domingo, 15 de noviembre de 2015

HACER DE Fernando DE SZYSZLO / Javier SOLOGUREN

Díptico de la serie Mar de Lurín, 1990

F. De Szyszlo, pintor, escultor, literato...
Mi intento no es la adopción de una perspectiva crítica
   frente a una obra desplegada en múltiples facetas
  (pintura, dibujo   grabado    escultura).
Szyszlo, su obra, me llevan por otros caminos
   los de la visión que se mueve en el trasfondo
   del tiempo y del espacio suscitando
   un murmullo de señas y voces, aprehensiones
   erráticas tal vez, débiles hitos que orillan
   la majestad de una obra creadora o más sencillamente
   de un hacer.

Hacer que canten los colores  con ardoroso y delicado asalto,

hacer que brote un iris de recientes resplandores, matices
   surgidos de la noche lujosa, donde
   un muro negro, un negro torbellino,
   afirman la existencia de una
   vigilia inacabable.

Hacer que crucen pájaros salvajes,
   de crestas intensas como fuego o piedra ardiente,
   por las dimensiones ocultas del espacio.

Hacer que caigan gruesas gotas seminales,
   lluvia de semillas prontas a estallar
   en el vientre de la noche.

Hacer que cosas rastreadas, viejos ritos, figuraciones
   en las que el polvo del pasado  ya es inseparable costra,
   acudan hasta el umbral del cuadro,
   llamen con silenciosa lengua
   a los ojos,
   en las contiendas de la vida y del siglo,
   distraídos.

Hacer que vuelvan de su confín oscuro
   en sus rosas como orejas infantiles;
   en sus absortas lilas, campanillas del alba;
   en sus ocres encarnados, rostros de la tierra;
   en sus azules, nuncios de otros mundos,             
      vestíbulos de un amanecer remoto;
   en sus rojos claros y sanguíneos;
   en sus soles de rompientes amarillas;
   en sus alados grises donde el color despierta;
   en la asombrada zozobra que palpita entre tinieblas.

Hacer, por otra parte, que a esta luz concertada
   se levanten
   los vestigios de sueños de vuelos de imperios,
   que oigamos diálogos rutilantes
      entre la vida y la  muerte,
   aconteceres bajo el sol venerado,
   choques cruentos y golpes de exterminio
   bajo el sol vulnerado.

Hacer que el río cuya fuente  ignoramos
   fluya como plumas de oro
   o como un tigre solitario al acecho de su presa,
   salte sobre las hondas vetas del pasado,
   fluya por su transcurso,
   asalte una vez más nuestra memoria.

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