DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
QUE TODO LO QUE DIGO Y LO QUE PIENSO
ESTÉ EN ARMONÍA CONTIGO.
DIOS DENTRO DE MÍ,
DIOS MÁS ALLÁ DE MÍ,
HACEDOR DE LOS ÁRBOLES.
Tradición Indígena Norteamericana, pueblo Chinook
RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
"El primer día de la semana, muy temprano, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de entrada estaba removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo, el amigo de Jesús, y les dijo: "Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto". Juan 20, 1-10
Hay gente que, al leer en el Evangelio que Cristo
resucitó después de muerto realmente y rematado de un lanzazo en el corazón, o
cuando dicen en el Credo que un día resucitaremos, experimentan una sombra de
duda.
Esa misma gente,
cuando lee en su periódico: “Sabios rusos resucitan a un hombre muerto”, se
quitan el sombrero y aceptan felices la noticia sin el menor criticismo,
entendiéndola inclusive en el sentido de resurrección real y no sólo de
“resurrección clínica.
La resurrección de
Cristo es uno de los acontecimientos antiguos más exhaustiva e
incontrastablemente probados por la historia. Fue la prueba que Cristo ofreció
de su divinidad y, sobre la palabra de Cristo Dios, que afirma nuestra propia
resurrección, la afirmamos con plena fe y razón, aunque no tengamos para ella
pruebas físicas o bioquímicas.
El hecho de la
resurrección transforma el horizonte humano con una profundidad y trascendencia
mayores que el descubrimiento de la rueda, la electricidad, los antibióticos y
vacunas, los plásticos o la energía atómica. Por nuestra contextura limitada y
presentista, estos acontecimientos, que para cada uno tienen una repercusión
solamente de años y sólo en algunos aspectos de la vida, resultan más
valorables y apreciables que el hecho remoto de la resurrección. Sin
embargo, en puro realismo, sin olvidar
esas realidades temporales, deberíamos tener más vigente en la conciencia el
hecho inmenso y sobrehumano de nuestra futura resurrección. Ese acontecimiento
que un día se presentará en nuestra vida con consecuencias eternas, junto con
la inmortalidad del alma, debería producirnos más sensación de seguridad,
confort y poder que todas las conquistas técnicas y científicas temporales.
La amistad y el
amor son vencidos por la separación de la muerte. Todo el calor y la alegría de
vivir son derrotadas por el frío de la muerte. Todo el afán humano se extingue
en esa playa última. Pero la
inmortalidad y la resurrección son más fuertes que la muerte.. “La vida se
cambia, no se quita”.
Las palabras más
poderosas, realistamente altivas, encendidas y trascendentes que pueden
pronunciar los labios humanos son “Creo en Dios Padre” y “Creo en la
resurrección de la carne y en la vida perdurable”.
El sabor de
temporalidad y destrucción que tenemos de nosotros mismos es un sabor inexacto
y parcial. Somos temporales, pero también eternos. Somos muerte, pero también
resurrección e inmortalidad.
Canas, arrugas,
senilidad, gente que pasa, gente que muere. Es sólo una etapa transitoria. El
estado definitivo es la juventud, más allá de todos los sueños frustrados y
todos los fracasos y errores bebidos gota a gota. Sea cual sea nuestro gusto
dramático, la vida tiene un final feliz para todos los hombres de buena
voluntad.
Cristo rompió el
horizonte con su resurrección y lo dejó abierto para nosotros. “Primogénito de
los muertos”, lo llama Pablo.
Hoy es un día de
optimismo supremo, de valor imbatible, de seguridad absoluta, de certeza
inexpugnable, de sonrisa inmortal más fuerte que la vida y la muerte.
José M. de Romaña.
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