domingo, 8 de noviembre de 2015

/ DESPIERTA, SEÑOR !...


           AYER
       Exurge, quare obdormis, Domine
           (S. 43, 23)

¡Despiértate!, ¿por qué duermes, Señor?
Levántate, ¡no nos dejes tirados al suelo!
¿Por qué escondes tu cara y olvidas nuestro estado
de opresión y miseria, ‘cuando estamos tendidos
en el polvo’ y a la tierra se pega nuestro vientre?
¡Levántate y acude en nuestro auxilio!
¡Líbranos por tu gran misericordia!






      









                                                 HOY
Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
“Pasemos a la otra orilla del lago”. Ellos despidieron a la gente y lo llevaron a la barca tal como estaba. También lo acompañaban otras barcas. Entonces se levantó un gran temporal y las olas se lanzaban contra la barca que se iba llenando de agua. Mientras tanto, Jesús dormía en la popa sobre un cojín. Lo despertaron diciéndole: “Maestro, es así como dejas que nos ahoguemos?”. Él despertó, se encaró con el viento y dijo al mar: “Cállate, cálmate”. El viento se calmó y vino una gran bonanza. Después les dijo: “¿Por qué son ustedes tan miedosos? ¿Todavía no tienen fe?”. Pero ellos estaban asustados por lo ocurrido y se preguntaban unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”  (Marcos, 4, 35 y sig.)



          AHORA
   Levántate, Señor. ¿Por qué duermes?
La tempestad estalla;
es todo el orbe la batalla
del mar Indo al Océano glacial.
Robáronte los truenos y los rayos,
que guardaba el tesoro de tu ira,
y hermano contra hermano el fuego tira,
que la tierra en redor hace temblar.
   Surge monstruo de acero cual ballena
del seno de los mares;
bombas de fuego lanza a los hogares
aéreo buque, colosal cóndor; 
medio mundo persigue al otro medio
en gigantesca nunca vista guerra
y en mar de sangre truécase la tierra,
el ponto y de los aires la región.
   Son los templos mortífera atalaya,
son trincheras los prados;
truécanse en cementerios los sembrados,
las ciudades en hórrido hospital.
Los sacerdotes del altar se alejan
para empuñar las armas fratricidas, *
las vírgenes de luto están vestidas,
los niños mueren mendigando pan.
   Príncipe de la Paz, vuélvete al mundo,
sujeta a las naciones;
a ti se rindan todos los pendones
y se alce sola tu divina cruz.
Vénganos ya tu prometido reino,
de las logias sucumba el poderío;
levanta el brazo, hiérele al impío!
Ay ¿por qué tardas? “¡Ven, Señor, Jesús!”.
   Mira a tu Esposa donde quiera esclava;
consuela ya sus penas;
quiebra de tu Vicario las cadenas.
                                        Anónimo.


*Camilo Torres Restrepo (1929-1966), sacerdote y guerrillero colombiano. Participó en la fundación de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia.
Participó en la guerrilla del Ejército Liberación Nacional, 1965, por lo que se le conoce como cura guerrillero y fue abatido un año después en su primer enfrentamiento armado.
El cadáver nunca sería entregado a la madre; el sitio donde fue enterrado es uno de los secretos mejor guardados de Colombia.

Considerandos:
    Dios nunca duerme.
    Quizá fue ésta la primera objeción a su providencia. Se ha llegado a decir: “que después de crear el universo… se olvidó de su creación”; “que escondió su rostro”; “que entró en un profundo silencio”, negando así, su existencia. Pero es el mismo salmista quien nos alecciona: “Si el Señor no construye el edificio, en vano se fatigan los obreros. Si el Señor no protege la ciudad, en vano monta guardia el centinela” Sal. 127).
  
   Jesús sí durmió. Lo llevaron en la barca así como estaba. Quizá es una alusión al agotamiento  después de una jornada de predicación: un hombre, y no un superhombre.

   Camilo Torres, tomó el camino equivocado a nuestro parecer: “La paz es, ante todo, obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo”, dijeron los obispos latinoamericanos. Nadie lo sabía como Torres. Era un sociólogo de nota. Trabajó por la paz primero con la paz, pero pronto se dio cuenta de que era imposible sin violencia. ¿Se equivocó?

   “Camilo no fue un guerrillero. No lo podía ser. Y si lo fue tuvo que ser un pésimo guerrillero. Camilo no disparó ni un tiro. No era capaz de disparar el arma contra sus hermanos. A él lo mataron mientras socorría o daba el perdón a uno de los caídos”.

“Creo que era un hombre inquieto y es la mejor definición de Camilo”. Vino al Perú a dar conferencias en las Universidades Nacionales de Lima y Trujillo; pisó la casa San Martín 555 para acicalarse e ir a UNT como cuentan Jorge Armas Díaz y Pío Celestino Fernández.

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