martes, 1 de marzo de 2016

LA MÚSICA, EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD / Elizabeth SOMBART



El silencio es el equilibrio supremo entre el cuerpo y el espíritu, la actitud y el comportamiento ideales en la existencia (Ohyesa 1858-1939), médico y escritor Siux).



   Tengo once años. Me dispongo a entrar en el escenario para dar mi primer concierto. Entre bastidores reina un silencio total, lejos del bullicio de la sala que se llena de espectadores. Avanzo por el escenario acompañada por el ruido de mis pasos, por el murmullo de la sala y, de repente,  siento una profunda necesidad de volver al silencio prolongado que acabo de abandonar, antes de tocar la primera nota. ¡Qué sensación extraordinaria, me hacía falta toda esa muchedumbre, ahí, frente a mí, para sentir la absoluta necesidad de silencio que la música exige antes de ser ofrecida!

   Una verdad cae por su peso ante mí: lo único que oímos es ruido. Para captar la música, para vivirla, hay que escucharla y, para poder hacerlo, es necesario suspender la escucha. El silencio debe reinar en nuestro fuero interno. Sin ese silencio, no hay música. Cuanto antes tengo que olvidar la sala, la muchedumbre, los ruidos, las puertas que se abren y se cierran en la atmósfera mullida de los terciopelos… Sólo debo oír mi propio silencio, el que anida en el fondo de mi corazón. Respirar profundamente. Esa respiración debe infundir movimientos a mis dedos. “Respirar la música es estar inspirado”, dice nuestro profesor.

   La primera nota surge de mis dedos, de mi cuerpo, de mi alma, de ese silencio maravilloso que me invade y arrastra. ¿Cómo he podido tenerle miedo? El miedo nos da ganas de hacer ruido; esa noche entiendo que el ruido es el pecado de la música. En música, lo “que está demás” es lo que proyectamos de nuestro ruido interior, de nuestro miedo al silencio. Mis pies están sobre la tierra, mi cabeza en el cielo, y mis manos vuelan sobre el teclado del piano. Cada gesto que relata la música es “sagrado”. Los sonidos se esfuman a medida que toco sin que nadie se dé cuenta que ya no existen. Mueren sin morir. Impregnan el cuerpo y el alma del que escucha, para seguir viviendo en él. Música sutil del silencio en sí. La música habita en todos nosotros. La sala y yo formamos un todo, unida por esta música que mis dedos levantan como una pradera conmovida por el silencio.

   La metáfora del Tiempo
“¿No logras dormirte?”
- Pero … ¿quién es usted, señor? ¿Cómo sabe que no logro dormirme?
- Estuvo bien tu concierto esa noche.
- ¿Le parece? No sé si soy yo la que tocó la música o la música la que tocó para mí…
- No tocó para ti ni para nadie. Tocó lisa y llanamente. La música es un lugar  donde se encuentran lo temporal y lo intemporal, lo vertical y lo horizontal. El punto de encuentro es tu corazón, morada de todas las emociones que expresa la música. Es así como el universo avanza de común acuerdo con nosotros. Es nuestro corazón, y nuestro corazón es el universo. Una sola alma, como la tuya, contiene los sentimientos  de toda la humanidad.
- ¿La eternidad está en mi "corazón'?
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La música es la metáfora del tiempo y el Tiempo la
metáfora de lo Eterno
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No hay nadie en la habitación, fuera del osito de felpa que acompaña mis noches desde que nací. He debido soñar. Cierro los ojos y me duermo de inmediato.
-“¿Nunca te ha sucedido que soñaras la música mientras dormías?”.
- ¡Usted de nuevo!  Lo único que puedo decirle es que cuando toco, no hago nada más, no pienso en nada más. Si me pongo a pensar, me equivoco. ¿Sabe por qué?  La nota falsa es ruido, el ruido me viene del miedo, el miedo que nos aleja del silencio de la música. Entonces uno cae… ¿Entiende?  Cuando uno toca bien, cuando la música pasa a través de: ejecutante, uno ya se olvida del tiempo. El tiempo musical no es el mismo que el tiempo normal. ¡No se parecen en nada! En el tiempo de la música no hay lugar para el miedo ni para pensar. Son inmensas la alegría y la paz cuando sirvo a la música, en ese silencio… se trata de un instante eterno.

- En el fondo, cuando empezaste a tocar hiciste lo que todos los intérpretes deberían hacer: hiciste voto de silencio. Sólo entonces cada sonido se convierte en una oda lírica a la vida, el brote de una fuerza insensata que modifica el curso de las cosas. La música se ha dado a los hombres para que comprendan, en esa experiencia inmediata, que el presente es el punto en que el tiempo toca la eternidad.

- Dígame algo más: ¿a dónde van las notas que toco?
- Las devuelves al lugar de donde vienen: al infinito…
- Cada gesto, cada vibración, cada palabra verdadera que pronuncias, representan sonidos que están en relación directa con el mundo, con las ondas de tu corazón. Como tú, tienen un pasado, un presente, un futuro y una tendencia natural a retornar al silencio infinito. Se piensa que mueren, pero no mueren puesto que el tiempo no existe. La música es la metáfora del tiempo y el tiempo la metáfora de lo eterno.

 No sé qué es una metáfora. Pero comprendo que estas tres palabras son las mismas: música, tiempo, eternidad.

-       Esa alegría, de que hablaste hace un momento, cuando los sonidos se cruzan y se inflaman como un fuego artificial en tu corazón y es cuando ese fuego se diluye en miles de emociones para sumarse por fin al silencio de la noche… 
   -¿Cómo expresarías esa alegría de otro modo?
-       Es amor…
-       Es eso. “El amor es a la música lo que el silencio es al infinito”.

El anciano desaparece con un susurro de astro. Cierro el piano. El concierto ha terminado. Me duermo.

      "Correo de la UNESCO". Octubre-1996.

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