Hay cuatro amenazas que pesan sobre nuestra Casa Común y
que exigen de nosotros especial cuidado.
La primera es la visión pobre de los tiempos modernos de
la Tierra sin vida y sin propósito: objeto de la explotación despiadada con
vistas al enriquecimiento. Tal visión, que ha traído beneficios innegables, ha
acarreado también un desequilibrio en todos los ecosistemas que ha provocado la
actual crisis ecológica generalizada. Con ese afán fueron eliminados pueblos
enteros, como en América Latina, se devastó la selva atlántica y, en parte, el
cerrado.
En enero de 2015, 18 científicos publicaron en la famosa
revista Science un estudio sobre “Los limites planetarios: una guía para un
desarrollo humano en un planeta en mutación”. Enumeraron 9 aspectos
fundamentales para la continuidad de la vida. Entre ellos estaban el equilibrio
de los climas, el mantenimiento de la biodiversidad, la preservación de la capa
de ozono, el control de la acidificación de los océanos. Todos estos aspectos
se encuentran en estado de erosión. Pero dos, que ellos llaman los “límites
fundamentales”, son los más degradados: el cambio climático y la extinción de
las especies. La quiebra de estas dos fronteras fundamentales puede llevar a
nuestra civilización al colapso.
En este contexto, cuidar la Tierra significa que al
paradigma de la conquista, que devasta la naturaleza, debemos oponer el
paradigma del cuidado, que protege la naturaleza. Este cura las heridas pasadas
y evita las futuras. El cuidado nos lleva a convivir amigablemente con todos
los demás seres y a respetar los ritmos de la naturaleza. Debemos producir lo
que necesitamos para vivir, pero con cuidado, dentro de los limites soportables
de cada región y con la riqueza de cada ecosistema.
La segunda amenaza consiste en la máquina de muerte de
las armas de destrucción masiva: armas químicas, biológicas y nucleares. Estas
armas, que ya están montadas, pueden destruir toda la vida del planeta de 25
formas diferentes. Como la seguridad nunca es total tenemos que cuidar que no
sean usadas en guerras y que los mecanismos de seguridad sean cada vez más
estrictos.
A esta amenaza debemos oponer una cultura de paz, de
respeto a los derechos de la vida, de la naturaleza y de la Madre Tierra, la
distensión y el diálogo entre los pueblos. En vez del gana-pierde, vivir el
gana-gana, buscando convergencias en las diversidades. Esto significa crear
equilibrio y generar el cuidado.
La tercera amenaza es la falta de agua potable. De toda
el agua que existe en la Tierra solo el 3% es agua dulce, el resto es salada.
De este 3%, el 70% va a la agricultura, el 20% a la industria y solamente un
10% va al uso humano. Es un volumen irrisorio, lo que explica que más de mil
millones de personas vivan con insuficiencia de agua potable.
Tenemos que cuidar el agua de la Tierra y cuidar los
bosques y las selvas, pues son las protectoras naturales de todas las aguas.
Cuidar del agua exige velar para que las nacientes estén rodeadas de árboles y
todos los ríos tengan su vegetación de ribera, pues esta alimenta las
nacientes. Sucede que más de la mitad de las selvas húmedas han sido
deforestadas, alterando los climas, secando ríos o disminuyendo el agua de los
acuíferos. Lo que mejor podemos hacer siempre es reforestar.
La cuarta gran amenaza está representada por el
calentamiento creciente de la Tierra. Es propio de la geofísica del planeta que
este conozca fases de frío y fases de calor que siempre se alternan. Pero este
ritmo natural ha sido alterado por la excesiva intervención humana en todos los
frentes de la naturaleza y de la Tierra. El dióxido de carbono, el metano y
otros gases del proceso industrialista han creado una nube que rodea toda la
Tierra y retiene el calor aquí abajo. Estamos cerca de los 2 grados
centígrados. Con esta temperatura todavía se pueden administrar los ciclos de
la vida.
La COP21 de París a finales del 2015 creó un consenso
entre los 192 países con el fin de hacer todo lo posible para no llegar a los 2
grados centígrados, y tender a 1,5 grados centígrados, el nivel de la sociedad
preindustrial. Si sobrepasamos este nivel, la especie humana estará
peligrosamente amenazada.
No sin razón los científicos han creado una nueva palabra
para calificar nuestro tiempo: el antropoceno. Este configuraría una nueva era
geológica, en la cual la gran amenaza a la vida, el verdadero Satán de la
Tierra, es el propio ser humano con su irresponsabilidad y falta de cuidado.
Otros lanzan la hipótesis según la cual la Madre Tierra
no nos querría más viviendo en su Casa y buscaría la manera de eliminarnos, ya
fuera mediante un desastre ecológico de proporciones apocalípticas o por alguna
superbacteria poderosísima e inatacable, permitiendo así que las otras especies
ya no se sientan amenazadas por nosotros y puedan continuar con el proceso
evolutivo.
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Leonardo BOFF/ 12-marzo-16
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