lunes, 23 de enero de 2017

EL POEMA DE LA CASA NATIVA / Clodomiro GUEVARA


EL POEMA DE LA CASA NATIVA


 ¡Oh, casita, enjalbegada de cariño!
tapiada de recuerdos
y techada de dolor.
¡No eres ya lo que ayer fuiste!

Hoy el sol no se tiende alegremente,
en tu patio, en tu corral y en tus tejados.

Engerido se está todos los días,
como el perro vejestorio
que se ovilla en tus rincones
y fiel cuida las pobrezas
que el buen Dios le dio a mi madre
a fuerza de sangrar tanto en la vida.

 ¡Oh, casita, albicastaña!
opulenta de humildades
y enflorada de nostalgias.
Hoy suspiran al pasar, como suspiran
las rondallas pajarinas en tu huerto
y en tu rojo cumbreral.

Hoy tus flores están mustias
y se miran de hito en hito
como gentes forasteras.

Hoy los cactus de tu pirka
y el nogal que encortina tu ventana,
tus carnosas siemprevivas
y tu mata de rocoto flor azul,
están de ojeras llenos, y están pálidos.
Sus nervios no recobran todavía
su normal tonicidad.

El paso muy cercano
junto a ellos de la muerte,
en sus frentes dejó rastros de pavura.
Pobrecitos mis hermanos de dolor.

 ¡Oh, casita arrabalera,
donde un día cantó el gallo de mi triste amanecer.

 ¡Oh! casita, buena hermana de mis risas
y mis llantos matinales,
de mis dulces rebullos moceriles,
de mis horas de euforia y de amargura
en mi nuevo alborear.

 ¡Oh! casita, que en las manos proletarias
de mi madre te gestaste,
y de quien hizo la pobre
un bastión, heroicamente,
para hacer fuego crudo hasta la muerte,
defendiendo los derechos más primeros
de sus hijos a la vida…

 ¡Oh! casita, de la “Altura  de los kandos”
que asomada a la esquina estás a diario
arrullada de canciones por el río lugareño,
y en idílicas miradas con el taita Kakañán.

Hoy tus ojos callejeros están tristes
y viven casi sólo adormilados,
y en los ratos que despiertan
se enlagunan, como mi alma, de dolor.

 ¡Oh, casita, dulce hermana!
A través de la distancia
y de todo el tamarindo de mi vida,
yo te miro
con los ojos del cariño y del recuerdo,
porque en ti quedaron presos de mi madre:
mis regaños y caricias,
sus desvelos y sus ansias,
sus dolores y sus lágrimas…
 ¡Oh, casita, creatura de mi madre!

            QUÉ SOLO

Qué solo me encuentra esta aurora juliana,
qué solo, qué triste, qué pobre, qué amargo,
parezco un sollozo de antara errabunda
por la estepa andina cuando muere el sol.

Cerróse la noche a mitad de mi senda
y fue tan enorme el poder de su sombra,
que en ella borróse la rosa de luces
que puso en mi vida la mano de Dios.

Y a tientas hoy marcho, de dientes roído,
sin esa corola de luces celeste,
que en todo el furor de las densas tinieblas,
muchísimas millas mi ruta alumbró.

¡Qué solo me siento, qué pobre, qué amargo!
¡Tan solo…! que sólo florece mi euforia
cuando hurgo amoroso la fe que me exalta
y miro estampado mi rastro rubí.

Mi rastro bermejo, que al sol del futuro
pondrá verdes brotes de mirto en mi chulpa,
cuando este arroyuelo se filtre, volviendo
por vírgenes cuencas de nuevo a cantar.

DE MI ÁLBUM

                                                Cochaya-Perú 

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