Robert von Bunsen
(1811-1899), químico alemán cuyo apellido repiten una y otra vez los
estudiantes secundarios de química al mencionar el “quemador Bunsen”, nació en
Gotinga, Alemania, sede de una de las universidades más famosas del mundo. El padre
de Bunsen fue profesor en Gotinga y él mismo fue estudiante e instructor en
este centro docente.
Posteriormente pasó a ocupar una cátedra en
la universidad de Heidelberg, más famosa aún, y allí pasó la mayor parte de su
vida.
Bunsen se hizo conocer primero por sus
trabajos en casos de envenenamiento por arsénico como consecuencia de los
cuales descubrió un antídoto. Amplió posteriormente sus investigaciones con
arsénico y su nombre llegó a ser asociado con toda Europa con esta substancia.
En una explosión en su laboratorio perdió un ojo y por poco pierde también la
vida.
Los trabajos más notables de Bunsen se
relacionaron con los gases que se desprenden de los hornos, especialmente los
llamados “altos hornos” que se habían hecho tan corrientes en las fundiciones
de acero de Alemania, el Reino Unido y los Estados Unidos.
Encontró en ellos un vasto desperdicio de
combustible potencial. En sus experimentos en Alemania comprobó que más de la
mitad del calor creado quemando el combustible empleado en los altos hornos se
desperdiciaba en los gases que despedían. Se trataba de un porcentaje enorme de
desperdicio que, además, representaba
pérdida grande de dinero en la compra de combustibles. Aun así, en sus investigaciones
en Inglaterra, comprobó que la pérdida aquí era aún mayor: casi el ochenta por
ciento.
Las investigaciones de Bunsen sobre
desperdicio de energía calorífica lo hicieron bien conocido en todo el mundo
industrial y fueron causa de la aplicación de principios científicos a la fabricación
de hierro y productos de acero.
Inventó más tarde una válvula (o tubo)
eléctrica que produce una luz igual a la
que producen 100 bujías; igualmente inventó un aparato para medir la intensidad
de la luz en sí.
Obtuvo magnesio en su estado metálico, por
vez primera antes que nadie, y demostró la luz intensa que da el magnesio
cuando se le quema.
El más conocido de todos sus aparatos es,
desde luego, el quemador Bunsen que inventó en 1855. Originalmente quemaba gas
de carbón que daba una llama sin humo; lo concibió para ser usado en los
laboratorios de Heidelberg.
En 1846 Bunsen visitó Islandia, donde
investigó el fenómeno de los géiseres.
Su contribución mayor a las ciencias es tal
vez el desarrollo, con el auxilio del famoso G. R. Kirchhoff, del análisis del
espectro de la luz. La luz que da un objeto al quemarse muestra en su espectro
los elementos de que el objeto está compuesto. Por este medio Bunsen descubrió
dos elementos, el cesio y el rubidio. Se dice que extrajo 17 gramos de los dos
“nuevos” elementos de 80,000 libras de agua.
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