"Lo único central es el
Evangelio"
"El cristianismo en
América Latina está en juego"
Redacción, 22 de enero de
2017
Francisco: “No estoy
haciendo ninguna revolución. Estoy tratando de que el Evangelio vaya adelante”
La teología de la liberación
sostiene que Dios hoy repudia la violencia de las maras y el femicidio, dos
signos de los tiempos tremendos del continente. En Chile podría decir
"acojan a los inmigrantes"
(Jorge Costadoat, sj).-
"La teología de la liberación fue una cosa positiva en América
Latina", afirma el Papa. Responde así a la pregunta del periodista de El
País dada en una larga entrevista recién este domingo.
La frase ha debido
estremecer a los sectores católicos conservadores iberoamericanos. Dirán que
esta es la prueba que faltaba para confirmar que Francisco es comunista. Pero
el mismo Papa aclara que la que fue condenada fue la versión de la teología de
la liberación que utilizó el marxismo como método de análisis de la realidad.
En otras palabras, que no toda la teología de la liberación ha sido marxista.
Pero, ¿cuál no lo ha sido?
Si hubo una teología de la
liberación marxista, terminado el marxismo, ha perdido toda relevancia. Si hubo
una teología de la liberación que no fue marxista, ¿qué queda de ella? El
periodista y Francisco dan por acabadas ambas. "Fue cosa positiva",
afirma el Papa.
¿"Fue"? ¿Es? ¿Ha
quedado algo de ella?
Si la teología de la
liberación terminó, felices estarán los sectores católicos responsables en gran
medida de la miseria latinoamericana de los años sesenta y de la irreductible
desigualdad del tercer milenio. El fracaso de esta teología ha podido
satisfacer, además, a obispos como López-Trujillo, Medina y Sodano, entre
otros, sus enemigos jurados. Pero la "Iglesia de los pobres" de América
Latina habrá perdido su lanza intelectual. Quedará en pie, eso sí, la versión
eclesiástica de la Iglesia, la versión que no calienta a nadie.
Sostengo, por mi parte, que
la teología de la liberación no ha muerto y, por ende, la Iglesia latinoamericana
sí tiene futuro.
Distingo dos aspectos
metodológicos de esta teología que difícilmente pueden ser cuestionados. Esta
teología postula que el "lugar hermenéutico" para reflexionar sobre
la fe en Jesucristo incide decisivamente en la manera de comprenderla y de
vivirla. No es lo mismo el "dónde". No puede ser igual la teología de
los africanos, de los asiáticos, de los brasileros o de los centroamericanos.
Las iglesias se localizan en
la historia y culturas determinadas. Ninguna, ni siquiera la iglesia de Roma,
tampoco el Papa, puede decir, bajo todos los respectos y en todas las
situaciones, "tengo la única interpretación" del Evangelio. Pero hay
otro asunto metodológico -discutido entre los autores- mucho más relevante.
Este consiste en postular que aquel "lugar hermenéutico" puede ser
también un "lugar teológico".
A saber, que Dios puede
"hablar" en los acontecimientos históricos que atañen a una iglesia
en particular. No es lo mismo que la revelación contenida en las Escrituras
ilumine la realidad actual de una iglesia determinada a que Dios
"diga" algo a ella en el presente. La teología de la liberación
sostiene que Dios hoy repudia la violencia de las maras y el femicidio, dos
signos de los tiempos tremendos del continente. En Chile podría decir "acojan
a los inmigrantes".
Pues, además del método -que
siempre debe ser revisado-, mientras haya esclavitudes y dependencias de unos
seres humanos por otros o de sistemas impersonales de opresión, como el
neoliberismo y la robotización que está acelerando la exclusión de las
personas, la teología de la liberación será indispensable. Esta teología acude
a socorrer a las víctimas de un "pecado social". Mientras este siga
destruyendo al ser humano, los teólogos de la liberación tendrán trabajo.
El cristianismo en América
Latina está en juego. El catolicismo, en particular, hace agua. En Chile los
católicos disminuyen un punto porcentual cada año. ¿Podría la teología de la
liberación frenar estas tendencias? Este no es el asunto. Lo único central es el
Evangelio. Esta es la apuesta de la única teología auténticamente
latinoamericana.
Es más, si lo propio de los
adultos es pensar con autonomía, una Iglesia latinoamericana dependiente
intelectualmente de Roma es una iglesia infantil. Si sigue operando con
teología europea, no tiene futuro. La falta de reflexión sobre la experiencia
situada personal y colectivamente de Dios no debe considerarse una posibilidad.
Es una condición sin la cual se atenta contra el credo de la misma Iglesia, el
cual exige articular fe y razón.
¿Cómo se ve el futuro? Sin
teología de la liberación, muy oscuro. Si esta no es enseñada en las facultades
y los seminarios latinoamericanos, si en estos no hay autonomía y libertad para
pensar, si los seminaristas continúan siendo formados para servir las
necesidades misioneras de la Iglesia europea, ¿qué se puede esperar?
Celebro la postura de
Francisco. Ojalá no me equivoque con mi propia opinión.
DE MI ÁLBUM
Río de Janeiro
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