DE: ORACIONES SIGLO XX
“LA ESPADA DESNUDA”
Señor:
Déjame rezar hoy, fiesta de
los Dolores de María, el himno de un poeta nicaragüense a los ojos de la
Virgen:
“Los ojos de nuestra Señora
eran negros en la Pasión;
negros como incendiados por
vastas noches en llamas,
negros como el amor soplando
inenarrables gemidos,
solitarios ojos, víctimas en
ceniza de la encendida pena.
(…) Yo no sé se la azucena
herida en la penumbra,
o la fatigada paloma que el
viento arroja al páramo
tienen ese temblor de gemido
ya deshecho,
o ese puñal impalpable en el
doloroso cáliz de su aliento.
Pero hay un hijo que muere
dentro de su propia sangre,
y una frente que se inclina
en el dolor de su frente.
¡Tantos besos guardados para
caer heridos,
para anidar en llagas y
teñirse de martirio!
¡Tanto canto de cuna para
mecer la muerte
en el pavor de un ritmo
helado y detenido!
¡Decidle, los que pasan,
aquellos que han perdido
la dulzura de un nombre
donde posar los labios,
decidle si hay dolor más
triste que sus ojos
o color más amargo que su
oscura mirada!
Oh fondo de tus ojos, Señora
de la muerte,
como nocturnas aves las
tinieblas acechan
el pálido cadáver que yace
en tus pupilas!
(…) ¡Madre de la aflicción!,
¡crucificada entraña!,
¡has dado a sombras el fruto
de tu vientre
con el dolor de sangre de
todas las mujeres!
(…) ¡Oh Eva dolorosa! ¡Corta
el fruto del Árbol
–la manzana encendida que
brota del costado--;
tengo el pecho con hambre!,
¡tengo el pecho contigo,
abierto por la espada!”
(Pablo Antonio Cuadra)
Rafael de André
DOMINGO DE RAMOS
“Uno de los doce, que se llamaba Judas
Iscariote, fue donde los jefes de los sacerdotes y les dijo: ‘cuánto me darán
para que se lo entregue?’ Ellos le aseguraron treinta monedas de plata…” Mateo, 26, 14-27,68
La última cena
En el huerto de Getsemaní
Toman preso a Jesús
Jesús comparece ante el
Consejo judío
La naturaleza exterior merece bien el nombre latino “mundus”
(limpio) o el nombre griego “kosmos” (hermoso). La naturaleza interior, esa
alma del mundo, al menos del mundo Tierra, que es el hombre, recibe en muchos
casos el nombre de mundo sólo por ironía, como decía Gracián.
El domingo llamado “de ramos” nos muestra en la vida de
Cristo, desnuda y brutal la suciedad y mezquindad del mundo. La palabra mundo
tiene en la terminología cristiana un
sentido espiritual peyorativo. Es uno de los enemigos del hombre, uno de los
obstáculos para el cumplimiento del deber, la búsqueda de la felicidad y el
camino a Dios.
El mundo es el conjunto de actitudes, costumbres,
criterios, maneras, reaccione, gestos clave, términos propios, alejados de Dios
y de la naturaleza del hombre. El mundo es cruel, egoísta, traidor, implacable,
mentiroso, bajo una capa de cortesía deliciosa, de almidón inmaculado y
maquillaje preciso. En resumen, es mentiroso y duro, sin verdad y, como decía
Pablo de los griegos y romanos, sin misericordia.
El mundo que rodeaba a Cristo se porta en este
domingo sin verdad; el viernes próximo
se portará sin misericordia.
Los hombres de alma recta, veraces y capaces de amor y de
alegría, recibieron en Jerusalén a Cristo en triunfo entre un bosque portátil
de olivos y palmas y extendiendo sus mantos al paso tranquilo del asno que
llevaba a Dios. Los hombres de mundo, “los príncipes de los sacerdotes y los
escribas”, como quien dice: ”parlamentarios, altos burócratas y legistas”, se
enfurecieron, dice Mateo, pero atacaron con hipócrita mesura. Ante el grito
mesiánico de la multitud: ¡Hosanna!, le dicen a Cristo: “¿No oyes lo que están
diciendo?” Cristo les contestó secamente y les dio la espalda. Cristo es duro
con el mundo: “No ruego por el mundo”.
El mundo es poderoso y activo en sus intereses; se
ablanda en los placeres, pero cuando hay que pelear por dinero, honores o
contra algún enemigo, sabe pelear. Es su única belleza; su prudencia y su
capacidad de combate, aunque degenere inmediatamente en intrigas canallescas y
emboscadas cobardes. El viernes siguiente movieron al pueblo y a la autoridad y
lograron hacer matar a Cristo legalmente.
Es una lección. Todo hombre recto tropieza, tarde o
temprano, con el choque del mundo, de la mentira y de inmisericordia. Cristo
enseña a no rehuir un destino que puede llegar a trágico, pero que siempre es
glorioso. “El que pierde su vida, la gana”.
Fracasar o chocar
con el mundo por ser fiel al deber, es hermoso y justo. Pero es estúpido ser
destrozado por el mundo por vanidad, ingenuidad o sensualidad. El afán de
triunfo impulsa a muchos hombres y
mujeres no a valer por sí sino a
confiar y entregarse al mundo. Es loco apoyarse en la mentira y en la dureza.
Tal vez se llegue arriba, pero con la boca amarga por el precio pagado, con la
conciencia en girones y el honor pisoteado.
Una norma de navegación por la vida: matar en sí mismo al
mundo, a la mentira y a la dureza; no confiar jamás, por agradables y sonrientes
y brillantes que sean, en las personas, ideas o grupos donde falta verdad y
falta amor.
José M. de Romaña.
DE MI ÁLBUM
CAMINO CRISTIANO
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