PARA CONOCER la
turística Trujillo en su profundo valor colonial tendríamos que recurrir a ese
gran cicerone que fue don Aparicio
Castañeda Alvites quien a través de sus inspirados sonetos ha podido describirnos
muy amenamente cómo fue nuestra ciudad.
Don Aparicio Castañeda Alvites nació en San
Pablo (Cajamarca) el 15 de febrero de 1882 y murió en Trujillo el 5 de junio de
1980. Escaló la docencia primaria, secundaria y universitaria en nuestra ciudad.
Fue abogado, juez, periodista, escritor de textos para la Universidad Nacional
de Trujillo, filósofo y sobre todo poeta. En 27 burilados sonetos logró plasmar
la imagen de nuestra urbe colonial, cargada de recuerdos de antaño. Su libro
poético constituyó el best seller de la década del 50.
Y para
comenzar habla en torno de la Fundación,
cuya “obra española de Martín Astete
Trujillo es un tablero de ajedrez,
que la ciudad nativa del Marquez
le dio su nombre y clásico membrete.
La imagen fue de Almagro, el estilete,
de Astete, que con diestra rigidez
configuró con nítida esbeltez
calle, plazas, Cabildo y Palacete
Después Pizarro noble de Conquista,
quiso afirmar, solemne, por su mismo
la nobleza de la Urbe y del artista:
Y en su día mejor de patriotismo,
siendo como era eximio rubriquiste,
firme selló, los actos del bautismo.
Acucioso don Aparicio dio entrever que se ha
generalizado la opinión de que el diseñador de la ciudad de Trujillo fue el
Conquistador Miguel Astete. Pero estudiosos de la Historia como el doctor Raúl
Porras Barrenechea, han demostrado que
fue el capitán Martín Astete, quien vino con Alvarado, de Guatemala, en la
expedición de Quito, donde celebró un tratado de paz con Almagro. Ambos vinieron
juntos y así arribó a Trujillo.
Después de un año corto del bautismo
la hermosa Villa se elevó a Ciudad,
merced que dio su Augusta Majestad
desde Valladolid, sin egoísmo.
En
torno a la raza heroica señala que
“Del Chimú Caucho el poderoso Imperio
Había Pachacútec destruido
y tiránicamente sometido
al más abyecto y duro cautiverio
Por eso, de los blancos el misterio
adivino a redimir al oprimido
cautivo del Chan Chan, que agradecido
se abrazó al corazón del hombre
ibérico.
La hermosa Villa y luego Ciudad de Trujillo
estuvo encerrada dentro de una muralla
erigida para defenderse de los piratas cuyos
“vestigios de Baluartes y Cortinas
de la muralla antigua, nos delata
que defendió de la invasión pirata
prendas y vidas nobles y heroínas.
En cuanto a los históricos edificios de la Plaza Principal refiere que
“en la Plaza Mayor que es un portento
de artística belleza y natural
hay joyas de arquitecto colonial
y un Coloso Monumento
Aquí; de religión y sentimiento
estereotipia esbelta Catedral,
de toscano estilo, nítido y cabal
que altiva torre apunta el firmamento
Allá, se agita el Claustro Jesuita
convertido en docente institución
en que la Ciencia y Saber palpita
por gracia de Bolívar y Carrión
La Religión y el Templo: La Piedad
Saber y Ciencia: la Universidad.
Refiriéndose al monumento a La Libertad
escribe que fue
“como un broche de fina talladura
ajusta la armonía del contorno
el Monumento, primoroso adorno
de mármol apoteósico escultura
Fue Moeller, escultor y gran artista
que cinceló la Historia al natural
Si la mente se arroba en su ideal.
Sobre
la Conquista y Conventos dice que
“en el amanecer de la Conquista
la luz del Evangelio abrió el camino,
y la espada y la cruz siguió el
destino
protegiendo la fe del catequista
Relato de Pizarro el fiel cronista que
cuando a bautizar Trujillo vino,
condujo en su cortejo peregrino
prelados del Convento Mercedista”.
Y así bajo la forma clásica de los sonetos
don Aparicio pudo enhebrar una historia de las personas, casas y cosas de
Trujillo del Perú como por ejemplo el Templo de La Merced y la Corte de
Justicia, que tuvieron que compartir el espacio para Dios y la Justicia, el
templo del Carmen con su convento, el Seminario de San Carlos y San Marcelo, el
Colegio Nacional de San Juan, el Nosocomio y Templo de Belén, las Ruinas de un
Palacio, Convento de Santo Domingo, el Templo de San Francisco, el de San
Agustín, la casa Iturregui, la Casa de un Corregidor, la casa antigua de Martín
Aranda.
La Libertad y el Alma Española configuran el
motivo esencial de una obra que el escritor y abogado trujillano cultivó
inspirado por su ciudad y su legado colonial.
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