sábado, 19 de marzo de 2016

LA PASIÓN EN LA VIDA DE LOS CRISTIANOS / Sábado Santo de la Sepultura del Señor


“Todos nosotros los que estamos bautizados,
lo hemos sido para participar de la muerte
de Cristo. Hemos sido sepultados con Él
por el bautismo, a fin de que, como Él
resucitó de entre los muertos… así nosotros
vivamos una vida nueva”. Romanos, 6, 3-4

LA VIDA NUEVA

Este texto tiene mucho de qué asombrarnos: la idea de comparar el bautismo con una muerte, con un sepultarse y con una resurrección.

Hasta entonces vivían como hombres y mujeres de este mundo, llevado de las pasiones buenas o malas; ignoraban a Dios. De ahora en adelante pertenecen a Cristo resucitado, y van a vivir para Él.

La fe ilumina su vida. El don del bautismo trasforma su existencia. No creen solamente que Cristo ha muerto y resucitado. Acaban de participar ellos mismos por el bautismo en este misterio de la muerte y de la resurrección. Son nuevos: pertenecen a una humanidad nueva.

Nosotros todos, los que estamos bautizados, pertenecemos a este pueblo nuevo de resucitados que se llama Iglesia. El bautismo nos ha marcado con la señal de la muerte, de la sepultura y de la resurrección.

UNA LUCHA

Al siguiente día de su bautismo, el nuevo cristiano hace un cruel descubrimiento. Constata que sigue siendo un pecador. Las viejas pasiones humanas están siempre presentes en él: el amor al dinero, la dureza de corazón, la impureza, hasta el odio.

El bautismo no ha cambiado todo en nosotros.
Por eso la vida nueva que el bautismo nos aporta nos compromete en una lucha contra nosotros mismos. Nos hace morir a las malas pasiones que están en nosotros. “Hacer morir” es mortificar. La mortificación voluntaria es una de las armas de los cristianos en esta lucha contra las pasiones.

A menudo también, las contrariedades, la fatiga, la enfermedad vienen a “mortificarnos” Hay que tener entonces el coraje de aceptarlas y de unir nuestros sufrimientos a la Pasión de Cristo.
CON CRISTO

Porque no estamos solos en esta lucha contra nosotros mismos. Cristo está con nosotros. De Él es de donde tenemos que sacar la fuerza de vivir, de sufrir, de amar.
El Señor está con nosotros, el que ha sufrido y muerto por nosotros. Cuando sufrimos, comulgamos con su Pasión, nos hallamos en el camino de la resurrección.

El mal, la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, la separación, la soledad, la injusticia, la pena moral… ¿es que todo eso tiene un sentido?



1. Es verdad que a nuestros ojos, el sufrimiento es inhumano, injusto, absurdo.
2.    La Pasión de Jesús es el más injusto de todos los sufrimientos, porque alcanza a aquel que no cometió pecado; hace morir al que nos da la vida.
3.    Pero la Pasión de Jesús se acaba en la gloria de la resurrección. Esta muerte es manantial de vida para el mismo Jesús y para todos los hombres.
4.    Además, todo sufrimiento, moral o físico, está iluminado por la Pasión y la Resurrección. Cualquier sufrimiento humano, por injusto que sea, por absurdo, no conduce a la muerte si no es para atravesarla y desembocar en la resurrección. Si sufrís y morís con Cristo, dice San Pablo, resucitaréis con él”.

“Todo cristiano que sufre une su sufrimiento a la Pasión de Cristo y lo ofrece a Dios como una oración: “Yo completo en mi carne lo que falta a las pruebas de Cristo, por la Iglesia”.

FETES ET SAISONS Nº 26, traducida al español por María Teresa Manzano Mendoza.

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