sábado, 19 de marzo de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA: RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"

QUE TODO LO QUE DIGO Y LO QUE PIENSO
ESTÉ EN ARMONÍA CONTIGO.
DIOS DENTRO DE MÍ,
DIOS MÁS ALLÁ DE MÍ,
HACEDOR DE LOS ÁRBOLES.

      Tradición Indígena Norteamericana, pueblo Chinook


RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

"El primer día de la semana, muy temprano, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de entrada estaba removida. Fue corriendo en busca de Simón Pedro y del otro discípulo, el amigo de Jesús, y les dijo: "Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto". Juan 20, 1-10

Hay gente que, al leer en el Evangelio que Cristo resucitó después de muerto realmente y rematado de un lanzazo en el corazón, o cuando dicen en el Credo que un día resucitaremos, experimentan una sombra de duda.

 Esa misma gente, cuando lee en su periódico: “Sabios rusos resucitan a un hombre muerto”, se quitan el sombrero y aceptan felices la noticia sin el menor criticismo, entendiéndola inclusive en el sentido de resurrección real y no sólo de “resurrección clínica.

 La resurrección de Cristo es uno de los acontecimientos antiguos más exhaustiva e incontrastablemente probados por la historia. Fue la prueba que Cristo ofreció de su divinidad y, sobre la palabra de Cristo Dios, que afirma nuestra propia resurrección, la afirmamos con plena fe y razón, aunque no tengamos para ella pruebas físicas o bioquímicas.

 El hecho de la resurrección transforma el horizonte humano con una profundidad y trascendencia mayores que el descubrimiento de la rueda, la electricidad, los antibióticos y vacunas, los plásticos o la energía atómica. Por nuestra contextura limitada y presentista, estos acontecimientos, que para cada uno tienen una repercusión solamente de años y sólo en algunos aspectos de la vida, resultan más valorables y apreciables que el hecho remoto de la resurrección. Sin embargo,  en puro realismo, sin olvidar esas realidades temporales, deberíamos tener más vigente en la conciencia el hecho inmenso y sobrehumano de nuestra futura resurrección. Ese acontecimiento que un día se presentará en nuestra vida con consecuencias eternas, junto con la inmortalidad del alma, debería producirnos más sensación de seguridad, confort y poder que todas las conquistas técnicas y científicas temporales.

 La amistad y el amor son vencidos por la separación de la muerte. Todo el calor y la alegría de vivir son derrotadas por el frío de la muerte. Todo el afán humano se extingue en  esa playa última. Pero la inmortalidad y la resurrección son más fuertes que la muerte.. “La vida se cambia, no se quita”.

 Las palabras más poderosas, realistamente altivas, encendidas y trascendentes que pueden pronunciar los labios humanos son “Creo en Dios Padre” y “Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable”.

El sabor de temporalidad y destrucción que tenemos de nosotros mismos es un sabor inexacto y parcial. Somos temporales, pero también eternos. Somos muerte, pero también resurrección e inmortalidad.

 Canas, arrugas, senilidad, gente que pasa, gente que muere. Es sólo una etapa transitoria. El estado definitivo es la juventud, más allá de todos los sueños frustrados y todos los fracasos y errores bebidos gota a gota. Sea cual sea nuestro gusto dramático, la vida tiene un final feliz para todos los hombres de buena voluntad.

 Cristo rompió el horizonte con su resurrección y lo dejó abierto para nosotros. “Primogénito de los muertos”, lo llama Pablo.

 Hoy es un día de optimismo supremo, de valor imbatible, de seguridad absoluta, de certeza inexpugnable, de sonrisa inmortal más fuerte que la vida y la muerte.

José M. de Romaña.

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