domingo, 8 de enero de 2017

JORA. PASTORAL / Clodomiro GUEVARA

¡JORA!



Naciste entre los mitos del inkario
en el puiño y en el urpo, fermentada
y fuiste en el Imperio legendario
por Inti y por sus hijos consagrada.

Y sigue como el vino necesario
de la raza a través de sus cadenas.
Y es que el “poto” que seca el proletario,
limpia el orín de sus amargas penas.

En la vida hogareña sin sabores,
eres grano de sal todos los días
y eres miga nutricia en el hogar.

Eres “Bayer” tableta en los dolores,
y enciendes las más santas rebeldías
en los hornos del alma popular.

PASTORAL


Ya está el sol alto y no sacas
a pastar tus ovejitas,
ni sueltas tu vaca overa
que muge junto a la kincha.
Otros días, más temprano,
desde la loma vecina
te he visto por la ladera
tras tu manada engreída;
con tu sombrero de junco,
con tu blusón cabritilla,
la rueca hilandera al cinto,
rojeando tu pollerita.

Desnudos los pies de bronce
sobre kaisises y guijas,
corriendo a pedrada limpia
a las borregas dañinas.
Mas hoy, la “banda” del río,
donde tu rancho se arrima,
estás sin luz y sin alma,
sin amor, sin poesía.

Los alisares se mecen
allá, rosando la cima
de tu tejado rojizo
con sutil melancolía.

Los rastrojos que contigo
se parecen que amarillan
como el oro, hoy son tristes
manchas gualdas, desteñidas.

Esa piedra azul, musgosa,
donde sensual te reclinas
en la mañana, esperando
del rubio sol las caricias.
Hoy es pedrón detestable
para mí; no poetisa
el paisaje. –Haces falta tú,
dulce fresca Zagalita.
Muy de mañana hoy salí,
del pueblo a la chacarilla
por “raumar” mis alcanfores
 y recoger la chamiza.

Y, ya tanteando la hora
que sueles abrir tu Kincha,
me he dirigido al rastrojo
que con el río deslinda.

Cruzo un ceto y un barbecho,
y una acequia cantarina
y del rastrojo de trigo
llego a la mancha amarilla

Desde este rastrojo viejo,
que frente da a tu chacrita,
te he mirado en otras horas
de amor el alma encendida.

Y hoy nuevamente quiero,
con tus caderas rollizas,
verte triscar en el campo
como hermosa corderilla.

Verte los senos temblando
bajo el blusón cabritilla;
mientras los ágiles céfiros
las negras frondas te rizan.

En el río pedregoso
lavo mi pañuelo lila,
sin desprender un instante
de tu rancho la pupila.

Mas, ni rastros hay de ti,
¿qué te ocurre zagalita?
No asomas “ni en flor ni en rama”,
y el blondo sol ya declina.

Sin tus andinos perfiles,
sin tu manada engreída
¡qué tristes andan los chires
de la “joyada” vecina!

Hoy, la “bandita” del río,
donde tu rancho se arrima,
está sin luz y sin alma,
sin amor, sin poesía.

DE MI ÁLBUM

                                                                                        Celendín-Cajamarca


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