lunes, 16 de enero de 2017

"CAPULÍ". CAMPESINA / Clodomiro GUEVARA


“CAPULÍ”



   ¡Oh coposo capulí de mis recuerdos!
En tus ramas se columpian
los muchachos y pájaros golosos,
entintándose los picos
con tus frutos rojinegros,
redonditos, como “chanos” de jugar.

  Yo que fui también muchacho,
mil de veces desgarré mis pantalones
asaltando  en “Kumbikus” tus frondales
por coger tus dulces guindas
y en mis labios de granuja almibarar.

  ¡Cuántas veces!
bajo el aire de tus rizos
trasegué rudamente a la sesera
muchos folios historiales
y otros temas de científicas materias,
al sentir con pavidez que el gran Diciembre
ya pisaba los talones de mi vida estudiantil.

  ¡Cuántas veces! a la sombra
de tus densos ramazones, designé también goloso
las cerezas de unos labios
que al sabor de tus granos uviformes
se encendían más y más.

  ¡Oh coposo capulí de mis recuerdos!
Cuando hoy rondo tus laderas,
y en tu alfombra otoñal de muertas hojas,
abro el libro de mi vida;
siento ganas de volver a mis pañales,
y trepar, de crecidito tus frondales,
y gustar tus ricas drupas,
sin aquellas inquietudes
que, en los años viriles,
hacen ácida la vida
como gajos de limón.

CAMPESINA


Mama Okllo, mansa y triste,
rojo cando de la estancia,
que los Andes poetisas
con tus trenzas tan oscuras, como las alas del tordo;
con tus senos temblorosos, como perdices cautivas;
con tus duras pantorrillas, color de barro cocido,
con tus caderas pomposas
y tus llurimpas teñidas de cerezas y azafrán.

Compañera resignada del inkásico mitayo,
que de sol a sol se [pasa arrojando la simiente
en el hondo surco abierto con su arado de kinual,
desyerbando sus trigales,
aporcando sus shakukas,
kutipando su maizal.

Mama Okllo infatigable
alma y fibra de tu  hogar,
trotadora de caminos
con el kipe de vendimias y la cría en las espaldas,
¡arre! ¡que arre! a su borrico
que no quiere caminar.

Mama Okllo, cuyas manos no conocen
las quietudes de las hembras pueblerinas.
¡Hila que hila, con el uso es un símbolo,
a través de las distancias,
en las horas de la paz domiciliaria,
en la loma y en el borde del quebracho,
con el ojo avizorando el rebaño en el pastal
verberadas de tormentas o el sol canicular.
Indiecita desgreñada, silenciosa y bien sufrida,
tú conservas en tu espíritu las ingénitas virtudes
de la hermana de aquel gran iluminado
que emergió del Titikaka
como el padre de la raza más pujante de Indoamérica.
Tú conservas en tu entraña la semilla
del Perú que en el mañana formidable se alzará.

DE MI ÁLBUM

                                      FORTALEZA DE KUELAP         

No hay comentarios:

Publicar un comentario