domingo, 29 de enero de 2017

EL POEMA DEL CARNAVAL / Clodomiro GUEVARA VARGAS




EL POEMA DEL CARNAVAL

                        I

¿Qué estrella ordeñaré para mi canto?
¿Qué vientos pondrán música  en mis frondas?
¿Qué redes echaré dentro de mi océano
para pesar en su oleaje un verso?

No sé… pero con todo,
dejemos que los nervios aleteen
y transpiren por mis sienes sin laureles
un sudor de pensamientos y de locas fantasías,
ya que loca fantasía es también el Carnaval…

Carnaval. Carne vale. Carne, adiós.
¿Fiesta báquica? ¿Orgía saturnal?
¿Religiosa emoción? ¿Falsa deidad?
¿Parodia de la vida? ¿Remedo de la muerte?
Aquello y esto puede ser…
Que diga esa careta, que diga ese antifaz…
Que digan las mandíbulas desnudas…
Que digan los gusanos que nos roen,
si hasta la tumba misma no vamos disfrazados
para tornar disfrazados otra vez…

¿Carnaval?
Rebullo, fermento, floración
de aquellos que la carne más anhela
en su afán emocional de eternidad.
Madurez de fresales y hesperidios
para enjugar de lírica alegría
las insípidas bocas de las horas
que regala el desencanto.
Un prisma se diría que se forja
con todas las fuerzas negativas del Destino
y que, en fuga de esperanzas,
espectrosolariza breves ratos nuestras vidas.

¿Carnaval?
Anunciación, pagana anunciación, allá en edad remota
y una eufórica barca que fondea
en la rada azulina de los sueños
de la pobre Humanidad…

Ilusorio miraje, claro.
Gota frágil que se ahoga en la amargura
de la ilusión de hoy, rota mañana.
Absurdo amanecer, pero que alumbra
para cavar la grieta que ha de guardar las lágrimas
que siempre se alzan en triunfal retoño…

Carnaval, Carne vale. Carne, adiós.
Farsa, risa, escena bufa,
donde todo corazón protagoniza
de Pierrot, Arlequín o Colombina,
fijando en sintético diorama
la eterna mascarada de la Vida.

Fantasmagoría de color y de luz
de ardentía de sangre,
de tanteos de almas,
de dardeos de ojos,
de crispación de nervios,
de reventazón de labios,
de pálpitos de carne,
de fuerzas subterráneas que despiertan
en un encendimiento creador…

                        II

Pero por encima de las lindas serpentinas
que se enredan en los cuellos más ebúrneos,
por encima de toda mixtura que florece
en los rizos más sedeños,
por encima del fluído perfumado del éter enervante,
por sobre de la mueca y la farándula
y de todo el aguacero de emociones
que desata de su nube el Carnaval,
busquémosle su auténtico derecho,
busquémosle su flanco más seguro,
busquemos el latido más genésico
que al hombre concitó a divinizarlo.

Si la vida es una cruz
y en cada clavo suyo revienta una ilusión,
claro está que Dios Momo es una yema
de esa cruz de dolor que nos alienta.
Y claro que es gestado por el hombre
en un gran estremecimiento metafísico
de crear otro dios para sus llagas
-en minúsculo paréntesis-
ya que el Dios adorado todo el tiempo
no se muestra capaz de remediarlas…

Tal la fuerza de arranque de este Mito
que nos da la ilusión del dolor roto,
en los días que preceden a las frentes
ungidas por el hueso hecho ceniza,
bajo el eco del bíblico anatema
“memento homo quia pulve es
et in pulvere reverteris”.

Siendo así el Carnaval,
un sentido vital y filosófico
le rescata de su frívola apariencia
y tiene un buen por qué su adoración.

Por eso es que hoy saludo
la fugaz insurgencia del dios Momo
y en volutas melodiosas van mis himnos a su altar.

Porque sé que Momo es gajo –aunque mísero y pequeño-
de esa viña frondosa de ilusiones,
en cuyos frutos hallan:
Ímpetu el corazón, la mente sueños
y el espíritu humano fe y certeza
para obrar en lo increado como Dios…

Siendo así el Carnaval
¡adelante, juventud!
danzad, reíd, cantad,
contagiaos con la cálida tufarada del placer,
poned alborozo dionisíaco
en toda la hilazón del festival.

Pero eso, sí, cuidando
de tener siempre en flor los corazones,
saltando de contento
con la blanca vestidura de Pierrot
y rehusando la careta enhollinada de Arlequín.
Teniendo siempre tenso el amor, tenso y muy tenso,
ese amor que adivina y que comparte
el dolor de los demás,
de suerte que el resorte no se afloje
de la santa voluntad de redimir,
que es el único timón que ha de guiarnos
en la conquista audaz del Porvenir.

DE MI ÁLBUM


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