DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
SÚPLICA
Dame, Señor, la simplicidad
de un niño y la conciencia de un adulto.
Dame, Señor, la prudencia de
un astronauta y el coraje de un salvavidas.
Dame, Señor, la humildad de
un barrendero, y la paciencia de un
enfermo.
Dame, Señor, el idealismo de
un joven y la sabiduría de un anciano.
Dame, Señor, la
disponibilidad del Buen Samaritano y la gratitud del menesteroso.
Dame, Señor, todo lo que de
bueno veo en mis hermanos a quienes colmaste con tus dones.
Haz, Señor, que sea imitador
de tus santos, o, mejor, que sea como Tú quieres:
Perseverante como el
pescador, y esperanzado como el
cristiano.
Que permanezca en el camino
de tu Hijo y en el servicio de los hermanos.
“Lucha fuerte y
ganarás”.
Anónimo.
National Gallery of Art Washington, D. C. The Sacrament of the Last Supper by Dali
Cinco días antes de ser detenido, mal
juzgado y ejecutado públicamente, Cristo se dio el lujo de entrar triunfante en
Jerusalén, en una Jerusalén rebosante de peregrinos y turistas que acudían de
todo el mundo grecorromano para la Pascua.
Cumplió las profecías y demostró que iba a
la muerte libremente, sólo por la voluntad del Padre. Nada más. No trató de
sacar partido político de su triunfo. No lanzó aquella multitud electrizada
contra las casas y negocios de sus adversarios. Entró en la ciudad sagrada
montado en un asno, cabalgadura de reyes en oriente, entre las voces de miles
de niños que cantaban los versos mesiánicos, entre un bosque de palmas
sostenido por hombres y mujeres y entre el odio congelado de sus enemigos.
Por nuestra posición en el tiempo, miramos
el Domingo de Ramos a través de la cruz del Viernes Santo. Pero para los
apóstoles, el pueblo electrizado y sus mismos enemigos, que no podían prever el
curso repentino de los próximos cuatro días, era un triunfo de Cristo en toda
la línea. Cristo sí sabía lo que iba a pasar, sentía el amargo fondo trágico de
su triunfo y sólo su comprensión infinita del alma humana, su ternura por este
niño grande que es el pueblo –bueno, ignorante y cruel como todo niño--, detuvo
las maldiciones que brotaría de su garganta al verlos gritando “/Viva!” en ese
momento y preverlos gritando “/Muera!” cuatro días después.
El hombre medio no se preocupa por el
triunfo de Cristo y no tiene la sensación de que ese triunfo tenga
trascendencia para el desenvolvimiento cívico, político, cultural, económico y
social de una sociedad. Pero, desde el punto de vista de Dios que es el único
exacto y realista, “el pan nuestro de cada día” viene después del “santificado
sea tu nombre, venga tu reino, cúmplase tu voluntad”.
Los sociólogos toman cada vez más en cuenta,
como factor decisivo para la marcha de la ciudad, la sicología colectiva, el
talante y el estado de ánimo común creado por los “slogans”, la realidad, el
orden o desorden visibles y la sensación de autoridad y de progreso. Día
llegará en que tomarán también en cuenta, desde un punto de vista meramente
sociológico, el estado de ánimo religioso colectivo, la actitud colectiva de
cumplimiento o de rechazo de la voluntad de Dios manifestada en la ley natural
y en sus leyes positivas.
Ya la sicología y la siquiatría toman en
cuenta, como factor decisivo en el proceso del individuo, su actitud religiosa,
irreligiosa o antirreligiosa; su represión o su vivencia del instinto
religioso.
El reino invisible de Dios, el triunfo de
Cristo en el fondo de cada espíritu, es una condición “sine qua non” de la
buena marcha de una sociedad, porque la sociedad es humana y todo lo humano,
quiérase o no, es esencialmente religioso, religado a Dios, causa y destino.
Los domingos y los viernes de Cristo
continúan en cada vida humana. Nosotros también estuvimos, para la eternidad
clarividente de Cristo, en su entrada a la ciudad y en su encarcelamiento. O
con el amor de los que le bendecían o con el odio de los que lo maldecían y lo
habían de asesinar. El “hosanna” o el “crucifícalo” con que tratamos al
prójimo, lo sintió Cristo en carne propia.
José M. de Romaña.
José M. de Romaña.
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