EL POEMA DE LA CASA NATIVA
¡Oh, casita, enjalbegada de cariño!
tapiada de recuerdos
y techada de dolor.
¡No eres ya lo que ayer
fuiste!
Hoy el sol no se tiende
alegremente,
en tu patio, en tu corral y
en tus tejados.
Engerido se está todos los
días,
como el perro vejestorio
que se ovilla en tus
rincones
y fiel cuida las pobrezas
que el buen Dios le dio a mi
madre
a fuerza de sangrar tanto en
la vida.
¡Oh, casita, albicastaña!
opulenta de humildades
y enflorada de nostalgias.
Hoy suspiran al pasar, como
suspiran
las rondallas pajarinas en
tu huerto
y en tu rojo cumbreral.
Hoy tus flores están mustias
y se miran de hito en hito
como gentes forasteras.
Hoy los cactus de tu pirka
y el nogal que encortina tu
ventana,
tus carnosas siemprevivas
y tu mata de rocoto flor
azul,
están de ojeras llenos, y
están pálidos.
Sus nervios no recobran
todavía
su normal tonicidad.
El paso muy cercano
junto a ellos de la muerte,
en sus frentes dejó rastros
de pavura.
Pobrecitos mis hermanos de
dolor.
¡Oh, casita arrabalera,
donde un día cantó el gallo
de mi triste amanecer.
¡Oh! casita, buena hermana de mis risas
y mis llantos matinales,
de mis dulces rebullos
moceriles,
de mis horas de euforia y de
amargura
en mi nuevo alborear.
¡Oh! casita, que en las manos proletarias
de mi madre te gestaste,
y de quien hizo la pobre
un bastión, heroicamente,
para hacer fuego crudo hasta
la muerte,
defendiendo los derechos más
primeros
de sus hijos a la vida…
¡Oh! casita, de la “Altura de los kandos”
que asomada a la esquina
estás a diario
arrullada de canciones por
el río lugareño,
y en idílicas miradas con el
taita Kakañán.
Hoy tus ojos callejeros
están tristes
y viven casi sólo
adormilados,
y en los ratos que
despiertan
se enlagunan, como mi alma,
de dolor.
¡Oh, casita, dulce hermana!
A través de la distancia
y de todo el tamarindo de mi
vida,
yo te miro
con los ojos del cariño y
del recuerdo,
porque en ti quedaron presos
de mi madre:
mis regaños y caricias,
sus desvelos y sus ansias,
sus dolores y sus lágrimas…
¡Oh, casita, creatura de mi madre!
QUÉ SOLO
Qué solo me encuentra esta
aurora juliana,
qué solo, qué triste, qué
pobre, qué amargo,
parezco un sollozo de antara
errabunda
por la estepa andina cuando
muere el sol.
Cerróse la noche a mitad de
mi senda
y fue tan enorme el poder de
su sombra,
que en ella borróse la rosa
de luces
que puso en mi vida la mano
de Dios.
Y a tientas hoy marcho, de
dientes roído,
sin esa corola de luces
celeste,
que en todo el furor de las
densas tinieblas,
muchísimas millas mi ruta
alumbró.
¡Qué solo me siento, qué
pobre, qué amargo!
¡Tan solo…! que sólo florece
mi euforia
cuando hurgo amoroso la fe
que me exalta
y miro estampado mi rastro
rubí.
Mi rastro bermejo, que al
sol del futuro
pondrá verdes brotes de
mirto en mi chulpa,
cuando este arroyuelo se
filtre, volviendo
por vírgenes cuencas de
nuevo a cantar.
DE MI ÁLBUM
Cochaya-Perú
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