El silencio
es el equilibrio supremo entre el cuerpo y el espíritu, la actitud y el
comportamiento ideales en la existencia (Ohyesa 1858-1939), médico y escritor
Siux).
Tengo once años. Me dispongo a entrar en el escenario para dar mi primer concierto. Entre bastidores reina un silencio total, lejos del bullicio de la sala que se llena de espectadores. Avanzo por el escenario acompañada por el ruido de mis pasos, por el murmullo de la sala y, de repente, siento una profunda necesidad de volver al silencio prolongado que acabo de abandonar, antes de tocar la primera nota. ¡Qué sensación extraordinaria, me hacía falta toda esa muchedumbre, ahí, frente a mí, para sentir la absoluta necesidad de silencio que la música exige antes de ser ofrecida!
Una verdad cae por su peso ante mí: lo único
que oímos es ruido. Para captar la música, para vivirla, hay que escucharla y,
para poder hacerlo, es necesario suspender la escucha. El silencio debe reinar
en nuestro fuero interno. Sin ese silencio, no hay música. Cuanto antes tengo
que olvidar la sala, la muchedumbre, los ruidos, las puertas que se abren y se
cierran en la atmósfera mullida de los terciopelos… Sólo debo oír mi propio
silencio, el que anida en el fondo de mi corazón. Respirar profundamente. Esa
respiración debe infundir movimientos a mis dedos. “Respirar la música es estar
inspirado”, dice nuestro profesor.
La primera nota surge de mis dedos, de mi
cuerpo, de mi alma, de ese silencio maravilloso que me invade y arrastra. ¿Cómo
he podido tenerle miedo? El miedo nos da ganas de hacer ruido; esa noche
entiendo que el ruido es el pecado de la música. En música, lo “que está demás”
es lo que proyectamos de nuestro ruido interior, de nuestro miedo al silencio.
Mis pies están sobre la tierra, mi cabeza en el cielo, y mis manos vuelan sobre
el teclado del piano. Cada gesto que relata la música es “sagrado”. Los sonidos
se esfuman a medida que toco sin que nadie se dé cuenta que ya no existen.
Mueren sin morir. Impregnan el cuerpo y el alma del que escucha, para seguir
viviendo en él. Música sutil del silencio en sí. La música habita en todos
nosotros. La sala y yo formamos un todo, unida por esta música que mis dedos
levantan como una pradera conmovida por el silencio.
La metáfora del Tiempo
“¿No logras
dormirte?”
- Pero …
¿quién es usted, señor? ¿Cómo sabe que no logro dormirme?
- Estuvo bien
tu concierto esa noche.
- ¿Le parece?
No sé si soy yo la que tocó la música o la música la que tocó para mí…
- No tocó
para ti ni para nadie. Tocó lisa y llanamente. La música es un lugar donde se encuentran lo temporal y lo
intemporal, lo vertical y lo horizontal. El punto de encuentro es tu corazón,
morada de todas las emociones que expresa la música. Es así como el universo
avanza de común acuerdo con nosotros. Es nuestro corazón, y nuestro corazón es
el universo. Una sola alma, como la tuya, contiene los sentimientos de toda la humanidad.
- ¿La
eternidad está en mi "corazón'?
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La música es la metáfora del tiempo y el Tiempo la
metáfora de lo Eterno
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No hay nadie en la habitación, fuera del osito de felpa que acompaña mis noches desde que nací. He debido soñar. Cierro los ojos y me duermo de inmediato.
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La música es la metáfora del tiempo y el Tiempo la
metáfora de lo Eterno
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No hay nadie en la habitación, fuera del osito de felpa que acompaña mis noches desde que nací. He debido soñar. Cierro los ojos y me duermo de inmediato.
-“¿Nunca te
ha sucedido que soñaras la música mientras dormías?”.
- ¡Usted de
nuevo! Lo único que puedo decirle es que
cuando toco, no hago nada más, no pienso en nada más. Si me pongo a pensar, me
equivoco. ¿Sabe por qué? La nota falsa
es ruido, el ruido me viene del miedo, el miedo que nos aleja del silencio de
la música. Entonces uno cae… ¿Entiende?
Cuando uno toca bien, cuando la música pasa a través de: ejecutante, uno
ya se olvida del tiempo. El tiempo musical no es el mismo que el tiempo normal.
¡No se parecen en nada! En el tiempo de la música no hay lugar para el miedo ni
para pensar. Son inmensas la alegría y la paz cuando sirvo a la música, en ese
silencio… se trata de un instante eterno.
- En el
fondo, cuando empezaste a tocar hiciste lo que todos los intérpretes deberían
hacer: hiciste voto de silencio. Sólo entonces cada sonido se convierte en una
oda lírica a la vida, el brote de una fuerza insensata que modifica el curso de
las cosas. La música se ha dado a los hombres para que comprendan, en esa
experiencia inmediata, que el presente es el punto en que el tiempo toca la
eternidad.
- Dígame algo
más: ¿a dónde van las notas que toco?
- Las
devuelves al lugar de donde vienen: al infinito…
- Cada gesto,
cada vibración, cada palabra verdadera que pronuncias, representan sonidos que
están en relación directa con el mundo, con las ondas de tu corazón. Como tú,
tienen un pasado, un presente, un futuro y una tendencia natural a retornar al
silencio infinito. Se piensa que mueren, pero no mueren puesto que el tiempo no
existe. La música es la metáfora del tiempo y el tiempo la metáfora de lo
eterno.
No sé qué es una metáfora. Pero comprendo que
estas tres palabras son las mismas: música, tiempo, eternidad.
-
Esa
alegría, de que hablaste hace un momento, cuando los sonidos se cruzan y se inflaman
como un fuego artificial en tu corazón y es cuando ese fuego se diluye en miles
de emociones para sumarse por fin al silencio de la noche…
-¿Cómo expresarías
esa alegría de otro modo?
-
Es
amor…
-
Es
eso. “El amor es a la música lo que el silencio es al infinito”.
El
anciano desaparece con un susurro de astro. Cierro el piano. El concierto ha
terminado. Me duermo.
"Correo de la UNESCO". Octubre-1996.
"Correo de la UNESCO". Octubre-1996.
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