domingo, 1 de noviembre de 2015

TRUJILLO A TRAVÉS DEL VERSO / Félix ÁLVAREZ SÁNCHEZ

PARA CONOCER la turística Trujillo en su profundo valor colonial tendríamos que recurrir a ese gran cicerone que fue don Aparicio Castañeda Alvites quien a través de sus inspirados sonetos ha podido describirnos muy amenamente cómo fue nuestra ciudad.


   Don Aparicio Castañeda Alvites nació en San Pablo (Cajamarca) el 15 de febrero de 1882 y murió en Trujillo el 5 de junio de 1980. Escaló la docencia primaria, secundaria y universitaria en nuestra ciudad. Fue abogado, juez, periodista, escritor de textos para la Universidad Nacional de Trujillo, filósofo y sobre todo poeta. En 27 burilados sonetos logró plasmar la imagen de nuestra urbe colonial, cargada de recuerdos de antaño. Su libro poético constituyó el best seller de la década del 50.


Y para comenzar habla en torno de la Fundación,
cuya “obra española de Martín Astete 
Trujillo es un tablero de ajedrez, 
que la ciudad nativa del Marquez 
le dio su nombre  y clásico membrete. 
La imagen fue de Almagro, el estilete,
de Astete, que con diestra rigidez 
configuró con nítida esbeltez 
calle, plazas, Cabildo y Palacete 
Después Pizarro noble de Conquista, 
quiso afirmar, solemne, por su mismo la nobleza de la Urbe y del artista: 
Y en su día mejor de patriotismo,
siendo como era eximio rubriquiste, 
firme selló, los actos del bautismo. 

   Acucioso don Aparicio dio entrever que se ha generalizado la opinión de que el diseñador de la ciudad de Trujillo fue el Conquistador Miguel Astete. Pero estudiosos de la Historia como el doctor Raúl Porras  Barrenechea, han demostrado que fue el capitán Martín Astete, quien vino con Alvarado, de Guatemala, en la expedición de Quito, donde celebró un tratado de paz con Almagro. Ambos vinieron juntos y así arribó a Trujillo.

Después de un año corto del bautismo 
la hermosa Villa se elevó a Ciudad,
merced que dio su Augusta Majestad 
desde Valladolid, sin egoísmo. 

   En torno a la raza heroica señala que
“Del Chimú Caucho el poderoso Imperio 
Había Pachacútec destruido 
y tiránicamente sometido 
al más abyecto y duro cautiverio 
Por eso, de los blancos el misterio 
adivino a redimir al oprimido 
cautivo del Chan Chan, que agradecido 
se abrazó al corazón del hombre ibérico. 

   La hermosa Villa y luego Ciudad de Trujillo estuvo encerrada dentro de una muralla erigida para defenderse de los piratas cuyos
“vestigios de Baluartes y Cortinas 
de la muralla antigua, nos delata 
que defendió de la invasión pirata 
prendas y vidas nobles y heroínas. 

   En cuanto a los históricos edificios de la Plaza Principal refiere que
“en la Plaza Mayor que es un portento 
de artística belleza y natural 
hay joyas de arquitecto colonial 
y un Coloso Monumento 
Aquí; de religión y sentimiento 
estereotipia esbelta Catedral, 
de toscano estilo, nítido y cabal 
que altiva torre apunta el firmamento 
Allá, se agita el Claustro Jesuita 
convertido en docente institución 
en que la Ciencia y Saber palpita 
por gracia de Bolívar y Carrión 
La Religión y el Templo: La Piedad 
Saber y Ciencia: la Universidad. 

   Refiriéndose  al monumento a La Libertad escribe que fue
“como un broche de fina talladura 
ajusta la armonía del contorno 
el Monumento, primoroso adorno 
de mármol apoteósico escultura 
Fue Moeller, escultor y gran artista 
que cinceló la Historia al natural 
Si la mente se arroba en su ideal. 

   Sobre la Conquista y Conventos dice que
 “en el amanecer de la Conquista 
la luz del Evangelio abrió el camino, 
y la espada y la cruz siguió el destino 
protegiendo la fe del catequista 
Relato de Pizarro el fiel cronista que cuando a bautizar Trujillo vino, 
condujo en su cortejo peregrino 
prelados del Convento Mercedista”.

   Y así bajo la forma clásica de los sonetos don Aparicio pudo enhebrar una historia de las personas, casas y cosas de Trujillo del Perú como por ejemplo el Templo de La Merced y la Corte de Justicia, que tuvieron que compartir el espacio para Dios y la Justicia, el templo del Carmen con su convento, el Seminario de San Carlos y San Marcelo, el Colegio Nacional de San Juan, el Nosocomio y Templo de Belén, las Ruinas de un Palacio, Convento de Santo Domingo, el Templo de San Francisco, el de San Agustín, la casa Iturregui, la Casa de un Corregidor, la casa antigua de Martín Aranda.

   La Libertad y el Alma Española configuran el motivo esencial de una obra que el escritor y abogado trujillano cultivó inspirado por su ciudad y su legado colonial.

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