C. G. P. de Laval fue
inventor e ingeniero suizo, nacido en el año 1845 y educado en la famosa
universidad de Upsala y en la menos famosa, pero técnicamente prestigiosa,
universidad de Estocolmo.
Fue, antes que nada, industrial que dedicó
muchos años de su vida a la construcción de fundiciones y refinerías de cobre.
Mas después de cumplir treinta años fue dedicado cada vez mayor tiempo a su
gran interés --hasta entonces simple
afición de inventor --.
Entre sus primeras invenciones se encuentran
un proceso para mejorar la producción de acero por el sistema Bessemer, un
nuevo tanque para propósitos de galvanización, un emulsor giratorio y otros
aparatos que, algunos de ellos, pertenecían a la categoría de artefactos.
Uno de sus más importantes y primeros
inventos fue un separador de la crema de la leche que fue utilizado prontamente
en las granjas lecheras suecas y que se hizo cosa corriente en todos los países
del mundo.
De Laval fue también el inventor de una
caldera tan resistente que podía soportar el equivalente de 100 atmósferas
terrestres sin estallar; de un nuevo
método para fabricar tuberías de hierro y de un sistema de fraguar acero según
un número diverso de moldes.
Uno de los grandes problemas, aunque no tan
graves ni apremiantes de las grandes ciudades de las naciones industriales ha
sido el hollín que mancha a los edificios públicos. En estos mismos días, algunos de los
edificios más bellos de la ciudad, París, están siendo limpiados por vez
primera en su larga historia de los efectos del hollín a lo largo de los años.
A París, virtualmente, le están “lavando la cara”.
Fue de Laval quien pensó por vez primera en
un método práctico para limpiar edificios de piedra o sillería. Experimentó con
una boquilla o pulverizador que lanzaba un chorro de arena y vapor de agua de
tal forma que “lavaba” cuanto tocaba.
Esta boquilla y su chorro de arena y vapor
de agua hizo pensar a de Laval en el gran poder del vapor de agua cuando se dirigía
hacia un punto determinado y en 1862 inventó su primera turbina de vapor.
Posteriormente combinó los principios de su separador de crema de la leche con
la turbina que había ideado para inventar la primera turbina de vapor de usos
prácticos.
La turbina de de Laval usaba el vapor de
agua para hacer girar unas ruedas a lo que se creía –y hasta hoy en día se cree
–una velocidad increíble: 30,000 revoluciones por minuto. La velocidad de los
extremos de las paletas llegaba hasta
1,350 pies por segundo.
Eliminó la vibración –el mayor obstáculo a
la velocidad—inventando un cigüeñal flexible que protegía de ellas a los
cojinetes y bases de la máquina que habrían sido de otra forma producidas por
pequeñas e inevitables irregularidades de equilibrio.
Muchas
empresas americanas y europeas usan todavía turbinas de vapor, con ciertas
modificaciones a los tipos originales de de Laval, para producir energía.
in Nacksa outside Stockholm, now converted to a conference centre.
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