DE: ORACIONES SIGLO XX
“EL DESCONOCIDO”
Señor: Un viejo filósofo sentenció como slogan para llevar una vida digna de
hombre; “Conócete a ti mismo”. Es verdad que el propio conocimiento ayuda para
conocer las propias limitaciones y los propios defectos. Pero, ¿no se corre también
el peligro de ahondar tanto en el propio conocimiento, que lleguemos a la
parálisis ante el bien, al vernos tan malos? Por eso, Señor, me gusta más la
oración de San Agustín, que bascula la tara del propio conocimiento con el peso
de conocerte a Ti.
“Señor Jesús: conózcame a mí, y conózcate a
Ti;
que no desee nada, sino a Ti;
que todo lo haga por Ti;
que me humille a mí, y te exalte a Ti;
que no piense en nada, sino en Ti;
que me mortifique, para vivir en Ti;
que todo lo que ocurra, lo reciba de Ti;
que me persiga a mí, y que te siga a Ti;
que siempre anhele ir detrás de Ti;
que huya de mí, y me refugie en Ti;
que yo merezca ser defendido por Ti;
que tema por mí, y que te tema a Ti;
que me encuentre entre los elegidos por Ti;
que desconfíe de mí, y confíe en Ti;
que guste de obedecer por Ti;
que no me aficione a nada sino a Ti;
que sea pobre por Ti;
mírame, para que te ame a Ti;
llámame, para que te vea a Ti;
y goce eternamente de Ti. Amén”.
Rafael de Andrés
DOM. III DEL TIEMPO ORDINARIO
“Al enterarse Jesús que habían
encarcelado a Juan, se dirigió a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en
Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí…
Entonces comenzó Jesús a predicar
diciendo: -“Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”.
Caminando a orillas del mar de Galilea,
vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que
estaban echando la red, pues eran pescadores.
Les dijo: -“Vengan, síganme, y los haré
pescadores de hombres”
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron. Un poco más adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de
Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca reparando las redes con Zebedeo, su
padre, Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y
lo siguieron.
Recorría toda Galilea, enseñando en las
sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y
dolencias del pueblo”. Mateo 4, 12-23
Después del silencio de
Nazaret, Jesús escoge Cafarnaún como centro de su misión evangelizadora. Esta
se encuentra en la baja Galilea, una región tradicionalmente pagana desde
tiempos muy antiguos; Isaías se refiere a ella como “ciudad de los gentiles”.
Esta expresión la retoma Mateo para reafirmar su carácter pagano y resulta muy
significativo y aleccionador para nuestros tiempos que la proclamación del Evangelio no la empiece en la capital
sino en una comarca provinciana, pobre y pagana. Esto nos lleva a pensar en las
periferias existenciales de las que hoy nos habla el papa Francisco.
Lo primero que nos debe
llevar a centrar nuestra reflexión es el contenido del anuncio que hace Jesús:
“Conviértanse, el Reino de los cielos está cerca”. La forma imperativa de la
expresión sigue resonado en el corazón de la evangelización. El eco de aquellas
palabras es una fuerte invitación a rectificar el camino, a cambiar de rumbo y
a hacerlo de acuerdo al Evangelio. El motivo está expresado inmediatamente:
está cerca el Reino de los Cielos. Esta llamada exige de nosotros una respuesta
inmediata que logre colaborar eficazmente con el propósito de Jesús; pero para
hacerla eficaz hace falta reconocer lo insuficiente de nuestra conversión
actual. No debemos dejarnos llevar por la cultura del descarte que endurece el
corazón, ni debemos entablar relaciones interpersonales que estén fundadas en
intereses egoístas; debemos recordar los valores del reino: justicia, paz,
misericordia. No debemos olvidar que el modelo a seguir es el mismo Jesús, y
que conociéndole y adorándolo descubriremos que Él está cerca de nosotros que
compartimos la vida, el trabajo, el grupo, la comunidad.
El paradigma de toda llamada
está siempre puesto en la vocación de los apóstoles. Ellos responden sin
demora; dejan todo para acercarse y seguir a Jesús. Se sienten fascinados por
la mirada del Maestro y por la propuesta de ser pescadores de hombres. Hoy más
que nunca debemos dejarnos llevar por la propuesta del Señor; no podemos
desechar la invitación a lanzar las redes hacia aquellos que no lo conocen o
que lo conocen mal.
Si nos sentimos atraídos por
el papa Francisco, debemos junto a él echar las redes en esas periferias
existenciales donde la indiferencia y el abandono son el flagelo que destruye
la humanidad. La invitación es del Señor; nosotros somos colaboradores.
Roberto Higinio Carrasco.
DE MI ÁLBUM
Celendín-Perú
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