jueves, 17 de marzo de 2016

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA



DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"


SÚPLICA

Dame, Señor, la simplicidad de un niño y la conciencia de un adulto.

Dame, Señor, la prudencia de un astronauta y el coraje de un salvavidas.

Dame, Señor, la humildad de un barrendero,  y la paciencia de un enfermo.

Dame, Señor, el idealismo de un joven y la sabiduría de un anciano.

Dame, Señor, la disponibilidad del Buen Samaritano y la gratitud del menesteroso.

Dame, Señor, todo lo que de bueno veo en mis hermanos a quienes colmaste con tus dones.

Haz, Señor, que sea imitador de tus santos, o, mejor, que sea como Tú quieres:

Perseverante como el pescador, y esperanzado como el  cristiano.

Que permanezca en el camino de tu Hijo y en el servicio de los hermanos.

                        “Lucha fuerte y ganarás”.

                                                                                              Anónimo.
DOMINGO DE RAMOS



“Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con sus apóstoles. Les dijo: ‘En verdad, he deseado muchísimo comer esta Pascua con ustedes antes de padecer;’ porque, les aseguro, ya no lo volveré  a celebrar hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios”. Lucas 22, 14-71



       National Gallery of Art Washington, D. C.  The Sacrament of the Last Supper by Dali


Cinco días antes de ser detenido, mal juzgado y ejecutado públicamente, Cristo se dio el lujo de entrar triunfante en Jerusalén, en una Jerusalén rebosante de peregrinos y turistas que acudían de todo el mundo grecorromano para la Pascua.

Cumplió las profecías y demostró que iba a la muerte libremente, sólo por la voluntad del Padre. Nada más. No trató de sacar partido político de su triunfo. No lanzó aquella multitud electrizada contra las casas y negocios de sus adversarios. Entró en la ciudad sagrada montado en un asno, cabalgadura de reyes en oriente, entre las voces de miles de niños que cantaban los versos mesiánicos, entre un bosque de palmas sostenido por hombres y mujeres y entre el odio congelado de sus enemigos.

   Por nuestra posición en el tiempo, miramos el Domingo de Ramos a través de la cruz del Viernes Santo. Pero para los apóstoles, el pueblo electrizado y sus mismos enemigos, que no podían prever el curso repentino de los próximos cuatro días, era un triunfo de Cristo en toda la línea. Cristo sí sabía lo que iba a pasar, sentía el amargo fondo trágico de su triunfo y sólo su comprensión infinita del alma humana, su ternura por este niño grande que es el pueblo –bueno, ignorante y cruel como todo niño--, detuvo las maldiciones que brotaría de su garganta al verlos gritando “/Viva!” en ese momento y preverlos gritando “/Muera!” cuatro días después.

   El hombre medio no se preocupa por el triunfo de Cristo y no tiene la sensación de que ese triunfo tenga trascendencia para el desenvolvimiento cívico, político, cultural, económico y social de una sociedad. Pero, desde el punto de vista de Dios que es el único exacto y realista, “el pan nuestro de cada día” viene después del “santificado sea tu nombre, venga tu reino, cúmplase tu voluntad”.

   Los sociólogos toman cada vez más en cuenta, como factor decisivo para la marcha de la ciudad, la sicología colectiva, el talante y el estado de ánimo común creado por los “slogans”, la realidad, el orden o desorden visibles y la sensación de autoridad y de progreso. Día llegará en que tomarán también en cuenta, desde un punto de vista meramente sociológico, el estado de ánimo religioso colectivo, la actitud colectiva de cumplimiento o de rechazo de la voluntad de Dios manifestada en la ley natural y en sus leyes positivas.

   Ya la sicología y la siquiatría toman en cuenta, como factor decisivo en el proceso del individuo, su actitud religiosa, irreligiosa o antirreligiosa; su represión o su vivencia del instinto religioso.

   El reino invisible de Dios, el triunfo de Cristo en el fondo de cada espíritu, es una condición “sine qua non” de la buena marcha de una sociedad, porque la sociedad es humana y todo lo humano, quiérase o no, es esencialmente religioso, religado a Dios, causa y destino.

   Los domingos y los viernes de Cristo continúan en cada vida humana. Nosotros también estuvimos, para la eternidad clarividente de Cristo, en su entrada a la ciudad y en su encarcelamiento. O con el amor de los que le bendecían o con el odio de los que lo maldecían y lo habían de asesinar. El “hosanna” o el “crucifícalo” con que tratamos al prójimo, lo sintió Cristo en carne propia.
José M. de Romaña.

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