“LA HISTORIA MÁS GRANDE
JAMÁS CONTADA”
DE: ORACIONES SIGLO XX
Señor:
También
entre el fango de autores inmorales o heterodoxos se encuentran frases
brillantes como se hallan pepitas de oro entre el barrizal sucio de un río. Hoy
vengo a rezarte con una máxima de Nietzsche en los labios, porque esta vez el
filósofo germano tiene razón.
Señor,
dice el autor del superhombre germánico” de todo lo que se escribe, sólo me
gusta lo que escribe un hombre con su sangre. El que escribe máximas con su
sangre no tiene que ser leído, sino aprendido de memoria”.
Lo
que no pensaba Nietzsche al decir esto, Señor, es que Tú has escrito el Evangelio
y lo has rubricado con la sangre de tus venas divinas. Por eso debemos aprender
tu buena nueva de memoria, para que no se nos olvide ni una sola de sus partículas.
Me
gusta tu Evangelio, Señor, porque está escrito con el rojo de tu sangre, con
ese color cruento con que subrayamos las frases que queremos destacar en una
página. No, Señor. Tú no escribiste tu vida para ser leída solamente, sino para
empapar nuestra memoria con la tinta roja de tus venas.
Enséñanos
a aprender y grabar en nuestro recuerdo, Señor, todas y cada una de las
palabras de tu Evangelio. Pero, sobre todo, clavetea indeleblemente en nuestra
memoria esa página cruenta de tu Pasión, con la rúbrica final de esa pluma en
forma de lanza, con que el soldado romano firmó en tu nombre, mojando en tu
Corazón. Si aprendemos la suprema palabra “Amor”, será tener tu suprema
lección.
Rafael
de Andrés.
DOM. V DE CUARESMA
La resurrección de Lázaro
“Jesús, conmovido de nuevo
interiormente, se acercó al sepulcro, que era una cueva tapada con una piedra.
Jesús ordenó: ‘Saquen la piedra’. Quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al
cielo y exclamó: ‘Te doy gracias, Padre, porque has escuchado mi oración. Pero
digo esto por la gente que está aquí, para que crean que Tú me has enviado’. Al
decir esto, gritó muy fuerte; ‘Lázaro, sal fuera’. Y salió el muerto. Tenía las
manos y los pies vendados, y la cabeza cubierta con un velo, por lo que Jesús
dijo; ‘Desátenlo y déjenlo caminar”. Juan, 11, 1-41.
Giotto
Giotto
¡En los sepulcros hay vida!
El adiós definitivo a un ser muy querido nos hunde
inevitablemente en el dolor, la impotencia y la falta de sentido. Es como si la
vida entera quedara destruida. No hay palabras ni argumentos que nos puedan
consolar.
El relato de Juan no tiene sólo como objetivo narrar la
resurrección de Lázaro, sino, sobre todo despertar la fe, no para que creamos
en la resurrección como un hecho lejano que ocurrirá al fin del mundo, sino
para que “creamos” desde ahora que Dios está infundiendo vida a los que
nosotros hemos enterrado.
Jesús llega “sollozando” hasta el sepulcro. El
evangelista dice que “está cubierta con una losa”. Esa losa no cierra el paso.
No sabemos nada de nuestros amigos muertos. Una losa separa el mundo de los
vivos y de los muertos. Sólo nos queda esperar el día final para ver si sucede
algo.
Esta es la fe judía de Marta: “Sé que mi hermano
resucitará en la resurrección del último día”. A Jesús no le basta. “Quitad la
losa”. Vamos a ver qué es lo que sucede con el que habéis enterrado. Marta pide
a Jesús que sea realista. El muerto ha empezado a descomponerse y “huele mal”.
Jesús le responde: “Si crees, verás la gloria de Dios”. Si en Marta se
despierta la fe, podrá “ver” que Dios está dando vida a su hermano. “Quitan la
losa” y Jesús “levantando los ojos a lo alto” invitando a todos a elevar la
mirada hasta Dios antes de penetrar con fe en el misterio de la muerte. Ha
dejado de sollozar. “Da gracias” al Padre porque “siempre lo escucha”. Lo que
quiere es que los que le rodean “crean” que es el Enviado por el Padre para
introducir en el mundo una nueva esperanza.
Luego “grita” con voz potente: “Lázaro, sal fuera”.
Quiere que salga para mostrar que está vivo. La escena es impactante. Lázaro
tiene “los pies y las manos atados con vendas” y “la cara envuelta en un
sudario”. Lleva los signos y ataduras de la muerte. Sin embargo, “el muerto
sale” por sí mismo ¡Está vivo! Esta es la fe de quienes creemos en Jesús: los
que nosotros enterramos y abandonamos en la muerte viven. Dios no los ha
abandonado.
Apartemos
la losa con fe. ¡Nuestros muertos están vivos!
(homiletica.org)
DE MI ÁLBUM
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