Rafael Luciani en Radio Vaticana, 20 de abril de 2017
"Francisco, la Teología del Pueblo y de Aparecida"
"El Papa apuesta por la fraternidad solidaria, la justicia y el bien común"
(RV).- Rafael Luciani -
teólogo venezolano y profesor de la escuela de Teología y Ministerio en Boston
College- explica, en su quinto programa, el aporte de la teología del pueblo y
de Aparecida, exponiendo algunas ideas de la teología y del magisterio
latinoamericano presentes en el pensamiento del Papa Francisco .
La teología del pueblo es
una rama de la teología latinoamericana de la liberación desarrollada en
Argentina por los teólogos Lucio Gera y Rafael Tello. Fue asumida por el
episcopado argentino en 1969. Sin embargo, sus orígenes se remontan al año 1966
cuando se crea la Coepal (Comisión Episcopal de Pastoral), que acuña el término
de pueblo como la existencia de una cultura común, enraizada en una historia
común y comprometida con el bien común.
La Coepal se propuso
interiorizar el espíritu del Concilio Vaticano II y asumió la tarea de
consolidar una forma comunitaria de ser Iglesia mediante la promoción de
estructuras colegiadas que favorecieran la defensa de la dignidad humana y la
promoción de una religión liberadora. Siguiendo el espíritu conciliar de
aggiornarmento, los obispos argentinos se comprometían a realizar una reforma
de las mentalidades y de las normas que regulaban las estructuras de la
Iglesia. En fin, deseaban una «conciencia más viva de sí misma, reforma,
diálogo con los demás hermanos cristianos y apertura al mundo de hoy: las
cuatro finalidades del Concilio».
Lucio Gera (1924-2012),
autor de Sobre el misterio del pobre, entre muchos otros escritos, fue quien
dotó de perfil propio a esta rama de la teología latinoamericana. Para él, la
teología del pueblo no buscaba el cambio de las estructuras sociales y
políticas por sí mismas, sino el discernimiento de la misión e identidad de la
Institución eclesiástica a partir de una opción por el pueblo pobre, expresada
en un firme discurso religioso que impulsara el diálogo sociopolítico y promoviera
una praxis pastoral informada por la justicia social como valor de ese «pueblo
fiel» a Jesús. En esa dirección, entiende que la cultura es un lugar de
mediación para el conocimiento de la realidad y, específicamente, la cultura
popular, ámbito donde se puede conocer al pobre y su mundo de vida. De ahí que
la opción por los pobres pase a ser una elección por la cultura popular, por su
conocimiento, preservación y potenciación.
Gera piensa a los pobres
como pueblo, como sujeto colectivo de una historia, con un ethos cultural
propio, cuya alma o corazón religioso apuesta siempre por la esperanza desde
las experiencias límite y de carencia material en las que vive. Esta noción
exige insertarse en el mundo de valores propios del mundo de vida popular para
luego teorizarlo y evangelizarlo. La evangelización no se reducirá a su
promoción social, pero tampoco será entendida como mera formación doctrinaria,
sino que implicará, sobre todo, acciones de reconocimiento social y
potenciación de la riqueza cultural de cada pueblo. Esto se traducirá en la
apuesta por la promoción integral del sujeto humano, el fomento del diálogo
sociopolítico y la práctica de la justicia social en el marco de una religión
que libere a las personas al mostrarles el rostro bienaventurado de la
historia.
Ya desde los años setenta el
futuro Papa Francisco tenía una imagen muy clara de esta visión de conjunto
entendiendo la unidad entre la condición política del cristiano y la acción
pastoral de la Iglesia. Así lo hizo saber en el Discurso de Apertura de la
Congregación Provincial XIV de los Jesuitas en 1974, donde explica cómo la
praxis cristiana —tanto religiosa como sociopolítica— ha de centrarse en la
fraternidad solidaria, la justicia social y el bien común, antes que en
nociones como patria, revolución, conservadores o liberales, que son
excluyentes frente a toda disidencia o alternativa. Aquí, Bergoglio insiste en
que «bastaría recordar los infecundos enfrentamientos con la jerarquía, los
conflictos desgastantes entre “alas” (“progresista” o “reaccionaria”) dentro de
la Iglesia, que terminaron dando más importancia a las partes que al todo».
No son pocos los que
cuestionan esta influencia en el magisterio del Papa Francisco. Muchas de las
críticas provienen de contextos socioculturales ilustrados o del primer mundo,
así como de personalidades eclesiásticas y grupos religiosos conservadores.
Como lo explica el teólogo argentino Víctor M. Fernández:
«…se acostumbra a decir que
la teología del pueblo opta por las masas ignorantes, faltas de cultura y de
pensamiento crítico. Lo que la teología del pueblo defiende es algo muy
diferente. Significa considerar los pobres no tanto como el mero objeto de una
liberación o una educación, sino como individuos capaces de pensar con sus
categorías, capaces de vivir legítimamente la fe a su manera, capaces de crear
caminos a partir de su cultura popular. Que incluso se expresen o miren la vida
de una manera diferente, no significa que no piensen o no tengan una cultura;
es simplemente una cultura diferente».
El llamado del magisterio de
Francisco es a vivir un cristianismo profético en el que la Iglesia está
obligada a contribuir con estos procesos de cambio porque ella, «junto con las
diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor respondan a la
dignidad de la persona humana y al bien común (...) para transmitir
convicciones que luego puedan traducirse en acciones políticas» (Evangelii
Gaudium 241).
(Mireia Bonilla - RV)
DE MI ÁLBUM
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