sábado, 1 de abril de 2017

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA
















“LA HISTORIA MÁS GRANDE JAMÁS CONTADA”

DE: ORACIONES SIGLO XX

Señor:
También entre el fango de autores inmorales o heterodoxos se encuentran frases brillantes como se hallan pepitas de oro entre el barrizal sucio de un río. Hoy vengo a rezarte con una máxima de Nietzsche en los labios, porque esta vez el filósofo germano tiene razón.

Señor, dice el autor del superhombre germánico” de todo lo que se escribe, sólo me gusta lo que escribe un hombre con su sangre. El que escribe máximas con su sangre no tiene que ser leído, sino aprendido de memoria”.

Lo que no pensaba Nietzsche al decir esto, Señor, es que Tú has escrito el Evangelio y lo has rubricado con la sangre de tus venas divinas. Por eso debemos aprender tu buena nueva de memoria, para que no se nos olvide ni una sola de sus partículas.

Me gusta tu Evangelio, Señor, porque está escrito con el rojo de tu sangre, con ese color cruento con que subrayamos las frases que queremos destacar en una página. No, Señor. Tú no escribiste tu vida para ser leída solamente, sino para empapar nuestra memoria con la tinta roja de tus venas.

Enséñanos a aprender y grabar en nuestro recuerdo, Señor, todas y cada una de las palabras de tu Evangelio. Pero, sobre todo, clavetea indeleblemente en nuestra memoria esa página cruenta de tu Pasión, con la rúbrica final de esa pluma en forma de lanza, con que el soldado romano firmó en tu nombre, mojando en tu Corazón. Si aprendemos la suprema palabra “Amor”, será tener tu suprema lección.

Rafael de Andrés.



DOM. V DE CUARESMA


La resurrección de Lázaro

“Jesús, conmovido de nuevo interiormente, se acercó al sepulcro, que era una cueva tapada con una piedra. Jesús ordenó: ‘Saquen la piedra’. Quitaron la piedra. Jesús levantó los ojos al cielo y exclamó: ‘Te doy gracias, Padre, porque has escuchado mi oración. Pero digo esto por la gente que está aquí, para que crean que Tú me has enviado’. Al decir esto, gritó muy fuerte; ‘Lázaro, sal fuera’. Y salió el muerto. Tenía las manos y los pies vendados, y la cabeza cubierta con un velo, por lo que Jesús dijo; ‘Desátenlo y déjenlo caminar”. Juan, 11, 1-41.

Giotto
Giotto

¡En los sepulcros hay vida!

                El adiós definitivo a un ser muy querido nos hunde inevitablemente en el dolor, la impotencia y la falta de sentido. Es como si la vida entera quedara destruida. No hay palabras ni argumentos que nos puedan consolar.

            El relato de Juan no tiene sólo como objetivo narrar la resurrección de Lázaro, sino, sobre todo despertar la fe, no para que creamos en la resurrección como un hecho lejano que ocurrirá al fin del mundo, sino para que “creamos” desde ahora que Dios está infundiendo vida a los que nosotros hemos enterrado.

            Jesús llega “sollozando” hasta el sepulcro. El evangelista dice que “está cubierta con una losa”. Esa losa no cierra el paso. No sabemos nada de nuestros amigos muertos. Una losa separa el mundo de los vivos y de los muertos. Sólo nos queda esperar el día final para ver si sucede algo.

            Esta es la fe judía de Marta: “Sé que mi hermano resucitará en la resurrección del último día”. A Jesús no le basta. “Quitad la losa”. Vamos a ver qué es lo que sucede con el que habéis enterrado. Marta pide a Jesús que sea realista. El muerto ha empezado a descomponerse y “huele mal”. Jesús le responde: “Si crees, verás la gloria de Dios”. Si en Marta se despierta la fe, podrá “ver” que Dios está dando vida a su hermano. “Quitan la losa” y Jesús “levantando los ojos a lo alto” invitando a todos a elevar la mirada hasta Dios antes de penetrar con fe en el misterio de la muerte. Ha dejado de sollozar. “Da gracias” al Padre porque “siempre lo escucha”. Lo que quiere es que los que le rodean “crean” que es el Enviado por el Padre para introducir en el mundo una nueva esperanza.

            Luego “grita” con voz potente: “Lázaro, sal fuera”. Quiere que salga para mostrar que está vivo. La escena es impactante. Lázaro tiene “los pies y las manos atados con vendas” y “la cara envuelta en un sudario”. Lleva los signos y ataduras de la muerte. Sin embargo, “el muerto sale” por sí mismo ¡Está vivo! Esta es la fe de quienes creemos en Jesús: los que nosotros enterramos y abandonamos en la muerte viven. Dios no los ha abandonado.

Apartemos la losa con fe. ¡Nuestros muertos están vivos!

(homiletica.org)

DE MI ÁLBUM


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