domingo, 6 de marzo de 2016

TRIPLE FLOR DE MARTIRIO / Ipandro ACAICO

                                                                      I

                                                         SANTA CECILIA


Desde la infancia me extasió la historia
de Cecilia gentil hasta el delirio;
su vida, sus virtudes, su martirio
grabáronse muy pronto en mi memoria.

El ángel descendido de la gloria
para guardar de su pureza el lirio;
de virgen cuerda el encendido cirio,
su réplica, al esposo, perentoria.

Su audaz predicación, su apostolado,
su voluntaria, plácida agonía:
todo lo contemplaba ensimismado.

Y en mi entusiasmo, sin perder un día,
cuando hasta Roma me condujo el Hado,
su Iglesia y tumba a visitar corría.

   II

SAN IGNACIO MÁRTIR



A padecer en Roma, como reo
de alta traición, me llevan diez sayones
de índole más feroz que los leones
que me reserva el rojo Coliseo.

¡Romanos! Acceded a mi deseo;
no ablanden vuestras tiernas oraciones
ni bestias, ni imperiales corazones,
ni me arranquéis de mártir el trofeo.

Yo estaba entre los niños inocentes
que de Jesús acarició la mano
a despecho de Apóstoles renuentes.

De Cristo ahora soy maduro grano
que de las fieras molerán los dientes
y conocerán los hornos de Trajano.

III

DEGOLLADO


¡Cabecita de rubia cabellera
que con sus rizos de oro nos encanta!
¿A quién no anima, y a la par espanta,
la desastrada suerte que te espera?

Del Precursor la espléndida carrera
corona el Rey, segando la garganta,
porque tu audaz predicación no aguanta
la liviandad de cortesana fiera.

Sobre la mesa me parece verte
en el banquete del monarca impío,
en plato argénteo, cual manjar de muerte.

Tu palidez glacial, tu cráneo frío,
tus mudos labios y tu lengua inerte
fulminan la maldad con mayor brío.

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