LA PASIÓN DE JESÚS ES
EL ENCUENTRO DE NUESTRAS PASIONES
LLENAS DE PECADOS CON
LA PASIÓN DE
DIOS QUE ES EL AFÁN DE SALVARNOS.
Jesús fue condenado a muerte
por un tribunal, e incluso por dos tribunales: el de los judíos, el del
Sanedrín; y el del poder reinante, el tribunal de Pilatos. Estos dos tribunales
pronunciaron la pena de muerte. ¿Por qué?
Ante el Sanedrín.
“Los sumos sacerdotes, y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús
para hacerle morir”.
Esto sucede cuando Jesús es ya apresado.
Tiene que morir. Queda ahora el encontrar un motivo jurídico.
Estos hombres que van a condenar, por muy
jueces que sean, no se conducen como jueces, sino como acusadores; una pasión
les arrastra: el odio.
Ante Pilatos.
Pilatos no odia a Jesús. Se siente impresionado por este prisionero que se le
lleva ante él. Le interroga. Y constata algo evidente: “En cuanto a mí, no
hallo en él ningún motivo de condena”. ¿Por qué va, sin embargo, a entregar a
Jesús a la muerte en lugar de protegerlo contra el odio de un clan?
Teme a la muchedumbre. Teme a los príncipes
de los sacerdotes. Le asusta una revuelta. Su pasión, si se puede decir así, es
la cobardía. Tiene el poder de salvar o de condenar. Sabe que este hombre es
inocente, que los acusadores se mueven por el odio y sin embargo entrega al
inocente a la muerte.
Los pensamientos de los corazones.
El doble proceso de Jesús ha tenido lugar únicamente
porque hace tiempo y mucho, ya los hombres querían condenarle a muerte. ¿Por
qué?
Hay un extraño contraste entre la enseñanza
de Jesús que predica la caridad, y el odio que le va a condenar; entre los
milagros que ha hecho para devolver la vida, la salud y la dicha, y la cruz en
que va a morir.
¿Quién, pues, ha podido concebir el odio
contra Él? Los escribas, los fariseos, los sumos sacerdotes se sienten inquietos,
por la influencia de Jesús, están animados por los celos, por la envidia. Temen
que el poder que ellos conservan se les escape. Celos, envidia, gusto del
poder, tantas otras pasiones que van a dar en la más terrible de todas: el
odio.
Otras pasiones están en juego: Jesús ha
expulsado a los vendedores del templo. Los que tienen la pasión del dinero no
están contentos. Y es otra vez la pasión del dinero la que conducirá a Judas a
traicionar a su maestro.
Herodes ante quien Jesús ha sido conducido
durante el proceso habría podido tomar a Jesús bajo su protección. Pero Herodes
ya había encarcelado antes a Juan Bautista porque le reprochaba su adulterio.
¿Cómo iba ahora a interesarse por salvar a Jesús que también condena el
adulterio?
Todas las pasiones humanas
se ligan contra Jesús.
Ante nuestras pasiones
Cuando leemos el relato doloroso de la Pasión de Jesús hay algo que vale más
que entretenernos en señalar las pasiones de los que le han condenado.
Porque ¿quién de nosotros puede certificar que
habría sido más valeroso que Pilatos? El mismo Pedro, que sin embargo amaba a
Jesús, fue incapaz de desafiar la opinión de una criada. Negó a su maestro. Al
mirar a Pedro comprendemos nuestra flaqueza.
Nuestras pasiones no son quizás las del
Pontífice o de Herodes o de Pilatos o de Judas o de los soldados. Pero son
pasiones que nos apartan del camino de la santidad. Él muere a causa de las
pasiones de todos los hombres.
La profecía de Caifás. El
sumo sacerdote Caifás tratando de justificar la condenación de Jesús había
dicho: “Vale más que un solo hombre muera por el pueblo y que no perezca la
nación entera”. Trayéndonos de nuevo estas palabras, San Juan dice que, sin
saberlo, Caifás profetizó: “Profetizó que Jesús debía morir por la nación, y no
solamente por la nación, sino aún más por congregar en la unidad a los hijos de
Dios dispersos”.
