AYER
Exurge,
quare obdormis, Domine
(S. 43, 23)
¡Despiértate!,
¿por qué duermes, Señor?
Levántate,
¡no nos dejes tirados al suelo!
¿Por qué
escondes tu cara y olvidas nuestro estado
de opresión y
miseria, ‘cuando estamos tendidos
en el polvo’
y a la tierra se pega nuestro vientre?
¡Levántate y
acude en nuestro auxilio!
¡Líbranos por
tu gran misericordia!
HOY
Al atardecer
de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
“Pasemos a la
otra orilla del lago”. Ellos despidieron a la gente y lo llevaron a la barca
tal como estaba. También lo acompañaban otras barcas. Entonces se levantó un
gran temporal y las olas se lanzaban contra la barca que se iba llenando de
agua. Mientras tanto, Jesús dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron
diciéndole: “Maestro, es así como dejas que nos ahoguemos?”. Él despertó, se
encaró con el viento y dijo al mar: “Cállate, cálmate”. El viento se calmó y
vino una gran bonanza. Después les dijo: “¿Por qué son ustedes tan miedosos?
¿Todavía no tienen fe?”. Pero ellos estaban asustados por lo ocurrido y se
preguntaban unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le
obedecen?” (Marcos, 4, 35 y sig.)
AHORA
Levántate, Señor. ¿Por qué duermes?
La tempestad
estalla;
es todo el
orbe la batalla
del mar Indo
al Océano glacial.
Robáronte los
truenos y los rayos,
que guardaba
el tesoro de tu ira,
y hermano
contra hermano el fuego tira,
que la tierra
en redor hace temblar.
Surge monstruo de acero cual ballena
del seno de
los mares;
bombas de
fuego lanza a los hogares
aéreo buque,
colosal cóndor;
medio mundo
persigue al otro medio
en gigantesca
nunca vista guerra
y en mar de
sangre truécase la tierra,
el ponto y de
los aires la región.
Son los templos mortífera atalaya,
son
trincheras los prados;
truécanse en
cementerios los sembrados,
las ciudades
en hórrido hospital.
Los
sacerdotes del altar se alejan
para empuñar
las armas fratricidas, *
las vírgenes
de luto están vestidas,
los niños
mueren mendigando pan.
Príncipe de la Paz, vuélvete al mundo,
sujeta a las
naciones;
a ti se
rindan todos los pendones
y se alce
sola tu divina cruz.
Vénganos ya
tu prometido reino,
de las logias
sucumba el poderío;
levanta el
brazo, hiérele al impío!
Ay ¿por qué
tardas? “¡Ven, Señor, Jesús!”.
Mira a tu Esposa donde quiera esclava;
consuela ya
sus penas;
quiebra de tu
Vicario las cadenas.
Anónimo.
*Camilo Torres
Restrepo (1929-1966), sacerdote y guerrillero colombiano. Participó en la
fundación de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia.
Participó en
la guerrilla del Ejército Liberación Nacional, 1965, por lo que se le conoce
como cura guerrillero y fue abatido un año después en su primer enfrentamiento
armado.
El cadáver
nunca sería entregado a la madre; el sitio donde fue enterrado es uno de los
secretos mejor guardados de Colombia.
Considerandos:
Dios nunca
duerme.
Quizá fue ésta la primera objeción a su providencia. Se ha llegado a
decir: “que después de crear el universo… se olvidó de su creación”; “que
escondió su rostro”; “que entró en un profundo silencio”, negando así, su
existencia. Pero es el mismo salmista quien nos alecciona: “Si el Señor no
construye el edificio, en vano se fatigan los obreros. Si el Señor no protege
la ciudad, en vano monta guardia el centinela” Sal. 127).
Jesús sí
durmió. Lo llevaron en la barca así como
estaba. Quizá es una alusión al agotamiento después de una jornada de predicación: un
hombre, y no un superhombre.
Camilo
Torres, tomó el camino equivocado a nuestro parecer: “La paz es, ante todo,
obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo”, dijeron
los obispos latinoamericanos. Nadie lo sabía como Torres. Era un sociólogo de
nota. Trabajó por la paz primero con la paz, pero pronto se dio cuenta de que
era imposible sin violencia. ¿Se equivocó?
“Camilo no
fue un guerrillero. No lo podía ser. Y si lo fue tuvo que ser un pésimo
guerrillero. Camilo no disparó ni un tiro. No era capaz de disparar el arma
contra sus hermanos. A él lo mataron mientras socorría o daba el perdón a uno
de los caídos”.
“Creo que era
un hombre inquieto y es la mejor definición de Camilo”. Vino al Perú a dar
conferencias en las Universidades Nacionales de Lima y Trujillo; pisó la casa
San Martín 555 para acicalarse e ir a UNT como cuentan Jorge Armas Díaz y Pío
Celestino Fernández.
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