ecológicos actuales; la ética del cuidado, de la ternura
y de la responsabilidad colectiva; una espiritualidad cósmica, que hace que el
dolor de la Tierra y de los demás seres sufrientes sea sentido como nuestro
dolor; la fe de que Dios es el "soberano amante de la vida" como se
dice en el libro de la Sabiduría (11,26) y que no va a permitir la desaparición
de la vida en la Casa Común; el sentido de fiesta y de esperanza, la presencia
de la poesía en sus textos como en el final:"Caminemos cantando; que
nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la
alegría de la esperanza"(n.244)
No se trata
de una encíclica "verde", sino que desarrolla una ecología integral
que abarca lo ambiental, lo social, lo político, lo cultural, lo cotidiano y la
espiritualidad.
Yo diría, sin
exagerar, que es la Carta Magna de la moderna ecología en el sentido más amplio
y profundo.
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