viernes, 21 de abril de 2017

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA

                                                                              QUERETARO
DE: ORACIONES SIGLO XX

LA LETANÍA DEL HOMBRE MODERNO

Señor: Hoy quiero rezarte, la letanía del hombre moderno, que dice así:
            Dios de la Técnica, humaniza nuestro progreso industrial.
            Dios de la Economía, acaba con el subdesarrollo.
            Dios del Universo, dinos que la Tierra es más urgente que el resto del  
            cosmos.
            Dios de la Geografía, derriba nuestras fronteras egoístas.
            Dios de la Ciencia, enséñanos también Sabiduría.
            Dios de los inventos, haz que los pongamos al servicio del bien común.
            Dios de la Humanidad, fraterniza nuestras diferencias de raza, de color y 
            de suelo.
            Dios del Turismo, muéstranos tu rostro en las playas, los montes,   
             las brisas  y el sol.
Dios de la ONU, concédenos que todos seamos UNO.
            Dios de la Paz, neutraliza las guerras frías y calientes.
            Dios de la Salud, que el mal corporal no nos haga malos espiritualmente.
            Dios del Hombre, destierra el hambre de pan con el hambre de amor.
            Dios del siglo XX, dinos cómo rezarte con palabras de hoy. Amén.

                        Rafael de Andrés.



II DOM. DE PASCUA


“La tarde de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban a puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús se hizo presente allí, de pie en medio de ellos.

Les dijo: ‘La paz sea con ustedes’. Después de saludarlos así, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor”…Juan, 20, 19-31.


“Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. El encargo que el Señor les entrega a los discípulos, es del mismo orden que el Hijo lo ha recibido del Padre, es decir, la misión no es un aspecto circunstancial de la Iglesia, sino que hace parte del anuncio evangelizador del Reino de Dios. Y la única forma posible de acceder al reino, que tiene el hombre, es expresar libre, pero abiertamente su conversión, mediante un cambio de vida, en donde ya no lo motiva las situaciones de pecado, sino las experiencias de fraternidad a través de la reconciliación.

La Paz


El primer deseo de Cristo después de su resurrección y así se lo expresa a sus apóstoles en su primera aparición  --era de noche y tenían la noche en el alma --, es que tengan paz. Con asociación inmediata, como dando la base real para la paz, Cristo los envía a predicar el evangelio y les da el poder de perdonar los pecados. No puede haber paz en la ignorancia de Dios y en la enemistad con Dios.

            La paz es el bien más deseable de una sociedad, porque supone la existencia de los otros bienes y hace posible la conservación y el desarrollo de esos bienes y de las personas.

            La paz, humanamente hablando, es fruto de la autoridad democrática, fuerte y prudente. De la continuidad en la propiedad, el trabajo, la profesión, la subsistencia, la familia. De la estabilidad, que es el mantenimiento de la continuidad. De la seguridad, que es la fortaleza y la capacidad defensiva y preventiva frente a los enemigos de la autoridad, de la continuidad y la estabilidad. Del equilibrio, es decir, de la justicia y la vitalidad en la autoridad, la continuidad y la estabilidad.

            En un mundo de tensiones justas e injustas, nervoso, febril, vertiginoso, exacerbado, en el que los hombres se ignoran mutuamente por la masificación colectiva y la angustia individual, es muy difícil la paz porque son muy difíciles y están en constante riesgo el equilibrio, la seguridad, la estabilidad, la continuidad, la autoridad.

            La paz es el equilibrio justo y durable. Como la definían los antiguos teólogos: “la tranquilidad en el orden”. Una tranquilidad dinámica. Un orden basado en la creación constante y creciente de riqueza material y espiritual; en la oportunidad para todos de participar en la creación y el disfrute de esa riqueza; en la jerarquía de organización, de valores y afanes.

            Es imposible la paz en el hambre, en la demagogia, en la prepotencia, en la carencia de autoridad y en el estatismo, en la ociosidad y la desorganización, en la incultura y el desconocimiento mutuo.

            La paz no es sólo ausencia de guerra. Es, ante todo, construcción cotidiana de la tranquilidad y del orden, de la abundancia y la justicia, de la jerarquía, la convivencia y la convergencia de las clases y las personas.

            No puede haber paz internacional sin paz nacional. Ni paz nacional sin paz económica y social. Ni paz social sin paz familiar. Ni paz familiar sin paz personal. Cada uno es responsable, en su medida, de la paz en el mundo.

            Sobre todos esos recursos humanos para construir, asegurar y desarrollar la paz, está la fuerza de Dios, los recursos de Dios, que presenta el evangelio de hoy: amor a Dios y al prójimo, esencia del mensaje evangélico; arrepentimiento del daño causado y propósito  de reparar ese daño y de corregir nuestros errores de acción y de actitud.

            La paz que puede dar el mundo es precaria como el mundo mismo. Sólo es firme la paz que ofrece Cristo, porque se basa en la presencia del Espíritu y en la verdad, la justicia y el amor; esas palabras desabridas y chocantes para el paladar del hombre concentrado en el dinero, el placer, el miedo y el odio.

            El planteamiento es ineludible: la paz es necesaria; sin Dios y sin buena voluntad, la paz es imposible.

            José M. de Romaña.

DE MI ÁLBUM


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