La
pasión de Jesús es la primera consecuencia de nuestras pasiones, pero tiene una
meta que no sospechan los hombres: va a obtener el perdón de nuestras faltas y
la curación de esas pasiones.
No faltan grandes procesos que hayan desencadenado las
pasiones. El de Jesús ha trastornado el curso de la historia.
Expolio (despojado de sus vestiduras) , por El Greco. Toledo.
Cristo a la Columna por Pedro de Bolduque, Catedral de Segovia.
ESTE DRAMA ÚNICO EN LA HISTORIA DEL MUNDO LA BIBLIA LO
HABÍA ANUNCIADO
Después de su resurrección, Jesús dijo varias veces que
su Pasión y su Resurrección estaban anunciadas por la Biblia: “Era necesario
que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, los
Profetas, y los Salmos”.
La
Ley de Moisés
En el conjunto de libros que se designan bajo este
término (de les llama también Pentateuco) se encuentra el relato de la Pascua,
la descripción del banquete pascual, la conclusión de una alianza.
Los
Profetas
Cantaron el amor de Dios para con su pueblo. Explicaron
los sufrimientos de los enviados de Dios. Reproducimos el texto profético más
conmovedor, la descripción del “Siervo
de Dios”. Se ha llamado a este texto: el quinto evangelio.
Los
Salmos
Muchos salmos han hablado del sufrimiento del Justo. El
más conmovedor es el 21. Jesús recitó las primeras palabras de él en la cruz:
“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”.
Seis siglos antes de Cristo, Isaías anuncia
la Pasión
Por cuatro veces, el libro de Isaías describe un misterioso
Siervo de Dios en quien los Apóstoles y toda la Iglesia han reconocido a
Jesucristo.
Lejos de ser descrito y ser anunciado como un rey
poderoso y vencedor, a la manera de David y del descendiente que Dios le ha
prometido, el siervo aparece como un inocente perseguido y matado, pero que,
por esta muerte dolorosa, llega a ser el Salvador que el Pueblo esperaba. Se le
promete la gloria, pero después de su sufrimiento y a causa de este sufrimiento
aceptado y ofrecido:
Él no
tenía ni el resplandor ni la belleza.
No hay en él parecer, no hay hermosura para que le miremos
ni apariencia para que en él nos complazcamos.
Despreciado y abandonado de los hombres,
varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento
y como uno ante el cual se oculta el rostro,
menospreciado sin que le tengamos en cuenta.
Pero
fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
mientras que nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido.
Fue traspasado por nuestras iniquidades
y molido por nuestros pecados.
El castigo de nuestra paz fue sobre él.
Y en sus llagas hemos sido curados.
Todos
nosotros andábamos errantes como ovejas,
siguiendo cada uno su camino,
y Dios cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.
Maltratado, mas él se sometió,
no abrió su boca,
como cordero llevado al matadero como oveja muda ante los
trasquiladores.
Fue
arrebatado por un juez inicuo
sin que nadie defendiera su causa,
pues fue arrancado de la tierra de los vivientes
y herido de muerte por el crimen de su pueblo.
Dispuesta estaba entre los impíos su sepultura,
y fue en la muerte igualado en los malhechores,
a pesar de no
haber cometido maldad
ni haber mentira en su boca.
Quiso
el Señor quebrantarle con padecimientos,
ofreciendo su vida en sacrificio por el pecado, verá
descendencia
que prolongará sus días.
Y el deseo del Señor prosperará en sus manos.
El justo, mi siervo, justificará a muchos y cargará con
las iniquidades de ellos.
Por
eso yo lo daré por parte suya muchedumbres…
por haberse entregado a la muerte
y haber sido contado entre los pecadores
llevando sobre sí los pecados de muchos
e intercediendo por ellos.
Isaías, 53